Había una muchacha en un pueblito, habrá tenido quince ó dieciséis años, iba al mercado y ayudaba en la casa; tenía sueños sobre el porvenir y sobre el amor y la familia. Para que nos nazca este Salvador, esos sueños fueron arrasados, y para ella las palabras alegría y felicidad tomaron un peso y un significado impensados. ¿Quién como María entre mortales para entender con cuanto dolor se redime el pecado? Feliz Navidad Juan Carlos. Gustavo.
por Gustavo y Emilia Sabadini (Resistencia Chaco)
Queridos compañeros, una vez más este año hemos sentido la potencia de la realidad, la potencia con que los hechos prevalecen sobre nuestros cálculos.
Nos encontramos frente a situaciones que jamás hubiéramos elegido, con las únicas opciones de atravesarlas o mirar para otro lado.
Primero fue el fallecimiento de Antonio Rivero y hace muy poco, cuando Carlos (chofer de la empresa Rigatosso) tuvo un ACV mientras le descargábamos el camión. Y también al lado de todo esto hemos encontrado gente y situaciones espectacularmente agradables y a simple vista favorables. Así es la realidad, sorprendente, impredecible y llena de cosas que no se parecen a nada, siempre distinta de lo que quisiéramos.
Frente a lo que parece bueno, ó frente a lo que parece malo hemos sido los mismos miserables insatisfechos: Albert Camus en su obra “Calígula” le hace decir al emperador que se encuentra afectado por la sed de lo imposible - Tengo necesidad de la luna, o de la felicidad, o de la inmortalidad -. Qué bueno que Dios nos regale por ejemplo el talento de Camus que expresa lo que sentimos mejor que nosotros mismos; no basta, esto no es, esto tampoco es.
Es nuestra naturaleza desear grandes cosas, “la naturaleza que nos hace desear grandes cosas es el corazón” fue el lema de un meeting que hacen en Italia unos amigos nuestros y al que este año concurrieron unos 800.000 visitantes. La naturaleza que nos hace desear grandes cosas es el corazón.
Qué desproporción, soy capaz de arruinar todo, puedo negar hoy lo que pasó ayer (o hace un rato), puedo mentir o traicionar o robar o matar; pero necesito la luna, o la felicidad o la inmortalidad.
Nosotros festejamos la Navidad solamente porque recordamos que el que está naciendo nos regaló la luna, la felicidad o la inmortalidad que necesitaba Calígula. No nos hemos hecho mejores ni más buenos (la verdad es que ni siquiera lo intentamos) nos hicimos cristianos porque este Cristo es el único que puede cumplir nuestro deseo infinito, porque por Él no importa cuanto hayamos fallado, si lo deseamos podemos volver a empezar. Solo tenemos que pedirlo.
Amigos, de todo corazón les deseamos que no se conformen con nada menos que el infinito, que no amordacen su corazón, que no se conformen con nada menos que Cristo. Es extraño, pero en verdad no debiéramos tener la pretensión mediocre de ser más buenos o más justos o más útiles, esto es poner límites. Les deseamos la moralidad y el método del mendigo, que es pedir a gritos, todo el día, todos los días lo que necesita: la luna, la felicidad, la inmortalidad. El mendigo sabe que lo que necesita no lo tiene él, se lo tiene que dar otro.
Por la fidelidad de Dios, por la disponibilidad heroica de una chica de pueblo que se llamaba María, salud amigos, lo que necesitamos se hizo carne y habita entre nosotros, solo hay que animarse a mirar.
Feliz Navidad. Gustavo y Emilia Sabadini.
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