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sábado, 24 de abril de 2010

¿Qué significa Sexualidad?

Se habla mucho de este tema, como si acaso se hubiese descubierto algo nuevo. Quizás el hombre hoy es más inteligente que a lo largo de toda la historia de la humanidad. ¿Esto es cierto? ¿Deberíamos quemar y eliminar todos los libros y autores reemplazándolos con una inteligencia laicista y caprichosa?
¿Debemos enseñar a tener relaciones genitales a los niños de las escuelas primarias, para que cuando sean adolescentes puedan divertirse con el sexo sin riesgo al embarazo?
¿Por qué no enseñamos “sexualidad” de en serio? ¿Acaso alguno de estos “neo-genios” de la política y educación se bancaría la responsabilidad ante el placer?
Los invito a leer, razonar y debatir el siguiente tema:

Los Creó Varón y Mujer

I. El hombre como un ser sexuado

Desde pequeños hemos recibido una invitación, una insinuación, casi un mandato: “Debes ser un hombre”... “Sos una nena, las nenas no hacen eso, eso es de muchachos”... “Los hombres no lloran”... Y cuando asomábamos la adolescencia, escuchamos apreciaciones como estas: “Ya sos todo un hombrecito” o “Te vas haciendo una señorita”... “Esa voz ya es de hombre”...
En fin..., los mayores, el mundo en el que vivimos y nuestro propio interior, siempre nos han exigido una clara conducta y una definida presencia desde nuestro propio sexo: varón o mujer. La vocación a la felicidad es común para todas las personas, sin embargo, su relación sigue el camino de lo que cada uno es, es decir, sigue el camino de lo que pide y exige la realidad sexuada de cada uno.

Me realizaré como persona, seré humanamente feliz, pero lo seré como hombre pleno o como mujer plena. La felicidad, la libertad, el amor, siguen el camino del propio sexo; es más, el propio sexo es una condición, un don de Dios para abrazarse con la felicidad, para alcanzar la libertad, para ejercer el amor. Aparentemente esto es muy fácil de comprender y de vivir; pero... Sí, siempre surgen los “peros”, las dificultades y que en gran medida dependen de lo que entendamos por varón, por varonil, de lo que entendamos por mujer, por femenino. Civilizaciones, culturas, pueblos, movimientos, religiones, filosofías, se han ocupado desde siempre de establecer conductas, delimitar terrenos, conceder libertades, deberes y derechos para cada sexo. Nuestro tiempo, con sus conductas profundamente marcadas por los intereses económicos y por la exaltación de lo fácil y agradable, también hace su interpretación de cada sexo; pondera algunos aspectos, desconoce otros y, en general, se aprovecha de lo sensible para mantener un buen nivel de consumo, un bajo interés por el esfuerzo, una abulia frente a los grandes problemas de la injusticia, la mentira, el hambre, la guerra y la muerte. Reducir le sexual a lo genital y placentero es declararle la guerra a la humanidad, a la voluntad, a lo heroico, al pensamiento. Para no caer en ese simplismo sexual es importante que cada joven tenga una visión clara y amplia de lo que significa ser varón o mujer. Es preciso que cada muchacho se atreva a mirar a la mujer como Dios la miró al crearla y cada chica, a su vez, se atreva a mirar al hombre como Dios lo miró al crearlo.

En realidad, cada uno es, en sí mismo, de acuerdo a la visión y ubicación que tiene frente al sexo opuesto. Dime qué visión tienes de la mujer y te diré qué clase de hombre eres. Dime qué visión tienes del hombre y te diré qué clase de mujer eres. Aprendamos a vivir como uno u otra, de cara al sexo opuesto. Dios nos creó para complementación pacífica y fecunda; complementación que se hace fecunda no solo cuando transmite la vida, sino también cuando cuida la vida; cuando proyecta la historia, cuando defiende la justicia y concreta el servicio, el trabajo y el bien. Si no descubrimos esta complementariedad de los sexos y si no ampliamos la visión sobre cada uno de ellos, fácilmente caeremos en el uso, en el abuso, en la manipulación mutua, en la ilusión sobre el otro sexo y, lo que es peor, habremos puesto la injusticia en la base de la relación humana. En efecto, quien es injusto en la visión o en el trato del sexo opuesto o del suyo propio, difícilmente podrá ser justo en los otros aspectos de la vida. Hablar o exigir justicia social desde la práctica injusta o parcial del sexo, es un fraude, una burla.

Tal como trato o vea a la mujer, trataré y veré la vida. Y vos mujer, tal como ves o tratás al varón, así verás y tratarás la vida. La vida tiene rostro de mujer, la vida tiene corazón de hombre. La vida exige y da, espera y responde, en gran medida, de acuerdo a la exigencia, generosidad, esperanza y responsabilidad que cada uno tiene frente a su propio sexo y al sexo opuesto.

Esta íntima relación entre el sexo y la totalidad de la vida, nos vuelve realistas, nos libera de ilusiones. Al varón lo libera de pensar a la mujer como objeto de placer, como lugar donde huir de las responsabilidades. A la mujer, por su parte, la obliga a abandonar el sueño del “príncipe azul”, del “metejón” por la cara bonita o del entusiasmo por el “ímpetu-recio” del muchacho que se lleva todo por delante.

II. Ampliar la visión sobre la verdad del sexo y de cada sexo:

Esto nos proponemos entonces, como condición para un compromiso serio como muchacho o como chica.

Antes que nada el sexo es una llamada interior que nos impulsa a salir de nosotros mismos, es una invitación hacia afuera. Quien se queda en la complacencia de sí mismo, demuestra su infantilismo, su miedo a crecer. Si mis tendencias profundas me dejan encerrado en mí mismo, quiere decir que mi sexualidad no pasa de un rasgo genital y egoísta. Esta autocomplacencia, esta búsqueda egoísta, aún cuando se realice en presencia de otra persona, nunca puede llevar a una consolidación del propio sexo. Sólo quien busca la felicidad de los otros, encuentra la suya propia. “Quien se guarda la vida, la pierde”, dice Jesús.

Una sexualidad que va madurando descubre en las personas del mismo sexo, compañeros, estímulos para la propia superación, amigos; deja de lado los “revanchismos”, los ídolos que tan solo se “acarician” pero que nunca se alcanzan y si se mide en una justa deportiva, artística o intelectual, será por compañerismo, por superación, no por envidia o campeonismo.

La inmadurez sexual se expresa en envidias, difamaciones, peleas y en muchos otros modos de envilecimientos. Cuando hacemos del sexo una fuente de fuerza renovadora, de servicio y de entrega, entonces, nos definimos como hombres.

Nuestra dimensión sexuada nos vuelve expresivos, es decir, necesitados de signos, de palabras y de gestos de comunión, de admiración, de atención y de cortesía. Palabras de amor, gestos de amabilidad, agilidad en el servicio, delicadeza en el trato, deseos de agradar, de hacer felices a los demás y todo con un objetivo: realizar el proyecto de la integración, de la unidad. En el comienzo y en el fin de nuestras acciones o de nuestros sentimientos, está nuestra realidad de hombre o de mujer, pero más allá de esto debemos decir que en el comienzo y en el final de nuestras conductas o sentimientos, vive el deseo oculto de unión, de plena comunión, de pleno entendimiento e integración.

El sexo aparece en el varón y en la mujer con marcadas diferencias, no solo en lo físico sino también en las motivaciones, actitudes y modalidades.

Veamos algunas características que ciertamente nos ayudarán a ampliar nuestra visión de los sexos.
  1. Es propio del sexo masculino el realismo, la inclinación hacia lo evidente, hacia lo practicable. Esto lo vuelve más funcional: se mueve con pocas cosas, tiende a arreglarse con lo mínimo, es un gozo para él salir de viaje con pocas cosas. Los modales directos, la valoración de la libertad y de la justicia lo vuelven efectivo el la tarea de transformar el mundo. El hombre es naturalmente más renovador que la mujer. Mientras la mujer tiende a adornar, a arreglar, el varón prefiere cambiar. Se interesa por los acontecimientos, ama la verdad aunque a veces duela, gusta de pensarla, guardarla en secreto y defenderla más allá de lo diplomático. Goza comunicando la vida: plantar un árbol, cultivar un campo, extraer la sustancia al fruto de la tierra, ver correr los ríos, sentir que fluye en grano, el aceite, el vino. Tiende a liderar, por eso le cuesta obedecer, prefiere el compañerismo a la orden, la sugerencia al mandato. Su mismo cuerpo está hecho para la lucha, para el trabajo arduo, para levantar lo caído, para enderezar lo torcido, para defender lo permanente. En resumen: cuando el muchacho vive su condición aporta a la humanidad:


    • la iniciativa que renueva
    • el amor-firmeza
    • la fe en acción

  2. Por su parte la mujer aparece con sus grandes valores: como la intuición, su capacidad para ordenar, servir con atención y prever las consecuencias. Al espíritu de riesgo del varón, la mujer acude con la prudencia. Ama la belleza, cuida la vida con constancia y ternura. Al amor-firmeza del varón une la sensibilidad y el corazón. Gusta de guardar, es naturalmente más conservadora que el hombre, preserva las tradiciones, difícilmente se olvida de un aniversario, crea hábitos más fácilmente y cuida los detalles. Su expresividad la vuelve transparente y necesitada de comunicación. Ama el bien, presta atención, ora con perseverancia y al ser probada por la vida, demuestra heroísmo en la paciencia y en la constancia.
    Sus grandes aportes a la humanidad la convierten en el Rostro de la esperanza, del amor-ternura y de la fe orante.

  3. Es evidente que estos y otros valores, tanto en un sexo como en el otro, no aparecen en estado puro, siempre están algo o bastante distorsionados por el egoísmo, pero son semillas, están y como tal debemos cultivarlos.
    Además en todo varón hay cualidades de la mujer y viceversa. Las preponderancias de unas u otras características definen el sexo de una persona.

  4. La sexualidad como don de Dios debemos cultivarla, perfeccionarla, y ampliar su visión y alcance, a fin de que los falsos modos de pensar que intentan reducirla al placer y a lo genital, no terminen ahogando esta fuente vital de amor, integración y servicio.
    Miremos a Jesús. Él es el Hombre por excelencia. Miremos a María, ella es la Mujer digna de toda admiración y emulación. Quien programe su sexualidad desde ellos, nunca quedará defraudado.

Bibliografía:
  • Comisión Nacional Prioridad Juventud. Buenos Aires, marzo de 1984.
  • Julián Marías, “Antropología Metafísica”. Madrid 1973
  • Julián Marías, “La mujer en el siglo XX”. Madrid 1981
  • Michel Lobront, “La liberación sexual”. Madrid 1978
  • Bruno Rychlowski, “Sexo y sexualidad”. Buenos Aires 1978
  • Curso de preparación al matrimonio, Arquidiócesis de Montreal (Canadá)
  • Orientaciones para la educación en el celibato sacerdotal. S.C. Para la educación católica.
  • Recientes documentos de la Santa Sede sobre ética sexual.

1 comentario:

  1. "...Antes que nada el sexo es una llamada interior que nos impulsa a salir de nosotros mismos, es una invitación hacia afuera. Quien se queda en la complacencia de sí mismo, demuestra su infantilismo, su miedo a crecer..."

    Perdón que disienta con esta frace que, estimo resume todo el artículo.-

    Yo no creo en los convencionalismos freudianos, o en el infantilismo y no precisamente de la definición de masturbación aquí dada. Leyendo esta frace, que reconozco sacada de contexto, pero que sintetiza de algún modo el espíritu de la nota, me produce por un lado verguenza ajena y por otro, como si insultaran mi inteligencia y la de todos.
    Yo creo que la sexualidad DEBE SER RESPONSABLE, por las consecuencias que este acto acarrea.
    Por ser un acto racional, debemos MORALMENTE hacerlo con responsabilidad. Del mismo que no drogarnos, no matar, no robar, etc., etc.
    Pero tomado en el sentido religioso de la frace que analizo, es hacer del acto sexual, un acto individual muy egoísta, lo haga solo o en compañia, y nada tiene que ver mi infantilismo ni mi miedo a crecer.
    El acto sexual es un compartir con responsabilidad, como ya dije por sus consecuencias, lo ideal seria lo heterogeneo aunque este dilima viene de épocas muy remotas desde los antiguos folósofos griegos, haya por 300/100 A.C., y no se quién podría llamarlos infantiles.
    El tema sexualidad debería ser tomado como todos los temas donde exista o haya una interelación entre dos personas, o sea que no sea humillante ni degradante para ninguno. Que los haga crecer como seres humanos. El compartir una jeringa de droga, por mas "amor" que haya en el acto no deja de ser degradante y pernicioso, ya que podríamos causar la muerte de quién suponemos querer.-
    Por amor no deberíamos matar, por amor no deberíamos robar......
    El acto sexual a nivel físico produce una explosión hormonal que son beneficiosas para la salud en general y el equilibrio emocional y esta es una definición medica. Por lo tanto a nivel físico no es perjucicial.
    Lo perjudicial son las consecuencias morales que el acto puede acarrearnos. La culpabilidad, El temor. El pecado.
    La sexualidad, reitero no es mala, para mi lo malo es el egoísmo que uno pone en ello, en el desamor, en la infidelidad, en la irresponsabilidad de las consecuencias y finalmente en el daño que producimos en los demás.-

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