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domingo, 28 de febrero de 2010

¡Todos somos perros, Señora Presidenta!

Gentileza: Stella Maris Romaña (Resistencia Chaco)
"Juanca: algo muy atinado para leer y meditar. A medida que cada quien crece y asiste a la escuela de la vida con la escucha atenta y efectiva, los ojos indagando, confrontando para comparar y discernir, oliendo para reconocer y hablando para comunicarse… Y llega a lugares importantes tanto para elegir como para decidir tiene que hacer uso de sus sentidos e inteligencia para usar el consenso con criterio y enunciar lo que une no lo que califica dividiendo".

por Juan C. Sánchez Arnau (Para los que no lo conocen es Embajador de carrera y actualmente está jubilado)
Acabo de leer en los diarios de esta mañana una frase que Usted habría dedicado a sus opositores, es decir a los argentinos que no opinan como Usted, una frase "cristinesca" según su propia definición: "Ladran, Sancho, señal que son perros". Como argentino que no comparte su visión acerca de los méritos de su gobierno, me siento alcanzado e incluido en la categoría de los que, en lugar de opinar, ladran, y por lo tanto, son perros.
Obviamente, la suya no ha sido, de ser cierta, una frase feliz. Quizás desde aquel grito terrible de "Muerte a los salvajes unitarios" ningún Jefe de Estado argentino, más allá de lo que hubieran sido sus actos, había hablado así de sus propios conciudadanos. ¡Qué contraste, Sra. Presidenta, con las actitudes y las palabras de sus vecinos! ¿No ha escuchado Usted el discurso del ex Presidente Frei, felicitando a su adversario el futuro Presidente Piñera, de Chile? ¿No ha escuchado al ex Presidente Lacalle, saludando el triunfo de su adversario José Mujica y diciéndole, "de aquí en más Ud. es mi Presidente"? ¿Imagina Usted a la Presidenta Bachelet o al Presidente Lula, tratando de perros a sus adversarios políticos? ¿No comprende Usted que al tratar así a sus adversarios, justificaría que cualquiera que no estuviera de acuerdo con sus opiniones la trate de "perra", "gata" o "cebra"? Algo que ningún argentino debería permitir porque sería una afrenta a la figura institucional más importante del país, aquella a la que todos debemos respetar porque debe estar por encima de todos nosotros. Alguien que, a su vez, debe tratar a todos los argentinos por igual, sin distinciones de banderas políticas o ideológicas, porque fue elegida para gobernar para todos y en nombre de todos los argentinos. Quizás esta noción le sea ajena, o quizás esté muy ofuscada por las sucesivas derrotas electorales y judiciales y por la enfermedad de su marido. Pero comprenda, Señora, que así va a quedarse cada vez más sola, acompañada solamente por aquellos que necesitan de Ud. y de su esposo para sobrevivir políticamente en un país cuyos ciudadanos ya dejaron de creer en Usted y en sus discursos. Por eso, sus tristes palabras de ayer no han tenido mayor repercusión: fueron tomadas como un exabrupto más, otro desliz verbal de aquellos a los que nos tienen acostumbrados, Usted, su esposo y su Jefe de Gabinete.

En todo caso, Señora, gracias por haberme tratado de "perro", no me molesta ser comparado con tan noble animal. Mal me habría sentido, en cambio, si me hubiera tratado de "cerdo", ese sucio animal que parece animar -según sus propios dichos- sus fantasías eróticas. Cálmese, Señora, comprendemos que está Usted viviendo tiempos difíciles y que su futuro, como el de todos nosotros, los argentinos, no es brillante.

Pero ¡cálmese, por favor! Que todos queremos que termine su mandato en paz. No siga así, que cuando los perros son muchos y están hambrientos, se juntan en jauría y pueden devorar a cualquiera.

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