Señor, enséñanos a rezar

Perico Huerta (Córdoba)

    El evangelio de hoy empieza con una pregunta a Jesús: ¿Enséñanos a rezar? Y Jesús le responde con una palabra que los judíos no lo usaban para referirse a Dios; Padre.

    Inicia su oración con una sola palabra PADRE, que en arameo tiene un significado impresionante ya que Padre es el que provee todo el que nos da seguridad, el que nos acompaña y nos abraza en los momentos difíciles, al que podemos recurrir ante cualquier adversidad, como lo hizo el hijo pródigo al volver a la casa de su padre, recordando cómo trataba su papá a sus empleados.

    Hoy la palabra PADRE nuevamente Me conmovió al asociarlo con todos esos hechos que a mí me pasan, que son muy buenos para mí, que no solo tienen que ver con lo económico, sino que sobre todo tienen que ver con lo afectivo, con la delicadeza de los gestos de personas que ni siquiera conozco.

    Es un día para dar gracias y atender, no solo a las cosas Macro que nos condicionan, sino esos pequeños detalles de lo cotidiano que me pasan con los seres queridos y con otros que son extraños, pero que muestran que él, nuestro PADRE del cielo está detrás de eso que no sucede y es bueno para nosotros.

    En mi vida hay dos momentos importantes en lo que hace a mi Fe cristiana:

    El primero cuando decidí volver a la vida de la práctica religiosa, y por esas cuestiones de la vida me enganché con las homilías dominicales de monseñor Primatesta en la Catedral.

En Muchas de sus homilías hablaba con un cariño y gran delicadeza de la historia del pueblo de Israel, siempre abrazado por el Padre del Cielo con paciencia y misericordia infinita, que me conmovió y me alentó a buscar Su presencia.

    El segundo hecho tiene que ver con don Giussani, que en cada una de sus intervenciones nos señalaba que ciertos hechos son SIGNOS que hablan de Su presencia, de la presencia del Padre Misericordioso que sale a nuestro encuentro. Él toma la iniciativa.

Con el tiempo fui verificando en mi vida que me pasaban cosas, que las podía atribuir a la suerte, o que me llevaban a identificar el accionar libre del Padre del Cielo que salía a mi encuentro, porque quería relacionarse conmigo, respetando mi libertad, acompañándome en el camino que eligiese.