Cuando las personas asisten a un lugar de oración, en grupos de oración carismática, el rezo del Rosario, la Misa, etc. Al finalizar la misma o al retirarse pueden hacer una evaluación entre algunas personas con referencia a los frutos obtenidos mediante la oración realizada.
Pero, existe algo muy importante: La evaluación inmediata individual y en secreto de los asistentes, que en muchas ocasiones la expresan a personas de su confianza, hayan estado o no, presentes en ese momento de oración.
Esta evaluación inmediata se la suele adoptar como evaluación final y decisiva con los siguientes calificativos:
La oración era aburrida; le faltaba un poco de…; La pasé muy bien; lloré un montón… me llegó; deberíamos incorporar más…; La Misa no me llegó; el cura estaba muy…; En las iglesias evangélicas hay más alegría…; etc.
- Esta no es una oración; Estaban presentes pero “no oraron”. No buscaban la presencia de Dios sino una sensación corporal placentera. Se han equivocado de fiesta y vuelven a su casa peor que cuando salieron de ella. Aquí no hay frutos porque no hay siembra ni alimentos para el crecimiento.
-Ocurre también lo contrario, cuando consideran el espectáculo “extraordinario”, “muy lindo!!!” Aquí tampoco hay frutos. Se regresa a casa más alegre pero en el mismo estado espiritual, se sigue siendo hipócrita, mentiroso… Y los que nos miran se dan cuenta de ello.
Sin embargo, existe otra evaluación inmediata: el silencio. Porque todavía no se tiene en claro lo ocurrido. Esta evaluación se la hace con el tiempo, con oración y meditación personal, con discernimiento. Esta es la oración verdadera, la que produce frutos.
Orar significa decirle algo a alguien; ese alguien puede ser un público, un grupo de personas que escuchan un discurso… Aunque estas cosas no se las califican como “oración”, sino como charlas, catequesis, testimonios, etc., dentro del ámbito religioso; La oración es designada exclusivamente a la conversación con Dios:
Le hablo a Dios, Dios me habla a mí; yo lo escucho, Él me escucha. Él se expone para mí, yo me expongo para Él; Él viene a mi encuentro, yo voy al encuentro con Él. Él me quiere, yo lo quiero y le doy gracias, es muy bueno, es hermoso, es muy tierno, es admirable, todopoderoso, custodio, defensor, salvador… y sin darme cuenta lo estoy alabando.
Puedo hablarle en forma directa expresando mis cosas de modo auditivo expresando con palabras con la boca, la lengua, gestos con el cuerpo; o también en el silencio auditivo y gestual, solo con el pensamiento; o también sin el pensamiento, en un total silencio de entrega y confianza, tal como un pequeño niño en el regazo de su madre... Y sin darme cuenta lo estoy adorando.
Mientras ocurren estas cosas, puede haber interrupciones, suelen desfilar en nuestra mente recuerdos, personas, cosas muy agradables; nos acordamos que desde muy pequeños fuimos bautizados porque Él desde siempre y urgentemente quería ser mi Padre, me incorporó a su Hijo Jesús para ser en Él, me regaló a su madre también como madre mía; me dio su Espíritu con sus dones; me dio familia en la tierra, amigos, logros… Y sin darme cuenta le estoy dando gracias.
También ocurren pensamientos y sentimientos de dolor, recuerdo de cosas que hicimos mal, de algo que debíamos haber hecho y no lo hicimos… Entonces se pide el perdón.
Aparecen también "otras interrupciones" en el pensamiento cosas que hacen falta, impotencias de logros, personas en peligro, enfermas, corruptas, necesidades comunitarias, mi trabajo, mis miedos… Todo esto Dios me muestra porque quiere ayudarme y quiere que yo sea consciente de eso, para que jamás lo traicione, para que no me aparte de Él…. Para enseñarme y mostrarme que Él es el sentido de la vida. Esta es la oración de petición.
¿Cuál es el mejor orden para la oración?
No existe ley alguna que indique los pasos en el camino de la oración, aunque existen algunos esquemas formulados por personas de oración.
Pero, sería hermoso comenzar dándole gracias, porque es justo y necesario (“…Demos gracias al Señor: Es justo y necesario…”), y después veamos hacia dónde nos conduce la conversación con nuestro Señor
Desde la Acción de Gracias puede brotar la Alabanza, luego la Contemplación y la Adoración; Después de todo esto, luego de presentarme ante Él y de presentarse Él ante mí, entonces ya podemos hacer nuestra Oración de Petición.
Quiero contarte algo:
En nuestra zona se vendían los helados (cremas haladas), envueltas con un fino papel metálico, pues los heladeros que vendían por las calles los ponían dentro de una conservadora con hielo seco para que no se derritan.
Solo había que quitarles el papel para poder saborearlo con la lengua y el paladar.
La lengua sale de nuestra boca, toma la crema helada, regresa a la boca “con el helado” y saborea.
El corazón humano es como ese helado; la puerta del corazón es ese papel metálico que lo envuelve; la lengua es el Amor de Dios.
A Dios lo amamos con su propio Amor. Digamos de otro modo: Dios se ama así mismo, pero con nuestra identidad. Digamos, El Amor de Dios viene a nosotros, toma nuestra identidad, y regresa a Él como alabanza.
Cuando nos presentamos en oración y no abrimos el corazón es semejante a pasar la lengua por ese papel metálico que cubre al helado. Nos da una sensación muy rara, no era lo que esperábamos; es un sabor mezquino, es un sabor diferente; la lengua regresa vacía y con una sensación rara; no querría regresar allí. Puede interpretarse como “dureza del corazón”; “Incapacidad de tener fe”. Estas personas querrían creer pero no pueden, suelen ser agnósticos o algún modo de ateos. Son personas que necesitan ayuda, al igual que cuando alguien pierde las llaves de su propia casa y no puede entrar ni salir de ella.
Debemos tener presente que el alma que vive allí, como mínimo, tiene parálisis y, en muchos casos, agoniza, por tantos años de encierro sin el alimento de la vida. Si el cerrajero no puede abrir, entonces habrá que llamar a los bomberos, hay que derribar la puerta. Todo esto, que se hace pero no se ve, se llama “milagro de conversión”.
- Cuando se le quita el papel de envoltura, entonces con mucha alegría y expectativas la lengua se aproxima y toma eso que se muestra tan atractivo… Pero, si en vez de ser una crema helada es una cosa nauseabunda que solo en su forma externa se parece a una exquisita crema helada, entonces la lengua y el paladar se sienten engañados, no podrá tragar eso, sino que inmediatamente se lo escupe hacia la basura, produciendo vómitos. Esto se llama “tibieza”, significa; buena apariencia y mal sabor. (Dijo Jesús: “Sean fríos o calientes, a los tibios los vomitaré”).
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Ven Señor Jesús.
Juan Carlos de la Santísima Trinidad
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