Hace algún tiempo cercano, y durante muchos años el respetable Movimiento Justicialista aspiraba y lograba mayoría de bancas en la legislatura planteando soluciones de fondo a nuestros problemas sociales. Esto significa revolución, pues es una de las identidades más marcadas de nuestro movimiento porque el peronismo es revolucionario y totalmente opuesto a aquellos que se autodenominan progresistas (partidos de ideologías contrarias). La revolución peronista ha marcado huellas muy profundas en nuestra historia, en nuestra gente; por mucho tiempo fue el pan de cada día de los oprimidos que se liberaban y adquirían dignidad humana, pues la necesidad postula derechos en una mentalidad humana sustentada en un razonamiento cristiano que lo hace al hombre más humano.
Debemos tener cuidado de no deslumbrarnos tanto con la ambición de poder sustentada en sí misma, pues estamos haciendo una siembra de malos frutos para nuestros hijos y las generaciones venideras. La siembra se efectúa con el equilibrio político que surge de un modo natural en las personas y no de un modo de imposición que altere el normal desarrollo de la vocación política y social tan necesaria para los cambios de fondo en nuestra sociedad que marcha a la deriva.
Al Partido Justicialista le han quitado el derecho de ser minoría en la cámara en estas elecciones. Ya ni siquiera puede aspirar a perder, ya prácticamente no existe.
Al Partido político más grande de nuestro país lo han convertido, por la fuerza, en el partido más pequeño de la historia, pues ya no sabemos si en toda la lista de candidatos existe algún compañero. ¿Cómo se entiende el peronismo sin peronistas? ¿Acaso se quiere destruir hasta el mismo recuerdo de una causa que ha llenado de alegría y dignidad a nuestro pueblo?
En estas elecciones estoy de luto, no quiero votar. Voy a acompañar desde mi silencio a aquel que sin culpa alguna hoy agoniza en el matadero.
¡Qué hermosa es nuestra doctrina!, ¡da orgullo ser peronista! … pero ahora es tan solo un lindo recuerdo.
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