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jueves, 9 de septiembre de 2010

Cuando la diferencia suma

Stella Maris Romaña
Estimado Juanca:
Se que sólo mi introspección me dará razones para mi desasosiego y tal vez ante esta respuesta me reencuentre con mi ser satisfecho y feliz.

Veamos pues; buscando las diferencias entre mi tiempo pasado y el actual, indago en las actitudes de mi entorno, la polémica era el centro de cualquier foro, todo surgía de ella, se polemizaba en reuniones, bares e instituciones, la polémica era una cuestión dialéctica, en la que la oratoria cumplía su función de acuerdo, tanto para apoyar y ratificar como para oponerse y discrepar.

¿Qué hacemos hoy? ¿polemizamos? no, reclamamos; con batucadas, piquetes, marchas silenciosas -entendiéndose esto como no polémica no oratoria- lo cual no quiere decir no ruido.

¿Había más respeto antes que ahora? ¿había menos libertad?¿existía más justicia o mayor represión?

El crecimiento de la población y la falta de previsión del Estado en la ocupación de las tierras y por consiguiente la falta de infraestructura y tecnologías para la provisión de servicios que atiendan con solvencia al crecimiento poblacional obligan a una marcha forzada dando soluciones coyunturales que, en lo cotidiano, dividen y enfrentan al ciudadano que lucha por la satisfacción de sus necesidades básicas.

No obstante la notoria y evidente prioridad en solucionar esta problemática, la dirigencia y el Estado ponderan la confrontación permanente incapaces de diseñar políticas a presente y menos aún a futuro, entretenidos en sus diatribas e intereses personales y mezquinos.

Creo que es necesario entender que el Estado es Nuestro, que participamos en sus obras con las cuotas como sus usuarios y que el aporte con el que se pagan los programas que benefician a los que menos tienen también sale de nuestros bolsillos. Me pregunto ¿cómo controlamos esta, nuestra inversión? Anualmente el Banco Francés que respalda mi tarjeta de crédito me manda el resumen mensual de mis gastos y pagos efectuados y me gusta, eso habla de transparencia y cuentas claras, no puedo decir lo mismo de ninguna prestación de servicios del Estado ni de mis inversiones que se descuentan de mis haberes, sin tener seguridad en que se ocupa, por su falta de información .

La democracia no sólo nos da derechos sino también deberes, y su práctica nos lleva a exigir calidad, no nos basta saber que el pan se hace con harina de trigo, sino que además queremos saber cómo se hace el pan, y en este derecho está implícito el deber de exigir lo mejor porque ello nos hará personas saludables. ¡Cuidado con estos reclamos! Exigir la calidad habla de un pueblo culto y saludable.

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