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viernes, 26 de marzo de 2010

El hombre adúltero culpa a la mujer

por Juan C Starchevich

Este tema marca cosas profundas dentro del campo de la importancia en la distinción de los géneros, la importancia del hombre y de la mujer.

¿Por qué en el adulterio se acusa a la mujer y no al hombre? Sabemos que el adulterio no es una cuestión religiosa, pues la fidelidad nos interesa a todos. El único problema es nuestro egoísmo que solo respeta y desea que todo lo que nos rodea nos guarde fidelidad a nuestra propia persona, que todos sean fieles a nosotros, pero nosotros nos liberamos de ella. Ser fiel, para el egoísta, es ser esclavo de alguien, se lo interpreta como una atadura, un obstáculo que no permite desarrollar la vida con total libertad ni plenitud.

Podríamos hacer un buen análisis respecto a la fidelidad y al egoísmo humano, pero para abordar este tema deberíamos hablar primero de “responsabilidad”, de “madurez”. Deberíamos hablar de “amor” que significa “madurez responsable” en cada etapa de nuestra vida…

Pero, dentro de esto, notamos algo curioso. ¿Por qué impacta más la infidelidad en la mujer? ¿Acaso no notamos que en un mundo machista tiene más valor la mujer?

La mujer es como la tierra. No existe alguien que tenga tantos dones como ella. Solo basta con que caiga una semilla al suelo para que luego ella lo guarde, cobije, alimente y produzca frutos. Guarda en sí misma todas las acciones del mundo, y se muestra afeada cuando el mundo descarga sobre ella su miseria. Pero incluso así, ella la transforma en abono, belleza y alimento.

Todas las culturas, durante toda la historia, la han llamado “madre”, como por ejemplo: “la Pacha Mama” (madre tierra). En ella está toda la riqueza; ella tiene todo lo que nos hace falta. Es generosa, te da todo sin pedir nada a cambio, aún cuando corre el riesgo de quedar estéril cuando no se la cuida debidamente.

La naturaleza la ha llenado de dones, es cimiento, es almacén, ilusión desde su propia realidad, es esperanza, es belleza. Ella despliega sobre sí misma todo lo que guarda en su interior, tiene una gracia especial, una belleza natural que no puede ser reemplazada ni igualada artificialmente. Miremos los paisajes, las selvas y los montes, con granitos de arena y en su simplicidad a la luz del sol se muestra como obra perfecta. Vean los campos florecidos, incluso los desiertos que atrapan seduciendo a tantos contempladores en su belleza y su silencio.

La tierra vive en oración. Ofrece en su silencio todos sus frutos que salen del corazón entregando como alabanza al Creador. La tierra enseña a sus hijos a ser como ella, del mismo modo que lo que se expresa en esta frase: “Le dije al almendro, hermano háblame de Dios, y el almendro floreció”.

La tierra es así, es humilde pero rica, la más rica de toda la creación y no se envanece por ello, tan solo se ofrece y ofrece a todos todo lo que ella posee, aún corriendo el riesgo que la dejen estéril.

Así es una madre con sus hijos, así es la mujer verdadera.

Muchas veces se llena de malezas y necesita del labrador para que la limpie, la ordene y la cuide. La tierra necesita al agricultor para que administre su riqueza, la mantenga siempre joven y le permita exhibir su belleza.

La tierra está a los pies del labrador, para sostenerlo, sustentarlo,... y no para ser pisoteada por él. La tierra no está para ser pisoteada, escupida, despreciada ni corrompida.

La mujer es la tierra del hombre

El hombre es aquel labrador, un labrador sano y maduro que la mantiene pura y sana, siempre bella, le permite que se adorne con sus flores y exquisitos aromas, le permite y le ayuda a ser hermosa y pura.

Dicen que el Creador creó a la mujer desde la costilla del hombre, pero al hombre lo creó luego de haber creado la tierra con todos sus dones y habitantes en ella. Antes de crear a la mujer, Dios le mostró al hombre la tierra con todos sus dones y le dio el poder de ponerle nombre a cada uno de sus integrantes. Lo hizo para que el hombre vea bien, para que distinga y aprenda, para que sepa valorar y se responsabilice de todo ello, entendiendo toda la enseñanza que el Creador había depositado en todo ello… Luego de mostrarle y enseñarle, le quitó una costilla, y de ella hizo la mujer.

Muchos interpretan que no la hizo de un hueso de la cabeza porque la mujer es la tierra y no el labrador; tampoco de un hueso de los pies, porque no fue creada para ser pisoteada ni humillada. Fue creada de un hueso cerca del corazón, debajo del brazo, para ser guiada, amada y protegida.

La mujer es la tierra del hombre y el hombre es aquel que hace de la mujer su costilla.

Quizás este sea el motivo principal por el cual se culpa más a la mujer que al hombre. Es un motivo de valor, porque hasta en tiempos más machistas se sabe e intuye que es mucho mayor el valor de la mujer.

1 comentario:

  1. pero si el hombre iene demasiado sexo fuera del hogar que pasa si la esposa ya descubrio que debe hace ella elisacristi@yahoo.es

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