La transición que atraviesa la argentina y por ende nuestra provincia, evidencia la marcada decadencia que han sufrido, a lo largo de décadas, casi todos los andamiajes de expresión intelectual de nuestra sociedad. La adopción de un nuevo código de valores, pragmático, efímero y exitista, ha consagrado un perfil altamente individualista, alejado del esquema tradicional del interés general o el bien común.
Este orden lejos de contribuir con la común-unidad crea una sociedad disociada donde la realidad no constituye lo cotidiano, sino que lo virtual adquiere ese rango, respaldado por el uso de la tecnología; y el hombre se convierte en una isla alejado del concepto humanístico que lo distinguiera.
El pensamiento humanista que nos acompañara gran parte del siglo pasado, se ha diluido en un nuevo concepto de relación y ello se traduce en el agotamiento de un sistema representativo en lo institucional; y la marcada fragmentación socio-política, nos exigen a un fuerte replanteo de la organización de nuestra comunidad, el grado de compromiso de cada uno de sus hombres, sus roles y competencias en el marco de la autogestión y el apoyo del estado en sus emprendimientos .
¿PODREMOS ACASO RESOLVER EL RESCATE DE LA ACEPCIÓN COMUNIDAD EN SU SIGNIFICADO TRADICIONAL Y AMPLIO DE COMÚN-UNIDAD, COMPLEMENTACIÓN DE LO DIVERSO, SINERGIA, INTEGRACIÓN?
Debemos ser concientes de que no existen fórmulas mágicas. Si agudizamos nuestros sentidos, seguramente que visualizaremos el camino con claridad, aunque esto sea difícil, “la única verdad es la realidad”, y esta, por el momento esta complicada y con muchas necesidades.
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