miércoles, 6 de junio de 2012

Seguridad en democracia


Nuestro país ha abandonado la profesionalidad, la ciencia, transformando el conocimiento y la idoneidad en un pueblo que juzga a ojo de buen cubero. La seguridad no es un criterio democrático sino fascista, corresponde a la “Doctrina de la Seguridad Nacional”, donde gobierna un “mano dura” mediante un ejército armado. Quién dice “necesitamos seguridad” es como si dijera “quiero que vuelvan los militares” o también “que gobierne nuestro país un Hitler o un Mussolini o un Franco, con sus fuerzas militares y de seguridad”.

¿El pueblo argentino realmente quiere vivir en seguridad? ¿Qué haya más policías? ¿Cuántos? ¿De qué calidad? ¿A quiénes defenderían?

¿No sería mejor vivir en paz, con menos policías, de mejor calidad, que cumplan con su deber?

Muchas personas están pagando seguridad privada e incluso a policías en actividad. Se abre un gran mercado de la seguridad para un pueblo que ha elegido vivir en desorden moral y social, reemplazando la responsabilidad por el placer; pero el placer no es cosa para pobres, es un lujo para ricos, es muy costoso. No se puede vivir en el placer descuidando la responsabilidad y encima pretender que todo funcione como si todos fuésemos responsables.

Lo que hace inseguro a un pueblo es el placer como máximo valor moral en la escala de valores; esto hace inseguro el caminar con libertad, poseer cosas, elegir representantes, ser representados, educados, gobernados, evolucionar para ser cada vez más persona, mejores profesionales, evolucionar en el conocimiento. La inseguridad nos muestra corrupción generalizada, es vivir en un estado de guerra permanente, de desconfianzas, es perder la paz.

Pienso que la gente no quiere decir lo que textualmente dice: “vivir con seguridad”, sino que realmente quiere “vivir en paz”; aunque para esto debemos cambiar nuestra escala de valores morales ubicando a la voluntad por encima de las ganas, porque la fuerza de voluntad genera responsabilidad y madurez, mientras que las ganas solo generan placer y corrupción.

¿Acaso la gente quiere vivir en una ciudad abarrotada de policías transformando al pueblo en un enorme calabozo donde todos somos vigilados, con una progresiva pérdida de la privacidad y desconfiando hasta de nuestros propios vecinos? ¿De dónde traerían a los policías para que cumplan con fidelidad su deber?, para no tener que pedir luego a otros policías que nos defiendan de los anteriores.

Esta situación está transformando al pueblo en súbditos de sus gobernantes, del mismo modo que en las monarquías, donde el rey decide por sí mismo que es lo que tiene que hacer el pueblo, cuanto tiene que pagar al rey, como tiene que vivir. Un pueblo que vive la incoherencia de gobernados empobrecidos y gobernantes que se llenan de riqueza. No hay ideologías políticas sino acuerdos de candidatos de distintos partidos políticos. No hay más correligionarios ni compañeros sino cómplices, como también, descolgados y desvinculados, sumándose estos últimos al grueso de la sociedad que no participa en política.

Vivir en paz, sin embargo, significa vivir sin corrupción, dar buenos ejemplos, ser mejores personas, tener el alma grande, ser de buena voluntad. Significa tener un mismo espíritu, espíritu de unidad que hace de todas las individualidades un solo cuerpo que se reconcilia consigo mismo y con su creador, genera la común unión entre las personas dando como fruto la comunión social. Significa vivir en el verdadero amor, que se traduce en responsabilidad, cuidado por el otro, respeto, hacer el bien, amar a Dios por sobre todas las cosas, amar a los demás como el mismo Dios nos amó y nos sigue amando, sin pedirnos algo a cambio. No robar, no levantar falso testimonio ni mentir, honrar al padre y madre, no desear la mujer del otro ni destruir su familia ni matar su bebé, no codiciar los bienes de los otros y ser cada vez mejores hombres y mejores mujeres, en calidad y en evolución.

Debemos luchar por la paz, desde la misma paz, para terminar con la violencia que genera un estado de guerra permanente; para terminar con actitudes no deseadas de gobernantes y funcionarios; para que los padres vuelvan a tener la patria potestad de sus hijos, en forma efectiva, para que los puedan educar desde la razón y también desde la obligación mediante palizas, si acaso hacen falta, sin que el Estado intervenga el seno de cada familia. No se puede vivir en paz cuando cada quién hace lo que quiere y eso que quiere va en contra de lo necesario.

La paz necesaria es aquella que genera libertad, una libertad diferente a esta que se vive en este estado de corrupción creciente. Debemos lograr la paz para ser libres, pero para esto necesitamos fuerza de voluntad. La voluntad es una propiedad del alma y no del cuerpo. El alma se alimenta del verdadero amor y no de odios ni resentimientos ni deseos de venganza. Debemos lograr la paz, desde el amor, para poder ser libres. Debemos hacer la voluntad de Dios para poder comprender la creación, sus leyes naturales y nuestra propia realidad humana.

Juan C. Starchevich

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