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jueves, 9 de agosto de 2012

El miedo se hizo argentino

El miedo social que se expresa de modo casi generalizado en nuestro pueblo quizá pudiese significar una profecía, o tal vez una simple ilusión, fruto de una esperanza puesta en el lugar equivocado.

Hoy la gente anda más en silencio, se ha vuelto más observadora, ¡Ha comenzado a pensar!, entonces se da cuenta que ha vivido mucho tiempo distraída prostituyéndose en el seno del placer. No quiso pensar cuando el pensamiento era importante, cuando era capaz de ordenar las cosas de modo tal que no nos tomen sus consecuencias por asalto. Pensar, pensar, se pensaba en otras cosas, en un eterno carnaval de ilusiones tomado como realidad; maquillajes, máscaras y mentiras tomados como verdad. Parecía que todo era más fácil, ¡Podés cobrar sin trabajar!, recibirte sin estudiar,… ¡total todos somos iguales!

La riqueza se transforma en pobreza cuando solo se pretende reciclar y el placer se convierte en miedo cuando se corta con la verdad.

¿Dónde están esos alegres divertidos que hoy comienzan a pensar? ¿Quién ha ahogado sus carcajadas cuando comenzaron a mirar? Ya poco importa la responsabilidad.

El miedo exige seguridad, el miedo quita esperanza, tener miedo significa caminar en la oscuridad. También expresa una falta de confianza y, más aún, no creer. El miedo es como estar a la espera que alguien te va a atacar, que van a lastimarte, que te van a robar. Miedo a empobrecerse, a no cobrar, a no poder mantener tantos bienes poseídos, a no poder comer, a no poder vivir. El miedo es como un loco que te tortura desde dentro de ti mismo, como una posesión oscura e invisible que te saca de la paz.

En muchos lugares hoy se oye “¡Tienen que venir los militares!”, aunque ni siquiera se han dado cuenta que ya no los tenemos, y que tampoco queremos que eso suceda, pero la gente expresa este deseo significando la presencia de alguien que cambie las cosas imperativamente porque se han dado cuenta, o creen, que democráticamente este cambio no es posible. ¿Cómo cambiar la situación actual cuando el error se está haciendo cultura?

La gente opina que esto va a empeorar, también se piensa que una persona no podría poner en orden el país, puesto que el desorden organizado lo destronaría de inmediato, entonces nadie piensa que alguna fuerza política tendría la fuerza ni el poder de cambiar las cosas y marcar un nuevo rumbo de progreso y de verdad.

Los jubilados tienen miedo que dentro de poco ya dejen de cobrar, los sueldos docentes comenzaron a demorar, la obra social ha comenzado a cortar… ¿Qué está pasando con nuestra riqueza nacional? ¿Qué nos está pasando a nosotros? ¿Será que estamos protagonizando en nosotros mismos La Parábola Del Hijo Pródigo? Aquel que reclama precipitadamente la herencia a su padre, lo abandona, la malgasta entre lujos y placeres creyendo que jamás se le terminaría; se queda pobre y solo, chiqueriando miseria, mientras pensaba que en la casa de su padre hasta el último de los peones vivía mejor que él. Pensando en esto volvió a la casa de su padre a pedirle perdón y que lo tome como un simple jornalero. El padre lo esperaba y se adelantó con el perdón, le dio nuevas vestimentas y realizó una fiesta en su honor. (Ver Lc 15, 11-32 >>).

¿En qué parte de esta trama nos encontramos los argentinos? Algunos malgastando, otros en la miseria; quizás alguno pensando en la Misericordia del Señor.

Solo a través de la Iglesia Católica se puede reconstruir el país. Con tus manos, con una nueva mentalidad, con un nuevo corazón. ¿Querés cambiar las cosas? Acercáte y acercá a los tuyos a esta, para generar una nueva misión que nos beneficia a todos, para terminar con los miedos, para vivir en paz.

Cierro con un párrafo del Evangelio Criollo del P. Amado Anzi:

“El mundo es un Hijo Pródigo
que dejó su hogar paterno,
pero, aunque va pa el infierno,
sin embargo el corazón
siempre le hace comezón
pa volver al Dios Eterno.”

Juan C. Starchevich

Este artículo también fue publicado en los siguientes medios:
--o--
La Parábola del Hijo Pródigo
† Evangelio según San Lucas (15, 11-32)
El Padre Misericordioso
Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de herencia que me corresponde”. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo:
“¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros”. Entonces partió y volvió a la casa de su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: “Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus servidores: “Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado”. Y comenzó la fiesta.
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: “Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: “Hace tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!”. Pero el padre le dijo: “Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado”».
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