martes, 18 de agosto de 2009

Falta de previsión

Indiscutiblemente el gobierno no ha brillado por su capacidad de anticiparse. No se ha destacado por su habilidad para prevenir lo que venía y lo que viene y ha obviado con ligereza dimensionar en su verdadera magnitud la real envergadura de los problemas que tiene el país.

El grave escenario de la pandemia es solo uno de los aspectos en donde se ha evidenciado esta circunstancia. Después de haber cerrado los vuelos a México, cuando las medidas a adoptar debieron ser fronteras hacia adentro, se abocó a la campaña electoral intentando que el silencio sobre el tema, operara el mágico efecto de hacerlo desaparecer.


El caso es que por más que el tema no estuviera en la agenda oficial, por más que el gobierno no hubiera respondido a los ingentes esfuerzos de la ministro de salud por adoptar un esquema de medidas preventivas con un mayor grado de organización y eficiencia, la enfermedad avanzó, se multiplicó y hoy se encuentra alcanzando una densidad peligrosa.

Pero la Argentina sabe de muchos casos más en los que el estilo oficial, pretendió con su obstinación mantener empecinadamente un rumbo que a las claras mostraba ser el equivocado.

Así por ejemplo, mantuvo férrea e inexplicablemente su posición personal respecto al problema con el campo, transformando una diferencia entre ambos en un conflicto que terminó involucrando y afectando a la sociedad en su conjunto, elevado a niveles de hostilidad inauditos en un gobierno que debe ser el artífice de la concordia.

Con igual criterio, el gobierno mantiene y confirma permanentemente a ministros profundamente cuestionados por la sociedad. Ya casi sin escrúpulos algunos de ellos incurren en conductas que son percibidas como propias de un autoritarismo inconcebible en el dialogo democrático.

No obstante las claras demandas de la ciudadanía de recambio de dichos ministros, el gobierno envuelto y cegado por su propio orgullo, utiliza a la confirmación de los funcionarios cuestionados como una demostración de lo soberano de su voluntad que es capaz de mantenerse aún por encima del reclamo masivo de la sociedad.

El gobierno tampoco se anticipó a los efectos de la crisis y después de una patológica negación inicial no tuvo otra alternativa más que admitir la presencia, los efectos y el profundo impacto que la misma produjo en nuestro país, pero lo hizo cuando el incendio ya se había tornado incontrolable.

La negación, la mirada hacia otro lado, el pretender minimizar la gravedad de los problemas, la urgencia de los reclamos y las demandas de la sociedad, ha sido una constante en este gobierno, que ha mantenido su gestión sobre el escenario virtual de una realidad acomodada a sus propias descripciones.

Y esta negación, finalmente vio su resultado en las elecciones, porque la ciudadanía le ha mostrado al gobierno que ya no le perdona mirar hacia otro lado cuando hay problemas y que su resistencia a los cambios demandados, es vivida como una provocación que termina mostrándose en el único espacio al que se redujo la participación ciudadana.

Esperamos que el gobierno, tome nota de lo que sucedió y tenga la capacidad de escuchar a la sociedad, asumiendo que hay errores que deben corregirse y privilegiando por sobre el armado del poder, la búsqueda de aliados y los intereses sectarios, el bien común de todos los argentinos.

El duelo de la derrota tiene que hacerse rápido y las urgencias actuales no permiten tomarse tiempo para abocarse a la gestión. Ahora es el momento de comenzar a resolver problemas y trabajar en ellos, esa será la mejor forma de lograr aliados del gobierno en este momento de gran debilidad.

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