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Recibió premio Rodolfo Walsh |
Los ladrones están en el Poder y no va a ser fácil aplicar justicia en ellos.
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Recibió premio Rodolfo Walsh |
Europa conoce por experiencia propia lo que significa apartarse de Dios, especialmente de la Iglesia Católica. No quieren regresar a las dictaduras deshumanizantes ni campos de concentración... Saben muy bien que al quitar un crucifijo, aunque en apariencia la pared quedara vacía, lo estarían reemplazando por esas ideologías, invisibles al ojo humano, que mutilan y crucifican al hombre y al mundo.En una nueva sentencia el Tribunal de Estrasburgo reconoce que el crucifijo en las aulas no viola los derechos de los padres a la educación de sus hijos.
El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado se unen estrechamente a la santísima Eucaristía y a ella se ordenan.
El mundo, nuestro país, nuestro propio razonamiento se está acostumbrando a mirar “solamente” desde un solo punto de vista. Este punto de vista, naturalmente, es parcial (relativo), pues aunque no nos demos cuenta responde a una ideología aún cuando creyésemos que es una propia elaboración humana “real” despojada de creencias religiosas dependientes de seudos-iluminados cuyos consejos solo sirven para sus seguidores inmersos dentro de sus propias fantasías. Estas cosas existen, pues existen muchas religiones “creadas por el hombre” y no tienen nada que ver con la realidad de vida ni la realidad sobrenatural ni la realidad divina. Se llaman religiones, son muchas y no responden a la pregunta fundamental del hombre.
Es cuando un corazón que se va deja la mitad con quien se queda.
Suele ocurrir que en algunos momentos de la vida nos ponemos a pensar si somos agradables a Dios, queremos saber qué piensa Él de nosotros; también pensamos: ¿Cuando muera, iré al cielo?, ¿a quién pertenezco?, ¿a mí mismo, al mundo, a Dios, al Demonio?
Muchas veces nos conformamos y consolamos con nuestras propias respuestas surgidas de una relativa intuición que no da garantía alguna de veracidad. Una fantasía más propia de cuentos de hadas y dibujitos animados que de la realidad verdadera de nuestra propia identidad.
Decimos muchas cosas de nosotros y de los demás; redefinimos, según nuestro propio criterio, el concepto de pecado, del amor, felicidad, eternidad… Solo son juicios sustentados en la sola evidencia de la imaginación, de nuestros propios deseos y temores.
Veamos qué nos dice aquel quién es el camino, la verdad y la vida.
Juan C. Starchevich