jueves, 24 de febrero de 2011

¿Los hombres a terapia?

¿Qué les pasa a los hombres? ¿Por qué les cuesta acercarse a una terapia?

por Lic. Laura Fichendler (Bs As); Enviado por Stella M. Romaña (Resistencia, Chaco).

¿No es extraño que el hombre para reconocer que necesita una terapia deba estar tocando fondo?

El 99% de quienes se acercan a un proceso terapéutico son mujeres.

Y los hombres ¿están tan bien que no la necesitan? ¿Tienen todo tan claro?

Entonces, ¿por qué el 99% de las consultas se refieren a problemas de pareja o en el caso de la mujer la imposibilidad de encontrar un hombre afín que pueda comunicarse con ella amorosamente. ¿Por qué tantos problemas de pareja y tanta separación?

Son grandes preguntas que merecen una humilde reflexión.

El cerebro del varón funciona diferente al de la mujer. Es más práctico, expeditivo, concreto y lógico; y la mujer, más emocional, maternal por instinto, reflexiva y de cuestionarse, de preguntarse qué le ocurre, está más abocada al sentir.

Entonces, cómo puede haber encuentro exitoso entre ambos si son tan diferentes?

La mujer ha alcanzado en los últimos años o décadas equipararse al varón en cuanto a lo laboral, lo lógico y racional, sin perder su femineidad (aunque muchos digan lo contrario) y sin tapar sus emociones.

En cambio el varón se ha quedado rezagado con respecto a ella, abocado la mayoría de las veces sólo a crecer laboralmente, dejando de lado sus áreas internas, casualmente las más ricas que posee, porque no es bien visto un hombre “macho” que sienta. Entonces, el varón oculta y esconde sus emociones, no las revisa porque a él no le pasa nada y todo está bien.

Hasta que lamentablemente se produce una eclosión en la pareja y todo se le viene abajo.

Emocionalmente el varón se comporta como un niño en el cuerpo de un adulto y cuanto menos terapia e introspección haga, más reacciones emocionales infantiles expresa.

Se dedicó a generarse recursos para ganar la batalla de la lucha diaria, de conseguir el sustento y eso es todo y la mujer ha crecido tanto en las últimas décadas que se ha transformado en abastecedora, incluso muchas veces superando al varón.

En ese sentido, la capacidad mental, la creatividad y lo expeditiva que también puede ser una mujer, a veces llevada por la necesidad de salir a mantener a sus hijos, hizo que creciera mucho y que el varón haya quedado rezagado.

Cuando el varón se encuentra con un fracaso económico se desmorona, no tiene recursos emocionales que lo ayuden a enfrentar la crisis.

La mujer en cambio, generara nuevas estrategias, hará uso de recursos internos y seguramente descubrirá que cuenta con más recursos de los que creía tener y en pos de la manutención de sus crios volverá a intentarlo una y otra vez hasta lograrlo y de ahí en más ya no tiene límites en su crecimiento, tanto económico como emocional.

La diferencia estriba en que mientras crece lógicamente y en la práctica concreta, va creciendo también emocionalmente. Es en este sentido que el hombre ha quedado rezagado

Mujeres que progresan en lo laboral y material y varones que como niños se quedan mirando su crecimiento sin saber qué hacer.

La calle, lo laboral, el dinero ya no es territorio exclusivo del hombre.

Mujeres que mantienen sus casas sin problema y muchas veces inclusive mantienen al hombre o ganan más que él, y en algún sentido éste pasa a ocupar el rol de un hijo más y cuando se llega a este punto la mujer dejó de encontrar en ese varón algún atractivo que la haga permanecer a su lado.

Los varones, por otro lado, se apabullan, mueren de miedo ante semejante crecimiento, no saben qué hacer porque no cuentan con recursos internos para enfrentar esos cambios, se produce el crack y finaliza la pareja.

No se puede decir que es un cambio de roles lo que acontece sino un equiparación de ellos.

Pero, en definitiva, el varón perdió. Perdió su autoestima, se dio cuenta que lo que aportaba él (manutención) que era lo que se suponía le otorgaba poder en la relación, ya no le funciona, y que sus escasos recursos emocionales no le alcanzan para tomar las riendas nuevamente en la relación sumado a la falta de comunicación en la pareja y las broncas sin disolver que destruyeron todo.

¿Qué les ocurre a los varones que no se atreven a ver que les pasa internamente?

¿Qué les pasa a los varones que no se dan cuenta que sus emociones infantiles, sin elaborar los estancan como seres humanos?

La mujer en la actualidad, ya no se somete a lo que no quiere, como hicieron nuestras madres y abuelas.

Y el varón cree que trabajar sobre sus emociones infantiles los afemina, que les quita hombría y entonces dice no necesitar y apoyándose en la negación de la dificultad no logra adaptarse a los cambios y luego, cuando toca fondo y decide buscar ayuda, por lo general es tarde.

Se disolvió la pareja, se diluyó el amor que los unía, los proyectos comunes, se disolvió la familia y cada cual continuara por otro camino.

¿Cómo es que los varones no se dan cuenta de esto?

A un proceso terapéutico acceden 50 mujeres por 1 hombre que se atreve.

Es llamativo! Como para pensar...

Les envío un cálido abrazo y que tengamos un fin de semana maravilloso
y pleno de bendiciones

Lic. Laura


Querida Laura:
Creo que estamos pasando por situaciones semejantes al cambio de siglo del XIX al XX. La cultura argentina y me atrevo a afirmar que en la mayoría de los demás países, ha cambiado sus formas de vida, y por supuesto varían los parámetros que marcan valores, el hombre se aísla del contacto con el prójimo y vive emocionalmente desde otro lugar.

Mucho sobre el comportamiento masculino es obra de la educación materna, quien sigue sin equiparar en el hogar funciones igualitarias tanto para el varón como para la mujer.

Desprendernos de la crisis para aceptar el cambio nos enfrenta al hombre y la mujer y a ambos nos cuesta respetar el espacio individual en su total dimensión

la necesidad de expresarse emocionalmente ha variado diluyendo el concepto de privado y público y el desenfado confunde la responsabilidad con una manera "frontal" en el proceder, que es nada más que un liviano comportamiento evitando el compromiso que generan sus propias acciones.

La formalidad ha quedado reducida al protocolo burocrático de papeles administrativos desprovistos de identidad y sentido pertinente.

La base fundamental de la sociedad cual es la familia reemplaza el término de esposos por "estamos juntos" obviando el somos concubinos.

Y ni que hablar de nuestra lengua, la que en lugar de enriquecerse, se bastardea con vocablos en otros idiomas para el uso diario, se reemplaza la "c" o la "q" por la "k", apóstrofe por la abreviatura y los signos por palabras.

En fin todo esto son los cambios que trae el nuevo siglo en esta primera década, y mientras tanto el hombre sigue siendo igual salvo el caso que se logre la conversión en mutantes…

Stella Maris Romaña

Interesante reflexión de Laura y la opinión de Stella:
Aún así creo que esto merece sumergir el buzo a mayor profundidad, lugar que exige encender una linterna. Profundidad y luz, pues una pareja, para ser lo que anhela, debe ser una sola cosa para que funcione del modo que el fondo del corazón y de la razón exige. Este es el primer problema a alumbrar dentro de esta profundidad tan misteriosa y oscura para el hombre y mujer de hoy.
Una pareja puede ser vista de diferentes modos, por ejemplo, existen parejas para tirar de un carro, y suelen poner un animal lento con uno rápido, para combinar sus esfuerzos y lograr un óptimo desplazamiento del carro. Otro ejemplo es la collara, significa acollarar, unir dos animales, uno chúcaro y el otro manso, mediante una cadena muy corta atada en ambos “cogotes” y les obliga a andar casi pegados uno al otro por el campo mientras se alimentan y desarrollan su vida animal tantos días como su amo considere suficientes al ver al animal chúcaro convertido en manso. Existen otros ejemplos de la cultura animal, que por su propio instinto se niega a ser domado, adiestrado, domesticado, pues prefiere seguir siempre su instinto salvaje.

Otro modo de ver la pareja es desde el punto de vista humano, donde existe el amor, como collara; la razón, como fuente de equilibrio; la inteligencia, para tirar parejo; y la voluntad, para desarrollarnos, madurar, evolucionar como personas, haciendo uso del amor, la razón y la inteligencia para darnos cuenta quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Esto nos transforma en hombres y mujeres de buena voluntad.

En una pareja humana el hombre se une a la mujer para luego ser una sola cosa, un solo cuerpo, pero un cuerpo con dos cabezas es un monstruo, y quién necesita terapia es quién se siente confundido, pues el rol que está desarrollando no es el propio.

Cuando la mujer decide reemplazar al hombre, al hombre le parece bien y la deja que pruebe y experimente su rol deseado, entonces el hombre descansa mientras observa a esa mujer que lo ha desafiado en sus responsabilidades naturales. Pero el hombre no hará las cosas de la mujer por la simple razón que el hombre jamás ha luchado por parecerse ni superarla a ella.

El hombre ya no cumple su función, entonces no puede madurar por la sencilla razón que ya no se exige de él responsabilidad como tal. La mujer se transforma en mujer y hombre haciendo mal la función de mujer y la función de hombre, debe ir a terapia. El hombre se transforma en un especie de hijo de su propia esposa, inmaduro, irresponsable, un niño con cuerpo de grande que solo irá a terapia cuando su mamá lo mande, y cuando llegue allí no sabrá que decirle al terapeuta.

Este es un problema que estamos viviendo en este siglo, pero no es un problema de siglo como si el ser humano estaría regido por la conducta de los astros o del tiempo independientemente de su voluntad. Si el hombre retomara su camino, entonces la mujer volverá a encontrar el suyo.

Ya no hará falta terapeutas.

Juan C. Starchevich

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