domingo, 15 de enero de 2012

La virtud de la pregunta

Recuerdo, cuando niño, nos decían: “la escuela es el segundo hogar”, “la maestra es la segunda mamá”… y con estas pequeñas-grandes frases se iba tejiendo nuestra constitución cultural; tela bordada en su seno con el rostro de la familia, familia que fortalece esa tela con ideales heroicos dignos de imitar. Quizás eran hilos de algodón, suaves pero fuertes, crudos pero al mismo tiempo ávidos del color celeste y blanco.
La ignorancia no era una amenaza sino una oportunidad donde se hacía un pueblo, donde se hacía nuestra patria, ambas eran como el desafío de abajarse para unos y así poder subir a los otros, para que los niños cuando crezcan realmente sean grandes, y para que los grandes, al abajarse, sean más grandes aún; ambas eran una misma cosa, ambas eran como los distintos pliegues de un mismo telar. (J C Starchevich).

La virtud de la pregunta
por Stella M. Romaña

Toda investigación científica comienza con una pregunta, el interrogante lleva al descubrimiento de mundos, sirve de incentivo a todo espíritu inquieto, estimula el ingenio para establecer caminos, procedimientos, estrategias que le lleven a la respuesta.

En el niño, cada pregunta lo ubica frente a su mundo, le da la medida de sus potencialidades y sus límites. Encauzar sus inquietudes implica conocer sus juegos, sus temores, el mundo de aventuras con los que se nutre esa pequeña cabecita. Si para una madre es una tarea delicada, a pesar de su autoridad, siendo ímprobo su hacer por el posible desconocimiento propio de un profesional, cuanto mayor es el desconcierto para el docente, agente externo de esa vida familiar que debe reconocer las potencialidades de este ser, que inocentemente da sus primeros pasos en el mundo. Hete aquí que la pregunta adquiere valor de vida, encierra el secreto de sus ansiedades, y en el docente el primer escalón en la ardua tarea de guiarlo hacia el camino de los saberes, donde la emocionalidad adversa se desvanece, sabiéndose cuidado, protegido.
Restringir al niño en la recreación permanente de los interrogantes propios de todo proceso de motivación, cercena sus derechos de libertad al conocimiento y crea comportamientos de insatisfacción, descontento e indiferencia.

¿ES EL TIEMPO DE LA ESCUELA EL TIEMPO DEL NIÑO? La escuela de hoy ofrece un perfil indefinido, semi agencia turística, expuesta a tantos feriados para favorecer al turismo, semi agencia de perfeccionamiento docente, creando más días de asueto para el escolar, y semi agencia editorial, con los manuales con desarrollo de tareas a modo de acertijo que quita creatividad y puede que resuelva una respuesta efectiva pero enlentece su función comunicacional efectiva sin la práctica permanente para el aprendizaje de la escritura, la lectura y redacción además de atentar contra la economía familiar quitándole al hermano menor la oportunidad de utilizar sus libros.

El MAESTRO constreñido en su profesionalidad, como organizador de los aprendizajes, se retrotrae a una mecánica labor que puede ser reemplazada por el ordenador virtual que no concede el trecho emocional que caracteriza la humanización de la "clase”, llamada así, al ámbito tempero-espacial en el que se desarrolla la relación enseñanza-aprendizaje.

¿Y qué podemos decir de los CONTENIDOS? El conocimiento de la lengua, se equipara a la desvalorización de la propia autoestima, por cuanto se reniega de su real valor, desnaturalizando conceptualmente sus significados y reemplazando sus grafismos con una fonética extranjerizante.

¿Cómo posicionar al niño en este mundo globalizado, sin el reconocimiento de los países de las Américas y de los demás continentes, sus historias, y sus culturas?

¿Cómo establecer parámetros de hidalguía y honor sin el reconocimiento de nuestros héroes, imperfectos pero genuinos modelos de vida?

Ejercitar el arte de las preguntas, abre posibilidades a un mundo en el que cada ser ejercita su mayor virtud, la del respeto por su propia valía, el amor al prójimo aún en sus disidencias, y la valía de reconocerse como un ser único e irrepetible, humildemente asequible a toda expresión de vida.


Stella Maris Romaña
DOCENTE

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