Calles obstruidas que no permiten circular con tranquila libertad; ruidos que aturden, improperios de aquellos que no saben controlar su emocionalidad, soportar largas colas para toda gestión, precios sin control en productos necesarios, en fin, interminable la lista de cuestiones que perturban a diario. El límite de tolerancia excede nuestra capacidad de personas educadas y se recurre a un sin fin de técnicas de relajación y distención, para el logro del bienestar ansiado.
La naturaleza ¡gracias a Dios!, ha puesto el remedio, en parte, a todas estas angustias, y el color angustias en su florescencia rosa en tonos degradé de lapachos y falsos caobas, o de blancos copos o amarillas campanillas nos devuelve el valor hospitalario y gentil de una Resistencia que cual fraternal condescendencia nos deposita la rosa alfombra tachonada de blancas estrellas en un piso de campanas de oro titilando al viento para que nuestros ojos se deleiten y podamos sacar del corazón nuestro mejor sentir, acompañando a la sonrisa, y rememorando esa plaza tan cuidada, perfumada de rosas jazmines y magnolia foscata que nos deleitaba en domingo con la actuación de la banda.
Sí mis queridos amigos, hoy, festejo mi premio el privilegio de una niña, joven y adulta caminando por esa, la Resistencia a la que desde mi otra mirada resurge con su valor de existencia.
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