por Juan C. Starchevich
- Los lectores también leyeron la siguiente novela: Resonancia en el alma >>
Parte II
Parte III
Parte IV
Capítulo dieciocho -El hombre- >>
Parte V
Capítulo veinte >>
Capítulo veintiuno >>
Sebastián tiene veintiocho años y lleva separado de Juliana un año y cuatro meses, vivieron juntos casi seis años en una casa construida con el plan Eva Perón de dos dormitorios y cocina comedor que pertenece a los padres de Juliana y se la prestaban momentáneamente.
Pepe se acerca al mostrador en su casa de electricidad: “Ampérage élevé”, en Ayacucho al 1500, con unos materiales y herramientas que Sebastián está comprando: —Aquí tenés un rollo de cables de 2,5 mm, 30 metros de 4 mm; 5 terminales de 2,5 mm, 2 terminales de 4 mm; un buscapolo, un alicate y dos rollos de cinta aisladora —Dice Pepe, cargando todo dentro de una caja mientras Sebastián se aproxima a la registradora a pagar su factura—. Tengo que ir al banco y tu casa está de camino, así que esperame unos segundos que te llevo. —Dio algunas instrucciones a un empleado y salieron dando unas palmaditas en la espalda de su amigo.
Conflicto de intereses femeninos y celos tremendos e infernales que arden en el interior de Isabella con ese corazón donde corre sangre italiana que parece explotar mostrando torpes movimientos nerviosos de su cuerpo y mirada malévola que parecían exhalar fuego por sus ojos. Inquieta y perdiendo el equilibrio sobre sus zapatos tacos altos al lado de un banco de la plaza donde encima de él lo tiene de pie a Pedrito acomodando el cinto de su pantalón.
Ricardo es un hombre que ha sido beneficiado por la naturaleza de la vida. Desde niño solo tenía que vivir y nada más. Tenía siempre la simpatía y belleza que les hacían muy fáciles las relaciones personales. Se ha ganado el apego y privilegio de sus padres que lo tomaron algo así como un símbolo de adoración y hasta casi de modo religioso. En su adolescencia y juventud fue siempre demandado por el interés y la pasión por todas las chicas que se cruzaban en su camino. ¿Lo amaban? ¡No! ¡Seguro que no! Sólo se veían atraídas por él y lo usaban únicamente para satisfacer los deseos de sus fantasías y pasiones sexuales. Se creía exaltado y solo era exhibido. Se le hizo muy fácil la vida en estos aspectos, aunque ignoraba que debía prepararse en todos los otros con extremado esfuerzo para poder lograr conseguir todos los otros objetivos de la vida. La naturaleza muchas veces nos dota de regalos que resaltan algunos talantes de nuestra personalidad, aunque nos hace adolecer notablemente de todos los otros que debemos lograrlo con nuestro propio esfuerzo.
Daniel se recibió de ingeniero cuando tenía treinta años y se sentía agotado por toda la cantidad que tuvo que estudiar. Estaba muy cansado pero él pensó que estaba viejo, hizo una interpretación equivocada de su estado actual. No tenía nada de viejo, solo estaba cansado.
Noche de primera cita, nervios y tensiones dentro de esa inmensa ilusión de un primer encuentro cuando todavía no se han visto bien sus rostros, solo se han visto sus figuras en un corto tiempo, una vista casi al vuelo donde solo queda su contorno sin precisar con nitidez los detalles del rostro, sus ojos, gestos, voces. Es la hora donde aparecerán todos juntos, se verán bien por primera vez, hablarán por primera vez. Habrá que elegir la ropa adecuada, las actitudes adecuadas, las palabras.
Parte I
Capítulo uno
—…, el que fracasa en el matrimonio fracasa en la vida —. Concluye su alocución este brillante orador en el aula magna de la universidad ante una presencia bastante heterogénea y muy numerosa de un público que no se animaba a formular preguntas frente a tan importante tema referido a la familia, su importancia, roles y consecuencias.
—Vamos, fracasados —dijo Sebastián a su grupo de amigos al concluir este hermoso y profundo encuentro didáctico y abierto, desarrollado por un panel multidisciplinario integrado por un médico, una psicóloga, un filósofo y un sacerdote que dio el broche final provocando un respetuoso silencio en ese auditorio que ya se va retirando, algunos como mirando a cualquier parte, pensando en esa frase final del Padre Domingo, como sentencia firme y auto infringida por falta de madurez de alguno de los cónyuges o simplemente de ambos.
Sebastián lo dijo casi en broma a sus cuatro amigos: Daniel, Ricardo, Pepe y Camilo, sin alcanzar a entender la magnitud y profundidad que expresa esa frase frente a esta gran pandemia de rupturas matrimoniales que está matando a las familias sin que ningún gobierno se preocupe en conseguir remedios ni vacunas para el caso, sino que alienta mediante las instituciones del Estado a mirar a la familia como un paradigma anticuado y obsoleto que debe ser reemplazado por nuevas formas y modelos de relacionarse humanamente mediante la pro-institución (prostitución), del matrimonio.
—La noche está joven aún —Dijo Camilo mientras conducía su auto invitando a sus amigos a beber unas cervezas en un cómodo y confortable café-bar “Fleeting Love”, en la esquina de Av. Suipacha y Vedia, al frente de la plaza Dorrego, concurrida por jóvenes gimnastas que caminan alrededor de ella. Hermosas mujeres con calzas ajustadas que hacen elongaciones de piernas sobre unos bancos de cemento y otras acostadas en el césped haciendo algunos movimientos, en esta noche de veinticinco grados de temperatura y un acogedor paisaje de árboles frondosos. Cercos de ligustrinas que acompañan la silueta de los cuatro accesos centrales y una iluminación moderada que permite visualizar cada espacio de esta plaza.
Cinco hombres separados de sus esposas, sedientos de jovencitas atractivas, se ubican en una mesa que muestra todo el panorama de lo que acontece en la plaza.
—Traiga una fuente de calamares rebozados, bastante limón y dos cervezas —Pidió Daniel al mozo, mientras Ricardo exclamaba con su mirada hacia la plaza diciendo: — ¡Miren esa mina! ¡Está terrible!, juntando sus manos con gestos de pasión, sumándose Pepe y Camilo a estos gestos y exclamaciones. Sebastián y Daniel se muestran muy tranquilos ignorando las expresiones de los otros tres y mostrándose ajenos a lo que ocurre en la plaza.
— ¿Qué les pasa a ustedes? —dice Pepe mirando a los dos— ¡Pongan onda, que la vida es diversión!
— ¡Ánimo, amigo! —Dice Ricardo, dando un empujoncito en el hombro de Daniel—. Ahora que estamos solos debemos disfrutar de la vida. ¡Alegrate, che!
Se acerca el mozo portando con gran habilidad una bandeja en su mano izquierda con dos cervezas bien heladas dentro de baldecitos con hielo, cinco vasos que han sido sumergidos en agua de hielo y tres bandejas de cuatro divisiones cada una con cazuela de mondongo, trocitos de queso, salame, aceitunas, maníes, pasta de roquefort con manteca y una panera con rodajas de pan común y tostadas. Martín, el mozo, distribuye los vasos, ubica la panera en el centro rodeándola con las bandejas de ingredientes y coloca en ambos lados los baldes con las cervezas, buscó en el bolsillo de su chaqueta blanca un destapador y con una conducta propia de un servidor del castillo real, envuelve con una servilleta blanca cada botella que destapa y va sirviendo en cada vaso alrededor de la mesa. Retira el balde con la botella vacía y acomoda la otra en un espacio medio.
—Es que me dejó pensando lo que dijo aquel cura —Luego de una pausa, responde Daniel mirando hacia el centro de la mesa mientras pincha un trozo de queso con un escarbadientes.
—Yo también estoy muy preocupado por lo que dijo el Padre Domingo —Dice Sebastián— así que hoy no tengo muchas ganas de reírme.
— ¿Qué era lo que dijo ese cura? —Pregunta Camilo, haciendo irónicamente un gesto de olvido.
—“El que fracasa en el matrimonio fracasa en la vida” —Les recuerda Daniel, con voz pausada y baja, mostrando un semblante de preocupación.
Llega Martín con la bandeja de esos calamares crocantes con abundantes rodajas de limón y otras dos botellas de cerveza en el momento que debía iniciarse este gran debate donde nadie se atrevía a dar la opinión inicial. Las chicas seguían en la plaza pero los cinco amigos ya no las miraban. Comenzaron a servirse los calamares y cerveza dentro de un instante de silencio.
Martín, aprovechando los espacios de callada, muy sutilmente va retirando envases y bandejas vacías y sigilosamente se retira para no interrumpir la conversación.
—“El que fracasa en el matrimonio fracasa en la vida”, ¿será cierto esto? —Dice Ricardo mientras le derrama un chorrito de limón a su raba crocante y bien calentita.
—Somos jóvenes todavía y tenemos toda una vida por delante —Afirma Pepe— ¡Eso no puede ser cierto!, al menos para nosotros.
Noche de amigos con la alegría del encuentro luego de algunos años que no se veían, pero todos con heridas y algunas muy profundas, como esos soldados que han vuelto de la guerra, algunos con amputaciones, otros con diversas cicatrices, dolores, traumas e impotencias. Han vuelto también de una guerra, aun cuando no son soldados, donde a algunos le amputaron sus hijos, a otro su vivienda que le ha costado años de esfuerzo construirla, a otro su amada esposa que no puede dejar de quererla y ya no puede volver a conseguirla. Mutilados, heridos y dolientes caminan en la vida intentando distraerse para olvidar lo que han perdido, como aquel iluso que solo se limitó a apagar la alarma pensando que con ello apagaba el incendio, sin darse cuenta que mientras tanto el fuego sigue consumiendo todo el edificio.
Separarse no es tan fácil porque hay que romper algo que alguna vez se ha amado y que luego con el tiempo se echa de menos y en muchos casos no es posible volver atrás. Mucha gente elige vivir y convivir con su razón, con su capricho, con su orgullo que con su pareja. El orgullo y los caprichos entran en la pareja como un amante invisible que no ama sino que odia destruyendo la fidelidad conyugal. La infidelidad es un obstáculo demasiado grande que en la mayoría de los casos hace imposible la reconciliación.
No es para nada fácil romper la ligazón con los hijos porque ellos necesitan de los dos todo el tiempo. Además necesitan ver que sus padres se aman. Ser padres no es para cualquiera al igual que ser esposos. Sebastián ama a sus dos hijos, los extraña y quiere estar con ellos, necesita verlos crecer día a día y no encontrarlos luego crecidos habiendo perdido para siempre a esos niños que ya han muerto al transformarse en adultos. Debe conformarse con verlos solo los domingos en la casa de sus suegros en algún rincón del lugar para poder hablar y estar un rato con ellos dentro de esa inmensa alegría del encuentro y la enorme tristeza de la despedida.
Necesita verlos. ¿Acaso es suficiente? ¿Qué se busca con esto? No es suficiente para los hijos, no es suficiente para los padres; quizás solo sirva para calmar momentáneamente ese dolor haciendo de las visitas un especie de analgésico que no cura, no sana y no arregla nada. Es una total inmadurez de los adultos que han tomado la decisión de encontrar la felicidad por caminos separados sin tener la menor consciencia que alguna vez se han transformado en una sola cosa, que luego, separarla significa romperla. Una terrible y total inmadurez de los adultos que han perdido la conciencia de la responsabilidad reemplazándola por el placer o por caprichos o por orgullo. Aquí todos sufren, todos salen perdiendo, aunque alguno piense que ha ganado algo como por ejemplo, libertad, independencia y cosas por el estilo. No se tendrían que haber separado. Más aún, no se deberían haber casado. Aún más, no debían tener hijos. Pero si se han casado y tenido hijos, entonces la felicidad, la independencia y la libertad solo están en la responsabilidad como personas adultas y maduras que ya no tienen el derecho de pensar individualmente porque son generadores de una familia que depende solo de ellos.
—Papá ¿Cuándo vas a volver a casa? —Pregunta Jimena con sus siete años de edad, negándose rotundamente a la idea de resignarse a perder a su tan amado padre.
— ¿Por qué nos abandonaste papá? —Con tristeza pregunta Raúl que tiene cinco años y no alcanza a entender el significado de la separación, en esta vida de dolor que le exige al niño una prematura y rápida madurez como a esa fruta que se la corta verde y se la envuelve en un papel para que madure rápido, perdiendo la dulzura natural y todos los nutrientes restantes que todavía debe darle el árbol.
Son preguntas muy difíciles de responder en este escenario tan particular donde es más fácil explicar el amor que cuando este se destruye, entonces se responde con el silencio y un semblante lleno de tristeza del mismo modo que al dar el pésame a un amigo en el funeral de su ser muy querido.
—Más adelante los llevaré a mi casa para pasar el día juntos —Dice Sebastián mientras besa la frente de Raulito.
— ¿Mamá también irá con nosotros? —Insiste Raulito—. Yo quiero que estemos todos juntos —llenando sus ojos de ilusión.
Otra pregunta sin respuesta que apresura un poco la despedida mientras Raúl se prende fuertemente del cuello de su padre sin querer soltarlo para que no se vaya todavía. Al mismo tiempo que Jimena se amarra fuertemente abrazando sus piernas con la misma intención que su hermano. Llega la abuela y una tía para facilitar la despedida bebiendo ese trago amargo del llanto de estos dos niños que se quedan sin su padre.
—Es mejor que sus padres vivan así —Dice la abuela—. Cuando sean mayores lo entenderán.
Otra cosa que los niños no logran entender, creyendo interpretar que el amor y la sensibilidad de los sentimientos es solo cosas de niños y que no ocurre en los adultos, por lo tanto, piensan que a medida que vayan creciendo, estos sentimientos irán desapareciendo, entonces conviene ir comenzando desde ya a dejar de sentir, deben comenzar a dejar de amar.
—Y ¿Cómo va tu negocio? —pregunta Sebastián.
—Se vende bien, pero estamos a ciegas con los precios. No tengo ni idea con qué costo llegará la nueva partida de reposición. Además de esto, mi ex cada vez me pide más dinero —. Con gestos de disconformidad responde su amigo.
—Pero, con la mina que tenés, ¡tremenda hembra!, yo no me preocuparía tanto —Sonriendo, acota Sebastián.
—Otro tremendo gasto más —responde Pepe— Entre el Estado, mi ex y esta mujer, me van a convertir en indigente jajaja —Sonó la risa de los dos cuando ya están llegando al departamento de Sebastián.
Sebastián vive sólo en un pequeño departamento de alquiler formando una fila de cinco departamentos iguales pegados unos a otros como vagones de un tren y otros cinco al frente separados por un pasillo en común de tres metros y medio, donde solo viven personas solas, estudiantes, trabajadores, solteros y separados. Los departamentos tienen un dormitorio con cocina y comedor, todo en un mismo ambiente de tres metros por tres y, en dirección de la pequeña mesada, con bacha, de la cocina sobre la pared que da al pasillo y al otro lado de la puerta principal está un baño de un metro cincuenta por metro cincuenta que en el exterior y formando parte del fondo del dormitorio existe un pequeño placar para la ropa. Piso de cerámicas grises y cama de una plaza; paredes revocadas y pintadas de blanco, cielorraso de madera machimbrada bajo techo de chapas; un aire acondicionado de dos mil frigorías y una pequeña heladera. Una única ventana hacia el pasillo de noventa por sesenta de alto con marcos de madera, dos hojas de vidrio interiores, dos hojas de persianas por fuera y cierre de planchuelas metálicas corredizas, mediante perillas giratorias, en ambos casos.
Sebastián es electricista y se dedica a hacer instalaciones y reparaciones domiciliarias. Hace unos años comenzó a estudiar ingeniería electromecánica logrando alcanzar el tercer año de la carrera y tuvo que abandonar sus estudios cuando ha tomado la decisión de casarse porque Jimena ya venía en camino cumpliendo el segundo mes de embarazo de Juliana que se encontraba estudiando el segundo año del profesorado en letras, cuando los padres de Juliana precipitaron el casamiento, con un embarazo en camino y dos frustraciones de objetivos truncados.
En ese tiempo, comenzó a perderse el atractivo de Juliana ante los ojos de Sebastián, ya no se arregla como cuando era su novia, no se pinta las uñas, no usa esa ropa ajustada que la hacía ver tan sexi, ya no resalta sus ojos ni pestañas creando ese embrujo irresistible que lo ponía de rodillas como ante la reina del sexo y la pasión que prometía placer eterno. Era solo una mujer casi pálida de vestido suelto y ojotas que por momentos barría o lavaba la ropa o le estaba dando de mamar a Jimena. Ya no era la reina del sexo ni de la pasión.
Mientras tanto Sebastián tenía que trabajar mañana y tarde cargando y descargando cajones de gaseosas, vinos y cervezas en un camión de reparto a los almacenes de la ciudad mientras que por la noche hacía el curso de electricista con esos planes de formación profesional que se dictan en las escuelas técnicas con seis meses de duración.
Ya no era ese potro salvaje que excitaba a Juliana, era solo un pobre obrero que regresaba a casa maloliente, cansado y con la ropa sucia que ella debía lavar de inmediato porque muy pronto la tenía que volver a usar. Ya no poseía esa mirada seductora y esa forma de pararse que atraía tanto a Juliana, sino un hombre serio, cansado y casi malhumorado que regresaba del curso a las doce de la noche a cenar y dormir porque le esperaba un duro trabajo a primeras horas del día siguiente.
El sexo se convirtió solo en una descarga de tensiones, ya no hacían el amor, solo tenían un pequeño instante de sexo con un placer que a los pocos minutos se evaporaba; aunque esto ya era suficiente para encargar a Raulito.
Les sorprendió la vida de repente. No lo sabían. ¿Por qué no lo sabían? ¿Acaso no son mayores de edad? Tendrían que saberlo. ¡Tienen que saberlo! ¡Ya son adultos!, pero, ¿dónde se enseña esto? En la escuela no dijeron nada, ni en la primaria ni en la secundaria ni en la facultad.
— ¿Dónde existe esa escuela donde te enseñan a ser padre, esposo, novio? ¿¡Dónde te enseñan a ser hombre!? —Gritó con desesperación Sebastián, apretando con sus dos manos su cabeza, sentado en el suelo sobre sus talones.
— ¡Solo nos recibimos de pobres! —Exclamó Juliana precipitando con fuerza al suelo la ropa de trabajo de Sebastián que traía del tendal del patio.
¿Acaso, esto es un fracaso?
¿Cuál era el objetivo?
¿Ellos lo sabían?
Entonces, ¿en qué fracasaron?
Es una sorpresa, porque nunca lo pensaron. No sabían dónde iban, sólo pusieron el motor en marcha y se echaron a andar sin mirar la cantidad de combustible que se les acabó en medio de un desierto del cual ya no pudieron regresar. La ignorancia en acción es la negligencia mutiladora de proyectos no concebidos ni realizados que arrastran consigo a la vida y sus ilusiones. Es un fracaso por ignorancia, no por un objetivo incumplido, sino por arrastrar consigo la vida y su futuro en una irresponsable negligencia.
— ¡Ahí está el dinero de tu padre! —Exclama Isabella a Pedrito, que con sus cuatro años no alcanza a entender bien lo que dice su madre— ¡Ahí está esa con aires de francesa gastando todo el dinero que tu padre debe darnos a nosotros! — apresurando su salida, mientras mira ese desagradable hecho que está ocurriendo a solo treinta metros de ellos:
Estaciona un convertible en diagonal a un costado de la plaza Dorrego sobre calle Vedia a las 18:55 Hs. en una tardecita con 25 grados de temperatura. Un Megane descapotable amarillo, flamante y con trescientos cuarenta y cinco kilómetros de uso, que hace pocos días Pepe se lo regaló a Lilou, su actual pareja. Como hembra dominante levanta sus anteojos oscuros hacia su frente y baja del auto hacia el baúl donde guarda su cartera y saca unos auriculares y una cinta negra con franjas rojas que se la coloca al cuello montando su celular en el extremo de la misma. Con delicadeza cierra el baúl de su auto, vuelve a colocarse sus anteojos oscuros y con una soltura de pantera se aproxima a la vereda de la plaza exhibiendo su hermoso cabello lacio color castaño claro que cae hasta la mitad de su espalda cubriendo parte de su musculosa Crop Faye negra con elástico permitiendo mostrar su hermosa piel blanca de suave bronceado color caribe. Con veintiséis años de edad, 1,68 metros de altura y cuerpo delgado muestra sus atractivas nalgas y piernas mediante una calza Myla negra con recortes y zapatillas de cuero color blancas. Ajusta sus cabellos con la vincha del auricular inalámbrico color rojo, sintoniza su celular y se echa a andar caminando en sentido anti horario alrededor de la plaza.
Árboles frondosos mostrando la belleza de sus florecitas moradas, otros con amarillas y otros con blancas, del lapacho en este hermoso atardecer que lentamente se va apagando. Unos gatitos se corretean subiendo y bajando de los árboles y más allá una pareja de enamorados tomándose selfies al lado de un lapacho florecido de amarillo. Luego de haber caminado una cuadra, Lilou comienza un trote muy lento mientras acomoda sus anteojos en el escote de su musculosa.
En la otra esquina de la plaza, a una cuadra del café-bar: Fleeting Love, sobre calles Moreno y Vedia existe una pescadería con productos del río y del mar. A un costado, sobre la calle Moreno a diez metros de la esquina hay un tacho de diez litros lleno de vísceras y restos de pescados y moluscos y bastante líquido color negruzco haciendo una mezcla nauseabunda a la espera de un recolector de la misma pescadería. Deja a Pedrito al cuidado de uno de los empleados. Con dificultad, casi a la rastra y como domando los tacos altos, lleva ese tacho y derrama toda la podredumbre sobre los asientos del convertible, golpeó con el tacho vacío rompiendo un espejo lateral y se retira arrojando con fuerza el tacho contra el volante del vehículo.
Lilou vio todo el espectáculo pero no se atrevió a acercarse, solo llamó al 911 que llegó al lugar mientras Isabella y Pedrito ya hacían cinco cuadras en un remís.
Llega Pepe con Ricardo que al día siguiente debe regresar a su casa a 3.500 kilómetros de allí y encuentran a Lilou con ojos llorosos y policías alrededor del Megane.
—Debo ir a la comisaría a formular la denuncia —Dice Lilou a Pepe.
— ¿Qué opinás amigo? —Pregunta Pepe a Ricardo .
— ¿Vas a involucrar a Isabella y tu hijo? —Responde Ricardo .
—No presentaremos denuncia —Dice Pepe a Lilou y a los policías— Es solo un problema familiar del cual yo me hago cargo de todo —Mientras despide a los policías del lugar— Vayan tranquilos, aquí no ha pasado nada.
—Vas a necesitar mucho dinero para lidiar con estas dos —Sonriendo le dice Ricardo a Pepe— Quizá sería mejor dejar de vender cables y enchufes y hacerte político —Estallan las carcajadas de los dos.
Algunas parejas no alcanzan a entender que sus rupturas son solo cosas de ellos y de nadie más, pero muchas veces ocurre que quién se queda con los hijos los pone en contra del otro. En este caso, Fabiana, ex esposa de Ricardo, puso a sus dos hijos en contra de él. Hoy Felisa y Antonio son profesionales universitarios que detestan a su padre desde muy niños, desde que sus padres se separaron. Un padre puede sentirse como un león progenitor, pero a veces le llegan esos sentimientos que van más allá del animal cuando se da cuenta que siente dolor. Ama a sus hijos del mismo modo que él ha sido amado por sus padres, pero no logra esa respuesta de ellos. Profundo dolor que lo hace endurecer en sus sentimientos por cuestión de supervivencia, pero destrozando su corazón.
Ricardo, blandiendo su atractivo varonil, tuvo sexo con muchísimas mujeres radiantes y hermosas ¡Diosas!, en muchos casos. Solteras y casadas en trampa, como también jóvenes adolescentes fueron sus platos favoritos de ese ego insaciable que solo anestesiaba ese inmenso dolor del incomprensible desamor de sus hijos que él cree haberlos dejado de amar porque no lo quieren, solo quieren sus bienes y posesiones económicas.
La madre de ellos, una doctora en abogacía hoy, cuando era estudiante conoció a Ricardo que era estudiante de física nuclear cuando se vieron por primera vez. Él no tenía dinero, pero ella tenía unos padres ricos. Le echo ojos a este atractivo joven que no le fue nada difícil conquistarlo. Le dio lo que él necesitaba y adolecía: sexo, comida en la casa de ella, dinero, sexo, ropas, viajes, sexo, sexo, sexo y quedó embarazada de Felisa y luego de Antonio.
Ella pagó por él. Invirtió mucho en él y pensó que ahora él le pertenecía totalmente porque lo sacó de la pobreza, le ayudó en sus estudios, le dio de comer durante tres años y le proveyó de satisfacción sexual durante todo ese tiempo. Ahora quiere pasar factura pero el Físico Nuclear no estaba muy de acuerdo en esas rígidas leyes escritas por ella. No conocía la letra chica del contrato y las consideró leoninas.
Ella lo dejó e instruyó a sus hijos a hacer lo mismo. A él no le importaba eso, mujeres hay por doquier y mucho más lindas que ella y él las podía conseguir sin mayores esfuerzos. Con el tiempo, al haber pasado unos años, sus hijos lo han ido a visitar. Él tenía cuarenta y siete años y se puso muy contento hasta cuando se dio cuenta que solo fueron para hacer un especie de inventario de bienes para ver cuánto les correspondía a cada uno. No fueron a verlo, sino a lo que podían obtener de él.
A medida que el tiempo pasa, la belleza disminuye, los cabellos caen, la panza crece y la erección necesita de fármacos que la sepan sostener. La atracción en él todavía está latente. ¡Es increíble!, pero es así, y andando por las calles se jugó una canita en una mujer de la calle que le resultó atractiva, aunque no era mejor ni más linda que aquellas que acostumbraba obtener. Es de muy inferior calidad y belleza, pero se tiró una canita porque se sentía demasiado macho como para dejar pasar por alto esta oportunidad y se la llevó una noche para apagar la sed de su ego.
No es linda como para decir ¡Guaoooo! No tiene linda cola, del mismo modo que aquellas que lo hacían derretirse de lujuria y que las obtenía sin demasiado esfuerzo o quizá sin ninguno. Aun así le pegó tan fuerte en su interior que la primera vez no pudo tener sexo porque no pudo lograr una erección. ¡Qué vergüenza!, nunca le pasó. Es el macho alfa ¡El León!, pero sin erección. Paulina, mujer con experiencia, ¡y mucha!, lo calmó y le dijo que no tiene importancia, ya lo podrán concretar al día siguiente o después. Y así fue, y así siguió, una y otra vez y más veces, muchas veces y sólo con ella y nada más que con ella, todo el tiempo. Ya no pudo dejarla.
Aquí tuvo que pagar la deuda que tenía con la otra, pero los intereses la llevaron al doble o mucho más, porque aquí no solo tenía que dar pertenencia sino que también manutención y dineros extras. De tanto andar andando Paulina quedó embarazada y tuvieron a Gonzalo.
Él no quería esta relación, nunca la quiso, pero su interior está amarrado a ella, de modo que no la puede cortar con la razón. Está muy enamorado, profundamente, ¡Groseramente!, está metido hasta el cuajo. Pero ella no. Paulina tiene el corazón tan adulterado que ya es incapaz de amar. No puede. Alguna vez amó, pero la engañaron, la usaron, abusaron de su confianza y su amor. Volvió a hacerlo y también ocurrió lo mismo y muchas veces. Ya no puede amar, es imposible. Paulina había encallecido tanto su corazón entre tantos falsos amores que cuando se le presentó el verdadero amor ya no pudo corresponderle. Ha perdido la capacidad de amar. Ya no vive el amor, solo vive la sensación de una sexualidad tan ambigua que solo la usa como puente de supervivencia económica, mediante un fugaz placer que se le escurre de entre sus manos, como arena entre los dedos, que aunque quiera retenerlo no puede. Ya no es posible, ya no puede amar, solo sobrevive, solo expone su figura al mejor postor, tan solo para sobrevivir, porque siente muy dentro suyo que ya pasó su oportunidad de ser feliz. El hombre es su enemigo y debe convivir con él, pero no para amarlo, sino para traicionarlo, para vencerlo, derrotarlo, matarlo. Ya no es humana, solo es una venganza en cuerpo de mujer que no se la puede amar buscando correspondencia.
Tremenda pesadilla del desamor mina constantemente su corazón con fantasmas y sobresaltos continuos que debe apagarlos con la exageración de expresiones externas de felicidad y alegrías que no existen, pretendiendo tapar ese triste llanto de dolor que no quiere mostrar. Se hunde, pero se hunde acompañado por unos pseudoamigos locales fracasados que solo se reúnen a tomar cervezas en una mesa de algún lugar público a hacerse los galanes ante jovencitas que miran con curiosidad a estos viejos inmaduros de sesenta y pico años que mantienen una incoherente conversación que oscila entre el alarde de mucho sexo con distintas mujercitas y la abundancia de sus enfermedades físicas.
Anhela el encuentro con sus verdaderos amigos: Pepe, Daniel, Sebastián y camilo, que ante la menor oportunidad de un encuentro, deja todo lo que está haciendo y se arroja hacia ellos, porque quiere vivir, quiere vivir el amor verdadero que ya lo ha perdido con la muerte de todos sus familiares, padres, hermanos y casi todos los parientes. Su exesposa, que quizás nunca lo amó, sus hijos y Paulina. Solo tiene el amor de estos cuatro amigos en todo el mundo. Fuera de ellos, el amor en el mundo ya se le terminó, aunque fugazmente se acordó conversando con otro amigo que cuando estaba enfermo y quizá para morir vio un ser muy transparente e iluminado que le acercó un pequeño vasito de un líquido blanco que le dio a beber, mientras estaba en terapia intensiva de un sanatorio, y luego de hacerlo le dieron de alta por estar totalmente curado.
No sabe, no es consciente de todo esto que aconteció con aquel hombre brillante, pero sabe que aun con este terrible desamor cabría todavía la esperanza.
El Juzgado de Familia está a cargo de la Jueza Virginia, que ha sido nombrada por el Superior Tribunal de Justicia luego de haberse realizado un concurso que ha dejado muchas zonas oscuras en esta selección ante tantos jueces muy probos y de gran experiencia saliendo como ganadora Virginia, que se ha recibido de abogada hace un año y no ha mostrado experiencia en esta profesión. Hizo la carrera en tres años y libre, obteniendo el título. Esto no es un caso aislado, varios estudiantes hacen la carrera de abogacía en este tiempo. Virginia tiene veintidós años de edad, es soltera, jamás estuvo en pareja y tampoco tiene hijos. Significa que tampoco tiene experiencia en familia, aunque tiene que entender y juzgar los problemas de todas las familias en conflicto que pasan por su juzgado.
Camilo está muy preocupado en su despacho del negocio de venta de granos para siembra agrícola, pesticidas y agroquímicos varios. Debe estar atendiendo constantemente a sus clientes y en muchos casos debe ir a algunos de sus campos para realizar ciertas verificaciones en el lugar. Acaba de regresar, recorriendo mil quinientos kilómetros, del encuentro con sus amigos: Sebastián, Pepe, Ricardo y Daniel y se encuentra con la triste noticia del accidente de su hijo mayor Joaquín que presenta una fisura en su cabeza luego de haber recibido un ladrillazo por otro alumno de la escuela donde él asiste. La Dra. Elisa, ex esposa de Camilo y madre de Joaquín, está como petrificada, congelada en el tiempo, de pie al lado de su hijo inconsciente y tendido en el suelo, en el patio de la escuela mientras esperan la ambulancia. Tuvieron que llamar a Camilo para que se haga cargo de toda la tramitación correspondiente.
Las mesas están tendidas con manteles blancos que por poco llegan al suelo, copas para el brindis, copas para vinos y jugos, platos con cubiertos al costado, centros de mesa con flores naturales combinadas con musgos que caen en cascada. Otra mesa portando una enorme torta decorada con blancos y un adorno que significa una pareja de novios. Mesa de cabecera transversal a las otras cerrando una U, donde estarán los novios e invitados principales. Un par de mujeres, casi corriendo con trajecitos blancos de saco y pollera ajustadas y zapatos de tacos medio bajos, están colocando algunas servilletas y revisando detalles finales de orden y estética en mesas y sillas, en esta joven tardecita de temperatura agradable en el inmenso patio de la cabaña del Dr. Miguel con un césped muy bien cuidado y prolijo, algunas palmeras que juegan mostrando y ocultando los rayos del sol. Tres árboles grandes y frondosos que suavemente dejan mover sus hojas a la caricia de la suave brisa de un aire muy limpio que perfuma el ambiente convidando el aroma de los preciosos rosales, margaritas y jazmines que adornan y embellecen este espacio. En el extremo opuesto, bajo un pergolado cubierto con enredadera Santa Rita repleta de hermosas flores rojas, se dispone un pequeño altar donde se encuentra el Padre Daniel celebrando la renovación de los votos matrimoniales de Camilo y Elisa.
Va transitando la Ruta Nacional el micro de larga distancia de la empresa Adlerflug que atraviesa cinco provincias en un recorrido de dos mil kilómetros, pasando muy variados paisajes, desde el hermoso verdor de amplias zonas húmedas que muestran grandes sectores de girasol, otros con trigo y algunos sembrados diferentes en amplias zonas donde no se ven edificaciones, a otras secas que muestran una tierra desértica y salitrosa casi sin vegetación. En algunos tramos se pueden visualizar pueblitos de viviendas precarias que muestran miseria, algunos tendederos con ropa recién lavada, varios perros y niños semidesnudos jugando en los patios y veredas de tierra. En un largo tramo, a varios kilómetros de allí, existen montes de árboles de madera dura y arbustos, propios de climas secos; pueblos y ciudades diferentes, campos y climas diferentes desplegados a lo largo de todo el recorrido.
La Defensora Oficial N.º 3, Dra. Elisa, se está sirviendo un té que la ordenanza acaba de traerle junto con unas galletitas de salvado y un frasco de edulcorante a las nueve de la mañana, ni bien acaba de llegar.
—Doctora. La mujer de Ferreira la está esperando desde las siete y media, ¿la hago pasar? —Pregunta María, su asistente, quien cumple la función de escribiente.
—No, no, no. Hoy no me envíes a nadie. Que la atienda Miguel, el Secretario Oficial. —Responde Elisa mientras en una mano sostiene un espejito y en la otra un lápiz labial.
Esta mujer estaba habituada a recibir a todas las personas que acudían a su defensoría y les ayudaba a resolver sus problemas. Fueron tantas personas a lo largo de cinco años que han dejado su cabeza llena de conflictos. Miguel, muchas veces le dijo: —Tenés que echar un cable a tierra, así descargas todas esas energías que acabarán produciéndote daño.
Nunca le hizo caso, jamás le dio importancia a estas cosas, pero ahora se da cuenta que por momentos siente pánico, a veces llora sin saber por qué y le han detectado un pequeño tumor en el bajo abdomen que lo están analizando. Aun así ella no cree que todo esto tenga alguna relación con la suma de tantos problemas que escucha a diario.
—Tené cuidado —Insiste Miguel— Podrías llegar a somatizar todo esto.
Elisa no hace caso al consejo, aunque hoy siente que su cabeza está llena de problemas y no le cabría ni uno más. Así que ahora se los pasa a Miguel.
Suena el móvil en el despacho de Elisa. Sale casi corriendo sin cerrar la puerta:
—Miguel, por favor, hazte cargo de la defensoría que debo ir urgente a la escuela de Joaquín y no vuelvo en todo el día. —Dice Elisa mientras sale corriendo casi revoleando su cartera.
Miguel carga algunos expedientes y se dirige al despacho de Elisa mientras detrás de él María le dice:
—Doctor, ¿por qué rechazó dos veces la Fiscalía que el Superior le ha ofrecido?
Miguel es un abogado muy prestigioso, muy respetado en la comunidad de leyes. Incluso en esta defensoría donde él trabaja todos lo consideran como si tuviera la mayor jerarquía. Las preguntas más importantes solo se las hacen a él. Es como el alma de la defensoría. El Superior Tribunal de Justicia lo sabe.
—Si usted acepta la Fiscalía, ganará mucho más. Toda la policía estará a su servicio y será más importante a nivel social. No entiendo por qué rechaza semejante honor, además usted se lo merece. —Insiste María.
—Te voy a contar un secreto —dice Miguel— pero no lo vayas a divulgar —En voz baja responde mientras asienta esa pila de expedientes sobre el escritorio del Defensor.
—Un Fiscal debe conseguir condenas de delincuentes y muchas veces puede equivocarse o en otras ocasiones un mal abogado defensor puede lograr una terrible injusticia. Pero aún, si tuviese razón, mi corazón no está dispuesto a conseguir condenas. Solo deseo defender al necesitado, a esa gente que no puede pagar un brillante y caro abogado defensor. Ya no importa lo que gane en dinero. Nada puede pagar esa enorme satisfacción de ayudar en estas cuestiones a esta gente que ya es víctima de una terrible injusticia social. Nosotros comemos bien, ellos a veces no pueden hacerlo. Si no son delincuentes no quiero que por error o negligencia judicial sean condenados, como también, bien lo sabemos, que muchas veces deben irse resignados a perder lo que les corresponde tan solo porque la otra parte tiene un abogado que injustamente interpreta torciendo la ley en su contra. —Finaliza Miguel mientras ella termina de traer de su escritorio de la Secretaría algunos papeles y su cuadrito de la Santísima Virgen con un Rosario a sus pies.
Con los ojos casi humedecidos, muy sigilosamente, María se retira del despacho.
Elisa, desde la separación con Camilo, se ha quedado con los tres niños, Joaquín de ocho, Miriam de seis y Rolando de cuatro años. Yolanda y Rosana son sus empleadas domésticas y niñeras. Entre las dos se encargan de la limpieza de la casa y de los niños casi todo el día porque muy frecuentemente Elisa debe estar en Defensoría mañana y tarde para poder dar respuesta a tanta demanda de trabajo.
Les resulta muy difícil entablar un diálogo desde aquella noche que Camilo los encontró teniendo sexo en su cama matrimonial a Elisa con un hombre. Lamentablemente Camilo ha tenido una traumática separación.
No la puede perdonar, jamás la perdonará, pero hoy deben resolver algo urgente que va más allá de las cuestiones personales. Las empleadas domésticas tienen sus respectivas familias y deben regresar por la noche. Alguien debe estar con Miriam y Rolando en la casa, mientras otro debe estar en esos incómodos y fríos pasillos de terapia intensiva aguardando durante la lenta recuperación de Joaquín que de tanto en tanto hay que salir corriendo a comprar algún medicamento o algún otro elemento necesario. Toda la noche hay que estar en guardia, tarea que le tocó a Camilo.
A la mañana del día siguiente Elisa lo releva a Camilo y le pide ir a defensoría a completar una declaración con respecto al incidente en la escuela. Mientras va ingresando hacia el despacho donde se encuentra el Dr. Miguel, le llama la atención algo que está ocurriendo en la toma de declaración que recibe María a un imputado que trabaja como obrajero en medio del monte, desde que era niño y durante toda su vida, sin escuela y sin moral:
— ¿Por qué ha violado a su hija de ocho años? —Pregunta María a Eulogio de cuarenta y dos años de edad.
— ¡Es mía!, ¡si no es pa mí pa quien va a ser! ¡Yo no la voy a dejar pa otro! —Responde Eulogio, acomodando su parada estando de pie, mientras Camilo apresura su paso para tratar de huir lo más rápido posible de ese lugar.
Con una amistad leve pero suficiente, Miguel invita a pasar a Camilo a su despacho mientras espera que le traigan los papeles para completar.
—Lo que escuché allá afuera me dejó atónito! —Tomándose la cabeza le dice Camilo—. Un padre viola a su pequeña hija y cree tener razón?!
—Vos estás solamente un rato —Dice Miguel— Aquí escuchamos cosas irracionales y terribles con mucha frecuencia —dice mientras pide a la ordenanza que sirva dos cafés.
— ¿Cómo está Joaquín? —mientras se quita los anteojos y los deja en el escritorio.
—Ya está mejor, todos los estudios se muestran normales, no hay nada de qué preocuparse. Hoy lo sacan de terapia y va a internación sólo para monitorear su evolución, pero entre mañana y pasado le dan el alta, si todo va como hasta ahora. —Responde Camilo con mucha tranquilidad.
—Es posible que Elisa tenga cáncer, algo de esto me dijo su médico, pero todavía no le quieren decir nada a ella hasta estar bien seguros. —Dice Miguel mientras se masajea los costados de la frente con dos dedos de su mano derecha.
— ¡Que se muera esa puta! —Responde Camilo en voz baja mientras mira hacia el escritorio.
—Vos también vas a morir, cuando llegue tu tiempo. —Dice Miguel con mirada calma hacia el rostro de Camilo— Tu castigo y tu venganza se lo está aplicando ella misma. Ya no hace falta que la castigues ni que la sigas odiando, ella lo está haciendo por vos. —Con mucha tristeza lo mira a Camilo.
—El odio y la condena sólo están presentes, no hay ningún mérito en ellos. Es lo más fácil que hay y quizás lo más justo ante un hecho que te ha causado mucho dolor. —Dice Miguel con voz bastante amigable— Eso cualquiera lo puede hacer.
— ¿Qué me querés decir? La verdad, no te entiendo —Responde Camilo mostrando un semblante muy atento.
—El perdón es una injusticia. —Vuelve a cargar Miguel— Es irracional y muy difícil, por eso es muy meritorio y lo meritorio es lo que te hace más hombre.
—Dejate de joder, hablame más simple que no te puedo entender —Responde Camilo con interés.
Ingresa María con unos papeles que hace entrega a Miguel y él le dice: —Que nadie nos moleste hasta que te avise, que estamos tratando un tema muy importante y no quiero interrupciones.
Se levanta y toma el crucifijo de la pared y lo trae al centro del escritorio a la vista de Camilo, diciendo: —Fijate en este hombre que está muerto aquí. Es Dios que se hizo hombre, pero el hombre culpa a Dios por todos sus padecimientos y al parecer lo odian. Jamás lo quisieron perdonar, entonces cuando hubo oportunidad lo castigaron cruelmente, se burlaron de Él, lo clavaron en una cruz y lo dejaron colgado hasta la muerte. Ellos creían que estaban haciendo justicia, castigando a Dios por venganza, pero no se dieron cuenta que estaban cometiendo una injusticia, porque sus padecimientos no eran culpa de Dios sino del hombre que no hizo caso de lo que Él mandaba. Por lo tanto no es culpa de Dios sino del hombre.
— ¿Y eso, qué tiene que ver conmigo? —Responde Camilo con cara de yo no fui.
—Cuando Él estaba colgado en la cruz, un rato antes de morir, cometió la mayor injusticia de la historia: Nos perdonó, aun cuando somos culpables y no lo merecemos. Aún más, se dejó morir como permitiendo la máxima venganza de todos los que lo odian para que ya dejen de hacerlo —continua Miguel— Esta injusticia del perdón recibe el nombre de misericordia, que hizo resucitar a Dios y hace verdaderamente hombre al hombre que logra perdonar. —Concluye Miguel.
—No puedo perdonar. No lo siento —Afirma Camilo.
—El perdón no es un sentimiento, es solo una decisión. Solo tomá la decisión y perdonala aunque no lo sientas, luego con el tiempo, al ofrecer ese perdón a Dios, Él te irá dando el sentimiento mientras va sanando tu corazón. —Explica Miguel.
—Ya ha sufrido demasiado —reconoce Camilo— y en esto reconozco su arrepentimiento. Hoy mismo le voy a levantar el castigo y esta misma tarde le diré que la perdono, y con esto dejaré de sufrir yo también. —Estrechando su mano con la de Miguel en un profundo signo de agradecimiento.
Han viajado desde muy lejos estos viejos amigos de Camilo: Ricardo, Sebastián, Pepe y Daniel. Y por separado, Camilo también invitó a Isabella, amiga de todos ellos desde tiempos escolares, que trajo a Pedrito. Al estar enterado Pepe de esta presencia, entonces no llevó a Lilou, por si acaso surgiera algún incidente entre ellas. Todos viajaron solos, por ser esta ceremonia tan particular que, como un gran reflector, ilumina y pone en evidencia la vida que ellos no se atreven a mostrar.
—El matrimonio es el encuentro de dos generosidades —Arranca el Padre Daniel en esta celebración— Se trata de darse, más que de dar —Continua el sacerdote— Cada uno debe darse al otro. No se trata de conseguir del otro lo que uno adolece, porque si “eso” se llegara a acabar ya no quedarán motivos para seguir juntos. Darse generosamente significa que no se pide algo a cambio. Aquí radica el amor. Esto significa el matrimonio y la familia. —Mientras se acerca Daniel a la pareja y llama a sus tres hijos ubicándolos en medio de sus padres. Pone a los padres de frente haciendo tomarse de una mano rodeando a los niños. Y tomándoles la otra mano, las levanta con las suyas en alto, finalizando y diciendo con voz muy firme: —Y recuerden siempre, en toda su vida y en momentos de dificultad, que: Tres cosas tiene el amor que no se pueden olvidar: Que Dios nos amó primero; Que hay que darse por entero y Ponerse a caminar.
Una lágrima se escapa de los ojos de Sebastián y entra a correr por su rostro; Daniel dejó escapar un sollozo que no lo pudo disimular y Ricardo, con mucha alegría y vivas inició los aplausos de todos los presentes. Isabella, inconmovible, deja soltar de su mano a Pedrito que sale en busca de su padre.
Se ubican todos a la mesa disfrutando de la exquisitez de los platos fríos que incluyen matambre arrollado, lengua a la vinagreta, empanaditas, sándwiches, cazuela de salchichas, albondiguitas, mayonesas y mostaza; cervezas y gaseosas, en esta joven noche que tímidamente quiere ganar en oscuridad mientras se encienden farolas y reflectores que, como una sonrisa agradable, iluminan el lugar. Entre alegrías encontradas y brindis individuales comienzan a socializar cuando se presenta un hermoso escenario de cinco mozos con bandejas de muslos de pollo dorados a la parrilla que, recién sacados y bien caliente, comienzan a servir. Otros vienen con pan y marineras, otros con ensaladas y bebidas.
Al cabo de un tiempo de comer y beber, el volumen de las conversaciones se hace más notable. Suena una campanilla, como esos cencerros que se les coloca a las ovejas, llamando a silencio señalando a Miguel que pronunciará unas palabras. Miguel goza de un gran respeto, estima y consideración de todos, por lo tanto no se necesita algún esfuerzo en ponerle atención. Es una autoridad como persona, un hombre de sesenta y dos años de edad, de contextura robusta hacia gorda más que a delgada, de pantalones jeans, saco a la moda y buena camisa sin corbata; con barba, anteojos y mucha sensibilidad humana conocida por todos.
—Se alegra enormemente mi corazón por esta renovación de votos, que para mí significa el inicio de una nueva unión indeleble que jamás dejó de existir en el amor de ellos. Ellos hicieron un juramento permanente ante nosotros y ante Dios, mediante su sacerdote Daniel. Nosotros, sin embargo, también haremos, mediante el siguiente brindis, un juramento hacia ellos de asistirlos y ayudarles en todas las alegrías y penurias que podrían llegar a tener en el transcurso de su caminar por la vida. Levantemos las copas a una sola voz diciendo ¡Cuenten con nosotros! —Finaliza Miguel en este hermoso brindis que lo repitieron durante tres veces.
Las reuniones de grupos individuales comenzaron a surgir luego del brindis dentro de este agradable patio-jardín de Miguel, estando en uno de ellos Camilo, Ricardo, Daniel, Pepe con Pedrito, Sebastián y también se sumó Miguel, que Camilo presentó al resto, que no lo conocían. En esto se acerca Isabella a buscar a su hijo.
—La próxima celebración debe ser la de ustedes dos. —Dice Ricardo mirando a Isabella y Pepe.
Isabella, que conoce a Ricardo y está al tanto de su vida, lo miró con ojos inquisidores que obligó a Ricardo desviar su mirada y anunciar altamente un nuevo brindis por los novios.
— ¿Todo bien amigo? —Daniel pregunta a Camilo— ¿Ya no hay odios ni acusaciones?
—No, y ya no quiero volver a tenerlos, aunque ocurre que cuando más siento amarla, más se me viene ese terrible recuerdo de infidelidad que consume mi alma. Es como una vívida fotografía que se mete en mis sueños transformándolo en una terrible pesadilla. —Responde Camilo, mientras pone su brazo en el hombro de Daniel—. Espero que poco a poco ese recuerdo se vaya diluyendo hasta desaparecer definitivamente de mi vida.
—Miguel, amigo nuevo, ¿me podés explicar cómo ocurre esto? ¿Cómo pueden quedar estas cosas en la mente de Camilo y causarle tantos trastornos? Cuando él la conoció, ella no era virgen, y de eso él no hace ninguna referencia ni tampoco le afecta. ¿Cómo esto le resulta tan traumático? —Dice Ricardo mirando fijo a Miguel.
—Es que cuando comienza una relación, el hombre inmacula a la mujer. La declara pura, limpia y virgen, aun si no tiene nada de esto. El hombre recibe a la mujer, la pasa por su corazón y la crea de nuevo. Para él ya no es la que era, sino que ahora es la que es. La reviste con una nueva vestidura totalmente blanca y pura, que ya no debe mancharse jamás. Cualquier mancha que aparece de ahora en más, por pequeña que sea, se nota y arruina toda su vestimenta o sea toda su realidad. Es como aquel postre que te gusta tanto, pero alguien lo escupe encima con un moco verde y asqueroso. El postre no dejará de gustarte, pero este te dará asco y ya no lo comerás. —Explica Miguel.
—Si la mujer supiese el significado que ella tiene para el hombre... —Finaliza Miguel.
Hay que comenzar de nuevo. La vida es siempre un nuevo comenzar, perdonar e inmacular todo lo que sea posible, porque el perdón nos saca de la muerte haciendo resucitar a una nueva vida. Es el instrumento que te saca del infierno, cura el dolor humano y evoluciona al hombre a ser cada vez más humano.
En un asiento del piso alto del micro, delante de todo, con vista panorámica y asiento del acompañante vacío viaja Daniel observando y contemplando todo el paisaje. Viene triste, muy triste con ojos llenos de nostalgia, a veces llorando en su silencio y sin poder ocultar su tristeza cuando ve que en las distintas terminales del recorrido los familiares esperan a los viajeros que los reciben con mucha alegría, abrazos y besos, cuando él sabe que nadie lo espera. Nadie estará en la terminal a su llegada, no habrá alegrías ni abrazos ni besos. Su esposa no estará en la terminal y sus hijos son pequeños todavía como para ir solos. Nadie se alegrará a su llegada a casa tampoco. Nadie lo espera en ninguna parte del mundo. No sabe para qué regresa, ya no hay amor ni alegría en ese lugar, solo va llorando en su silencio bajo el consuelo del paisaje que parece hablarle cuando muestra árboles fuertes y frondosos que pueden crecer, madurar y dar frutos en climas secos, luego de haber pasado por una villa miseria que parece hablarle del estado de su alma. Ve el hermoso verdor del trigo que crece, como si acaso le contara de sus hijos pequeños que necesitan su cuidado hasta fortalecerse y así poder madurar. El desierto con el suelo salitroso y estéril le habla del corazón de su esposa y quizás del suyo también. No alcanzará ver, luego del final de su viaje, la tierra litoraleña con abundantes selvas, maravillosos paisajes y aves cada cual más hermosa que podrían hablarle de la esperanza de una vida que quizás no alcance transitar. Una felicidad que, aun cuando está en su camino, está más allá de donde él va.
Se ha perdido el amor que alguna vez se ha logrado, ese amor que exige estar al lado del otro, ese amor que fabrica necesidades y pertenencias; un amor que no conoce el desencanto ni la traición ni la mentira. Un amor, que al cambiar su rumbo, puede transformarse en odio, un odio de rechazo con la misma fuerza que el amor de unidad. Ya no hay amor, entonces ¿dónde está?
Si el amor se ha perdido, habrá que ir a buscarlo a ese lugar donde se perdió, pero si no se lo encuentra, entonces, quizás jamás existió.
Un amor que se transforma en odio, tal vez ni es odio ni amor. Posiblemente solo sea esperar del otro el interés que demanda una necesidad a cubrir, entonces uno se dispone al otro en actitud de espera como en un contrato de compraventa en una especie de encuentro de dos necesidades, que al no obtener lo deseado, viene la decepción y ya no tiene sentido seguir juntos. No hay amor ni odio, es solo una fallida transacción comercial que hace cesar el contrato.
Seguir juntos luego de la cesación del contrato es traumático, no tiene lógica, es muy molesto. Y confundir el amor con la necesidad y el odio con la decepción, es ignorancia.
Esta ignorancia es la generadora de los matrimonios fallidos. Es edificar sin disponer de los recursos necesarios, llevando a endeudarse a valores tan altos que jamás los podrán pagar. Esto recibe el nombre de fracaso, y el fracaso solo se da por esa ignorancia, porque en el amor no existe el fracaso.
Han seguido juntos y fue un error, casarse fue un error. Tener hijos, es un error más grande aún dentro de estas circunstancias, porque ahora hay que seguir juntos por ellos y ya no importa la felicidad individual de la pareja donde ya ha quedado muy claro que lo que uno quiere, lo que uno necesita ya no puede esperar del otro. Eso ya se terminó y ahora solo queda la responsabilidad de alimentar sin amor aquello que necesita mucho amor.
Solo hay destrucción, destrucción de todo, de las ilusiones, de la pareja, del matrimonio, de la familia. Aquí está el fracaso, aquí está la muerte que no permite fidelidad ni alegrías, es solo mirarse y darse cuenta de los años que se han perdido de la vida y que nunca más podrán recuperarlos. Han muerto los padres de esos niños y ahora solo son dos individuos que deben darle el amor que no tienen. Deben darle la alegría que ya no existe porque solo tienen tristeza, dolores y razones para justificar su error.
Los niños son como esos pichones que esperan en su nido con el pico muy abierto a la espera de su comida y solo reciben un terrón de barro. Ya no aprenderán a volar con la maestría de sus padres, tendrán que aprender solos porque esa escuela ha cerrado definitivamente. No tiene sentido seguir juntos. No tiene sentido separarse. Ya nada tiene sentido.
Tiene una hija de un matrimonio que no se alcanzó a realizar. En ese tiempo Mariana tenía ocho años y lo iba a visitar a esta ciudad donde se estaba radicando su padre a trescientos kilómetros de su casa materna donde vivía con sus abuelos.
Ciudad nueva, mundo nuevo y miradas nuevas en este nuevo propósito de vida de Daniel que conduce al inicio de su actividad profesional y familiar con una mujer que todavía no conoce. Necesita una compañera de camino, debe construir su familia. Debe hacerlo bien y ya no puede equivocarse; ya no es determinante la belleza de la mujer buscada sino sus cualidades y aptitudes personales como capital de aporte de inicio en esta sociedad de la vida que nunca se debe terminar.
Daniel desconoce el mundo de la mentira, sabe de su existencia pero nunca ha convivido en él. Es cristiano católico perteneciente a algún Movimiento de iglesia y afín también con otros de modalidades diferentes pero todos católicos. Habituado a relacionarse continuamente con esta gente que se exige vivir en la verdad, en la honestidad y en el bien, en todas sus formas. Debía encontrar a la mujer aquí, pero no lo hizo. Aunque a simple vista todas parecen ser iguales, las diferencias se encuentran en las aptitudes, la formación humana, que fuera de la iglesia es muy difícil de encontrar; como si se dijera: Dios no existe donde no se le da cabida.
No era una mujer de la calle, sino de familia, de una familia muy bien organizada conducida por su padre con una excelente autoridad. Griselda es una mujer delgada, rubia de cabellos voluminosos. Muy vistosa y atractiva que sabía vestir muy bien; un metro setenta de altura aproximadamente en esta figura que se nota nítidamente la raza alemana heredada por su madre y sus dos abuelos maternos. Su padre tiene ascendencia española pero en ella no se nota nada de esto. Su carácter, su forma de ser, su forma de amar y su frialdad, también son alemanes. Gana muy buen sueldo en su empleo donde trabaja con su compañera Lucrecia dentro de una oficina con dos escritorios y dos máquinas de escribir.
—Hola Lucrecia —Saluda Daniel mientras se sienta al frente de ella al otro lado de su escritorio.
Griselda pasa al lado de ellos llevando unos papeles y carpetas para guardar en un armario a un costado de Daniel. Delgada y esbelta con un vestido largo estira sus brazos acomodando estas cosas en la parte alta del mueble dando la espalda a los dos, mientras Daniel la miraba.
—Así que te recibiste. ¡Te felicito! —Dice Lucrecia, dando unas palmadas en el brazo de su viejo amigo—. ¿Qué hacés por acá, estás de paso?
—Vengo a quedarme, tengo algunos planes para este lugar que quizás puedan funcionar —Responde mirando a Lucrecia—. Más tarde te llamo, ahora tengo que hacer unas cosas. —Se despide Daniel.
Los aserraderos locales están todos en silencio, ya no trabajan la madera, en este brusco cambio de política económica que pasó desde una hiperinflación a una estabilidad en una abrir y cerrar de ojos en el año 1991, desde Raúl Alfonsín al actual Carlos Menem como Presidentes de la Nación, dejando momentáneamente paralizadas las industrias y los anhelos del Ing. Daniel que quiere comenzar su empresa de construcciones de viviendas de madera. El costo sería de un 30 a un 40% del valor de una de mampostería de ladrillos de iguales medidas. No pudo lograr el acompañamiento de algún aserradero, nadie se animó a arriesgar en este tiempo tan difícil para la economía industrial; y comprar la madera de otro lugar era demasiado costoso. Habrá que pensar en otra cosa mientras tanto.
No había celulares todavía, entonces, desde un teléfono público disca el número de Lucrecia y le pide datos de su compañera de trabajo, nombre, estado civil, estado actual, etc.
—Me gusta tu compañera, ¿podrías lograrme una cita? —Dice Daniel a Lucrecia— Dame una mano, que yo no la conozco.
—No, no, no, ese grado de amistad yo no lo tengo, solo somos compañeras de trabajo —Responde Lucrecia— La que puede ayudarte es Jacinta, ella la conoce más y seguro va a darte una mano.
Pasó toda una semana mientras Daniel intentaba montar una oficina en un inminente cambio de planes hacia nuevos objetivos que no los visualiza con nitidez. Hay que hacer algo nuevo pero todavía no sabe exactamente qué.
—Hola Daniel —Dice Jacinta— Griselda acepta tener una cita contigo.
Daniel se puso muy contento, es la primera buena noticia que recibe. Una noticia concreta y al mismo tiempo increíble; la mejor noticia.
—Gracias Jacinta, te debo una muy grande. —Responde con gran alegría.
—Mañana a las nueve de la noche tendrás que pasar por su casa, de paso conocerás a sus padres. —Dice Jacinta.
—Es que yo solo quiero una cita y vos me conseguiste un acuerdo de compromiso matrimonial —Responde preocupado Daniel.
—De otro modo no saldrá contigo —Sentenció Jacinta.
Suena el timbre en la casa de Griselda y su hermana Alejandra invita a pasar a Daniel conduciendo al living-comedor dentro de un espacio cerrado con piso de mosaicos muy limpios y encerados, mullidos sillones ubicados hacia la pared sudeste con una mesita ratona haciendo centro del living. Un poco más allá, una mesa de madera muy lustrada, cubierta con una carpeta blanca reluciente y un hermoso florero en el centro, rodeada con seis sillas tapizadas con gamuza los asientos y respaldos. Al costado y hacia la pared sudoeste, una biblioteca de madera lustrada llena de libros. En las dos paredes noroeste y noreste, dos ventanas con persianas de madera detrás de cortinas compuestas por doble tela color cobre que resalta sobre el fondo de paredes blancas. En el centro del lugar cuelga del techo, con cielorraso de madera, un conjunto de seis lámparas esféricas blancas, sostenidas de un travesaño de madera mediante cables que las suspenden a distintas alturas.
Decidieron sentarse a la mesa dando frente hacia la puerta y Alejandra se sentó a un costado, presentándose ambos, sosteniendo una conversación mientras de tanto en tanto pasaba algún otro familiar con la curiosidad de conocer a este candidato, hasta tanto haga su aparición Griselda que eligió hacerse demorar un poco. Habilidad política que marca importancia y jerarquía, pero muy peligroso en una relación si acaso esto se conduce de modo inadecuado tal como una lucha por el poder.
Mientras Daniel proyectaba la vida mediante su propia ilusión, Griselda también lo hacía pero con su propia ilusión. Daniel quería una esposa, quería hijos, necesitaba una familia como base mientras él se dedicaba a conseguir el sustento para todos, pero algo ocurrió que malogró todo esto. Griselda, sin embargo, quería casarse con alguien importante o quien en potencia podría llegar a serlo, pero cometió un error muy grave. Ocurrió un violento terremoto que sacudió desde los cimientos de este joven edificio que se encontraba en etapa de construcción y no pudo soportarlo. Se dañaron estructuras muy importantes que ya no podían sostener el edificio. Una estructura con fallas importantes que sobre ella se siguió construyendo haciendo un edificio enfermo que en cualquier momento podría colapsar.
Los padres de Griselda entraron en juego poniendo mayores cargas sobre un edificio debilitado colaborando, quizá sin darse cuenta, con la destrucción que el mismo terremoto no ha podido consumar.
—Mi tío te regala este colchón que él mismo ha fabricado y se adapta perfectamente a las medidas de esta camita para que te quedes a dormir aquí. —Dice Griselda mientras tiende una cama desplegable con resortes, que sujetan al marco el entrecruce de fajas de chapa que hacen de elástico, en el espacio adyacente a la oficina técnica que Daniel ha comenzado en un local que los padres de Griselda le prestan, al lado de la vivienda familiar, para que comience a trabajar en su profesión mientras todavía son novios.
— ¿Quién te lava la ropa? —Pregunta Griselda a Daniel.
—Yo mismo lavo mi ropa. —Responde Daniel.
—Traeme todo a mí, yo te la voy a lavar y acondicionar como corresponde. —De este modo le estaba echando una soga al cuello que luego solo tenía que ir tirando de ella para traer más y más a Daniel hacia ella.
Griselda comenzó a guardar en su casa la ropa de Daniel, le traía la ropa para vestirse luego de cada baño. Ropa bien lavada, planchada sin errores, con lindo aroma, reluciente y esponjosa por el suavizante que utilizaba. Lustraba sus zapatos, sin que nadie se lo pidiera. Lo tenía impecable. Nadie lo creía, incluso para Daniel le resulta increíble luego de tantos años de estudio viviendo en pensiones incómodas lavando todo a mano y cuando podía, planchando solo a veces y, solo limpiaba sus zapatos que casi nunca los lustraba. De su desprolija vida de estudiante pasó a la desconocida vida de un príncipe en un abrir y cerrar de ojos, pero con riqueza ajena.
Oficina al público, pequeñísimo dormitorio al otro lado de la pared y baño instalado pegado al localcito usado como dormitorio. El trabajo de Griselda es solo por la mañana, desde las 6:30 hasta las 13:00 aproximadamente, almuerza en su casa con sus padres y el resto del día es solo para dedicarse a Daniel que regresa a su oficina luego de la siesta.
—Esto no es tarea de una novia, sino de una esposa —Dice sonriente Griselda mientras desciende por la escalera de su casa en planta alta mostrando los relucientes zapatos de Daniel recién lustrados.
Este es el inicio de un nuevo objetivo en los planes de Griselda. Toda la ropa de Daniel está guardada en el ropero de ella y Daniel ya casi vive allí, entre su oficina y el pequeño cuartito. Es hora de dar un próximo paso.
Entra en escena don Osvaldo, el padre de Griselda, que por la tarde convocó a una reunión a los novios.
—Daniel, quiero saber si usted tiene intenciones de casarse con mi hija, de lo contrario esta relación se debe terminar. La mandaré de vacaciones a la casa de su tía en la costa hasta que le pase lo que siente por usted. Así que hoy vamos a definir lo que quiere hacer, de ella me encargo yo. —Muy serio, sentenció don Osvaldo.
—Por supuesto, estoy dispuesto a casarme con ella... —Decía Daniel mientras interrumpe Griselda— El 18 de noviembre —Un mes desde la fecha.
—Me da igual cualquier fecha, pero debemos organizarnos primero —Dice Daniel— Debemos conseguir un lugar para vivir y poner todas las cosas en orden.
—Eso lo verán después —Dice don Osvaldo—. Vivirán en casa con nosotros y el dormitorio de ella será el dormitorio matrimonial.
A Daniel le daba lo mismo, así que aceptó sin inconvenientes.
Comienza a correr el reloj en este curioso apresuramiento que nadie lo entendía y hacían infinidades de interpretaciones mientras se organizan trámites en Registro Civil, Iglesia, local para la fiesta, los invitados, la comida y las bebidas. La ropa de los parientes que los encontró gordos a todos. Era como una terrible tempestad que los dejó desnudos. Una tempestad que solo se ha iniciado y azotará permanentemente a este matrimonio, a veces en el ojo del huracán que mientras se desplaza hay muestra de paz y luego azotará con fuerza a este débil matrimonio que recién está naciendo.
Suena el clarinete con inmensa ternura y firmeza acariciando el Ave María cuan ángeles del cielo que con ternura honran a su Reina celestial. Es el Ave María que eleva las almas de todos los presentes en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús cuando con lágrimas y alegría amigos y familiares disfrutan del sacramento del matrimonio de Daniel y Griselda, celebrada por el padre Joaquín, amigo de la vida de Daniel. No era solo este sacramento, sino una misa completa que guardaba a este en su seno. Las lecturas leídas por amigos que viajaron desde lejos pusieron también un hermoso color junto a la homilía del padre Joaquín que indica el inicio de un importante cimiento anclado en el misterio del mismo Dios y en los corazones de todos los presentes. Se inició algo muy importante, algo que debe ser irrompible pero al mismo tiempo es muy frágil. Algo que debe fundamentarse en el amor y no solo en un sentimiento fugaz y transitorio, por ser el amor conyugal el encuentro de dos generosidades y jamás debería ser el encuentro de dos necesidades. Es el encuentro de dos responsabilidades, del respeto mutuo, del cuidado del otro, procurarse el bien y caminar juntos hacia adelante. Esto significa amor. El amor existe aunque no se lo sienta y deja de existir cuando entra el egoísmo.
El matrimonio de Daniel y Griselda no nació del amor sino de la mentira.
No se puede decir que no había algo de amor, seguramente lo había. Pero al mismo tiempo también había mentira. El amor es el dulce de leche, riquísimo y muy sabroso, y la mentira es un veneno muy potente, que al mezclarlo un poco con todo el frasco del dulce, convierte todo ese dulce en todo un veneno con apariencia de dulce de leche con el gusto y aroma del dulce, pero en vez de alimentar mata. Cuando la verdad contiene un poco de mentira ya deja de ser verdad convirtiéndose toda en una gran mentira.
No había sentimientos ni celos que surgen del amor, porque el amor no es una caja vacía, pues, aun cuando no es un sentimiento, los genera y les da identidad. Los sentimientos y celos surgidos del amor tienen su propia identidad, son diferentes a los sentimientos y celos surgidos por atracción física solamente o por algún interés particular, porque del amor surge la amistad conyugal necesaria que se convierte en el espíritu de la pareja y en columna fundamental de la fidelidad, pues, si no hay amistad tampoco hay fidelidad y los celos ya no son de amor sino de egoísmos en pertenencias mezquinas que convierten a los cónyuges en posesiones de uno y del otro como si fuese un objeto del deseo que se teme perder.
Los amigos y familiares no sabían lo que había en los corazones de Daniel y Griselda, tampoco lo sabía el padre Joaquín, puesto que todos ellos fueron invitados a festejar un acontecimiento de amor. En un casamiento nadie festeja el hecho de dos personas que comenzarán a vivir juntas, esto quizás a nadie le importe por ser una decisión personal donde cada cual elije vivir como mejor le parece y cuentan con la aprobación de todos. En un casamiento se festeja el amor, se celebra el amor por ser el único que augura felicidad. Se festeja la felicidad que ya ha comenzado y se irá fortaleciendo en el tiempo. Todos creían que se estaba festejando el amor y la felicidad, pero los contrayentes estaban engañados y, tal vez sin darse cuenta, engañaron a todos los demás.
Muchos se conmovían, algunos derramaban algunas lágrimas y llantos por momentos, porque quizás inconscientemente pensaban que estaban en presencia del amor, aquel desconocido que se lo desea tanto. Aquel que tiene su trono en el infinito; aquel que tiene el poder de darnos la felicidad, simplemente, por ser el amor la misma felicidad.
Se mintieron entre sí y les mintieron a Dios, por lo tanto, aun cuando se ha celebrado, quizás nunca se ha realizado convirtiéndose en un casamiento nulo, no hubo sacramento del matrimonio válido, sino sólo un festejo muy bonito que se diluye como un espejismo en medio de un desierto.
—Hola papá, —dice Mariana, ingresando por la puerta principal de la oficina de Daniel adyacente a la casa de sus suegros, donde comenzaron a vivir estos nuevos esposos que no tenían casa propia todavía.
—Hola mi pequeña —responde Daniel con un sentido abrazo a su hija que ha llegado anoche en el micro desde donde vive con sus abuelos maternos. —Ya tenés ocho años y medio, estás creciendo muy rápido eh? No te apresures que yo quiero que seas siempre mi pequeña. —Dice Daniel con sus ojos humedecidos mientras besa la frente de su adorada hija.
—Llegué anoche y en la terminal de micros, ni bien llegué, me secuestró la abuela Pilar y me llevó a su casa para que parara allí con ella. —Sonriendo dice Mariana. — ¿Así que mi madre quiere robarme a mi hija? —Riendo comenta Daniel.
— ¿Qué estás haciendo en tu tablero de dibujo? —pregunta a su padre.
—Un trabajo que me encargaron, de una vivienda que se debe reconstruir los cimientos que están deteriorados. —Responde Daniel.
—Prestame el tablero y los elementos de dibujo que yo también quiero dibujar algunas cosas. —Pidió dulcemente Mariana a su amado padre quedándose gran parte de la mañana conversando, contándose cosas. Cosas que interesan a un padre y su hija hasta el momento de irse, para salir de compras con su abuela Pilar que le prometió unas sandalias que habían visto en una vidriera.
Al poco tiempo de haberse ido Mariana, ingresa por la puerta trasera doña Lúrcia, esposa de don Osvaldo, madre de Griselda y flamante suegra de Daniel, hija de viejos inmigrantes alemanes, saludando con un buen día y una sentencia firme: —No quiero que vuelva a entrar en esta oficina esa chica, porque ensucia nuestro honor familiar. Si querés verla deberá ser en otro lugar—.
Solo pasó al cabo de un mes y unos días luego del gran casamiento. Muy poco tiempo ha durado el encanto poniendo fin a esa luna de miel que bruscamente se hizo amarga.
—Salimos los tres juntos cuando éramos novios, pensé que la querías a Mariana. De repente le prohíben el ingreso a esta casa y la consideran sucia. ¿Por qué no lo dijiste cuando éramos novios, así directamente no nos casábamos? —Con semblante desmoronado recibe a Griselda al regreso de su trabajo.
—Es que mis padres no sabían que tenías una hija. —Justifica Griselda
Mariana venía con mucha frecuencia a visitar a su padre, y cuando era muy pequeña Daniel la iba a buscar desde la casa de sus abuelos maternos para pasar unos días con él y sus familiares. Salían a lugares públicos en una ciudad pequeña donde todos saben de todos.
—Vos no me dijiste que tenías una hija. —Acusa firmemente don Osvaldo.
—Su hija, mi esposa, lo sabía desde que iniciamos nuestro noviazgo. ¿Acaso usted no habla con su hija? —Conteniendo su furia responde Daniel.
Sale a la luz la primera mentira, una enorme traición, una tremenda agresión moral que echa por el suelo todas las promesas y objetivos futuros. Daniel se sentía muy mal, se convirtieron todos en extraños en un abrir y cerrar los ojos y el sueño se transformó en una pesadilla.
Esa misma tarde Daniel comenzó a llenar unas cajas de cartón con todas sus pertenencias para irse inmediatamente de esa casa y mientras estaba acomodando sus cosas y sabiendo todos que se marchaba, llega a verlo una tía de Griselda que estaba de paseo recién llegada de su ciudad de casi mil kilómetros de esta localidad. Esta tía se acerca a Daniel y le dice: —Daniel ¿Estás seguro que es tu hija? —Daniel solo debía contenerse y salir de esa casa lo más urgente posible haciendo de esto la primera separación matrimonial, fracaso conyugal.
Está cayendo la tarde, las luces del sol poco a poco se van alejando dando paso a esta joven noche que tímidamente acaricia la copa de los árboles de la ciudad mientras las chicharras dan sus últimas melodías. Se encienden las farolas del alumbrado público mientras unos niños juegan balanceándose en el sube y baja de la plazoleta. Tardecita de un verano calmo de agradable temperatura mueve el aire una suave brisa que acaricia y refresca. Entrando a una noche que invita a sacar una mesa y silletas a la vereda para compartir un vermut en familia haciendo de esto un cuadro que decora a la naturaleza dándole a ella la alegría humana en este gran misterio que es la familia.
Daniel ve caer la tarde y las sombras de la noche le hacen recordar las oscuridades que habitan su interior desde hace algún tiempo que no alcanza a ver la aurora y ningún rayo de la luz del sol. Ya no puede llorar, quisiera pero no puede porque hay algo que le quema en su interior y lo deja muy serio, sabe que el llanto no tiene sentido, se da cuenta que debe resistir, que debe seguir andando, que debe sufrir en esta escuela de ser hombre. Hay que madurar y esto se logra con sufrimientos, pero al sufrimiento se lo debe llevar con esperanza para no convertirse en un hombre amargo, frío y sin sentimientos. Debe tener esperanza para que cuando llegue la luz la pueda recibir con alegría, con firmeza de un hombre resuelto, sin rencores, sin odios. Un hombre firme, maduro, un hombre que sabe perdonar, alguien que sabe amar. Esto significa madurar.
Dentro de esa oscuridad clara, dentro de ese fuego que quema y consume por dentro, dentro de ese fracaso que agota toda esperanza, un hombre está naciendo cuando mira hacia la esquina a media cuadra de esa casa que está alquilando y ve una mujer empujando un cochecito que lleva un bebé dentro de él. Es Griselda que pasea a su hijo Emanuel de dos meses de edad, es el mismo corazón de Daniel dentro de este cochecito, es esa luz del sol que pone el amanecer en su oscuro interior. Griselda pasa por sus cercanías como diciendo —Aquí estamos. Somos nosotros. —Pero con una mirada perdida en el horizonte acaricia y pasea a su niño, tesoro de los dos, como diciendo: —Aquí lo tengo, pero va conmigo. Si lo querés, vení a buscarnos, a los dos—. Ella, por su enorme orgullo, no se atrevía a presentarse ante Daniel, entonces, por ese mismo orgullo, pretendía que Daniel se acercara a ellos. Como diciendo, también: —Yo no te necesito, sino que vos nos necesitas a nosotros—. Una mentira con parte de verdad.
Esta es la segunda o tercera o cuarta tardecita que ocurre esto. Daniel vio a esta mujer sufriente y sintió piedad por ella, no quería someterla, sabía perfectamente que si se demoraba algún tiempo más, ella caería a sus pies rendida, pero eso sería romper su orgullo, destrozar su alma. Su rostro con mirada a ningún lado era como una bandera blanca que exhibía Griselda para poder parlamentar buscando la paz, entonces el hombre debía dar el próximo paso, porque esa es la realidad humana del hombre. Debe salir en auxilio de su todavía esposa y su pequeño hijo. Ellos dos serían ese sol tan esperado que volverían a poner luz en su atormentado corazón. Ellos disiparían la oscuridad de su alma. Entonces salió a su encuentro y los invitó a su casa.
Griselda recuperó su mirada y ahora podía fijar sus ojos en su amado, pero no se sentía cómoda del todo, era como si tuviera que pedirle permiso a su padre para poder ir a la casa de su esposo, pero aun así se fue. Bajó nuevamente esa estrella de Belén, pero entre dos tontos que querían comenzar de nuevo. Se hizo de nuevo la luz en los corazones de ambos. Aquí terminó el fracaso y comenzó a nacer una nueva esperanza.
La camioneta del patrullero de la policía local, con tres agentes en la cabina, llevaba en la caja de cargas a Daniel como un simple reo detenido a la vista de todo el pueblo. Daniel iba con la cabeza gacha, lleno de vergüenza por ser la primera vez en su vida que ha sido detenido por la fuerza policial, jamás ha incurrido en algún delito ni nada parecido, pero las influencias de don Osvaldo en la fuerte amistad con el comisario local hicieron que su yerno sea tratado como un delincuente común. Ante la acción de otras personas que intercedieron ante el fiscal, hizo que lo liberaran de inmediato por no tener antecedentes y por ser solo un problema familiar ocasionado por interposición de los suegros en esta naciente familia que no puede nacer saltando entre fracasos y esperanzas.
Era la mañana del 4 de mayo donde el otoño ya derramaba un poco de frío, aunque el termómetro no bajaba de los quince grados. Mañana fresca y tranquila cuando Daniel prepara a su pequeño para llevarlo a pasear a la casa de su madre y mostrar a Emanuel a sus tías que habían llegado y querían conocerlo.
—No podés llevarlo porque está enfermo— Dijo Griselda, arrebatándole de sus brazos y acostando a Emanuel en la cama. Daniel quedó desconcertado porque no lo veía enfermo, pero asintió dejarlo en la cama. No pasaron quince minutos cuando hacen su aparición don Osvaldo y doña Lúrcia, que con inmensa alegría lo toman a Emanuel en sus brazos e intentan llevarlo de paseo con ellos.
—No pueden llevarlo porque está enfermo—. Irrumpe con un poco de furia Daniel que siente su autoridad por el suelo.
Don Osvaldo marca mucha autoridad en su casa desde siempre, siempre se hace lo que él dice. Es el rugido del león que hace temblar la selva. Monetariamente todos dependen de él, puesto que económicamente él sostiene a toda su familia. Ha acostumbrado a sus hijos a obedecer desde muy pequeños, ahora ya son adultos y sigue manteniendo su autoridad sobre todos ellos, entonces Griselda pone la autoridad de su padre sobre la de su esposo y el respeto conyugal se ve muy debilitado o quizá inexistente. El esposo ya no tiene autoridad ni como esposo ni como padre porque la autoridad de don Osvaldo ha eclipsado la de Daniel. Ahora vienen los interrogantes más radicales en la mente y en el corazón de Daniel sin encontrar respuestas a las preguntas: ¿quién soy?, ¿qué soy?, ¿soy esposo?, ¿soy padre?; ¿o acaso solo soy un simple semental y niñero? ¿Cómo va a respetarme mi esposa si la autoridad e influencia de don Osvaldo ha ingresado en el centro del seno familiar? ¿Cómo van a respetarme mis hijos si mi propia mujer no lo hace? Daniel sabe perfectamente que si no hay respeto no hay amor, por ser el respeto uno de los atributos más importantes del amor. Aquí se pone de manifiesto otra mentira en esta cada vez más frágil relación conyugal.
La familia es un solo cuerpo, y un cuerpo con varias cabezas es un monstruo, por lo tanto, si don Osvaldo se impone como cabeza, ya no tiene razón la presencia de Daniel en esta familia. Si Griselda acepta a su padre como cabeza de esta familia, entonces ya no tiene sentido ser esposo de ella. El fracaso se da por terceros pero también por el consentimiento de una de sus partes.
En esa media mañana Daniel estaba inmerso en un sentido de impotencia, no tenía poder para decidir, se sentía un don nadie dentro de su propia familia. La razón de la verdad no tiene cabida en la razón de la mentira y la explicación ya no entra en la razón de los necios, entonces aparecen los instintos, aflora la bestia desplazando al humano y se termina la paz dando entrada a la guerra.
— ¡Mi hijo se queda acá!— irrumpe con firmeza Daniel ante sus suegros.
— ¿Pero vos quién te crees que sos?— Reacciona don Osvaldo. —Nosotros venimos a buscarlo para salir a pasear. ¡Es nuestro nieto! Y vos sos un maleducado y desagradecido después de tantas veces que los hemos ayudado. Griselda nos permite llevarlo, así que vos no tenés nada que decir. ¡Vos aquí sos nadie!— Sentencia con furia don Osvaldo.
— ¡Retírense de esta casa inmediatamente!, y ya no vuelvan por acá—. Señalando Daniel con su mano hacia la salida de esta casa que estaban alquilando.
Don Osvaldo intentó darle golpes con sus puños, pero como tiene los brazos más cortos que Daniel, este puso distancia con sus brazos y no le pudo llegar ningún golpe, luego le levantó su pulóver anulando sus brazos para que no pueda golpearlo y en esos forcejeos y empujones, don Osvaldo perdió el equilibrio cayendo en el espacio verde de la vereda con los pies hacia arriba. Inmediatamente don Osvaldo llamó a la policía y lo llevaron detenido a Daniel.
Al cabo de un par de horas, Daniel fue liberado y regresó a su casa. No había nadie, sus suegros se llevaron a su esposa y su hijo a su casa, también se llevaron sus ropas y cosas personales de ambos.
Ha vuelto a fracasar el matrimonio. La mentira nuevamente ha matado destruyendo algo que apenas estaba naciendo.
Nuevamente quedó solo. De nada le servía el consuelo de los vecinos que lentamente se acercaban ofreciendo su ayuda. Nada le servía de nada y esta casa ya le quedaba demasiado grande. Al día siguiente empacó todas sus cosas, entregó la casa a sus dueños y se mudó a la ciudad vecina a veinte kilómetros de allí. Su profesión también cayó, debía comenzar de nuevo en una casa de barrio que le prestó una de sus tías. Debía procurar una nueva cartera de clientes en una nueva ciudad que no promete progreso profesional en esta área.
Sólo en un barrio alejado del centro y más cerca del campo trataba de sobrevivir mientras el paso de los camiones y vehículos por esa calle de tierra le tapaban de polvo como si acaso la misma vida le dijera que ya está muerto y está siendo enterrado.
En su casa prestada seguía deduciendo fórmulas matemáticas y físicas de su profesión, estudiando siempre para no perder sus conocimientos por olvido. Creaba programas de cálculo en su computadora para estar listo ante cualquier oferta de trabajo, en una localidad donde su profesión no es requerida.
Se sentía fracasado y el paso de los camiones lo seguían llenando de tierra. Los días pasaban, los meses pasaban y su profesión quedaba sepultada cada vez a mayor profundidad. Estaba muy solo, experimentó la desesperante soledad. No quería seguir viviendo porque si la vida será solo para masticar amargura, es mejor no seguir viviendo.
—Señor, vení a visitarme. Jesús hazte visible y vení a conversar conmigo—. Imploraba Daniel por las noches cuando intentaba cenar algún fiambre con algún vino. —Ya no puedo resistir más, si no vas a venir, entonces llevame contigo, pero no me abandones Señor—. Pero solo había silencio en estas noches oscuras.
Ya no le interesaba el mundo ni sus cosas, solo imploraba a Dios su misericordia. Un Dios que callaba, un Dios que pareciera no existir, un Dios que parecía no querer ayudarlo. Un Dios que lo ha abandonado a la muerte, al fracaso.
Daniel amaba a Dios desde muy pequeño y también se sabía muy amado por Él, pero ahora estaba ausente y la oración comenzaba a transformarse en exigencia, una exigencia de quien piensa estar en el infierno, una exigencia de quien piensa que ya no puede resistir más. Comenzó a culpar a Dios por sus padecimientos, aunque él creía que no. Quizás ya estaba en el purgatorio donde solo hay un fuego que consume el alma por dentro.
Venía caminando una noche, casi llegando a casa, cuando de repente tiene una imaginación muy nítida o tal vez fue una visión tan rápida que la confundió con una imaginación, pero quedó grabada en su mente y en su corazón. Vio a Jesús clavado en la cruz, lleno de sangre en todo su cuerpo, todo era como carne viva, todo el cuerpo era rojo de sangre de Jesús que sufría en la cruz. Mientras contemplaba surge un pensamiento en su mente, como si el mismo Jesús le hablara: —Aquel que me hizo sufrir a mí, te está haciendo sufrir a ti, y trata de enemistarnos—. Daniel comenzó a llorar, a amar más a Jesús, y pedirle perdón. Estuvo un buen rato en estado de contemplación y adoración en el recuerdo de esta imagen que ha marcado el fin de sus padecimientos. Ha comenzado a nacer una nueva esperanza. Esperanza regalada por el Señor de la Vida. Esperanza de aquel que carga sobre sí todos tus sufrimientos y los convierte en redención.
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Parte IV
La vida presenta muchas curiosidades en la dinámica del camino del hombre, en la dinámica del destino que lo lleva de un estado particular a otro completamente diferente. Muchos no tienen presente este hecho en la vida actual que está transcurriendo en la intimidad de cada persona y algunos suelen enredarse mezclando estados de vida que no corresponden a su realidad de ese preciso momento que están viviendo.
La vida del soltero es una vida con ilusiones muy particulares y de esperanzas particulares, como también de vivencias, experiencias, costumbres, amistades. La vida transcurre desde lo individual hacia lo social en los distintos entretenimientos, salidas, responsabilidades, relaciones. El trabajo o el estudio o ambos van marcando un rumbo en ese camino donde en un cercano horizonte el soltero muestra la necesidad de dejar de serlo al soñar con un amor que camine junto a él, tener hijos al igual que aquellos otros que se ven a diario en su casa exhibiendo una familia propia. Pero mientras tanto tiene un mundo de diversiones y lugares de reuniones donde busca ese encuentro maravilloso de su compañera que le dará ese sustento y el equilibrio de su inquieto corazón. Es el momento de vivir y de prepararse a vivir de un modo diferente. Es momento de mirarse hacia adentro, hacia afuera, hacia el futuro y ver si tiene todos los elementos necesarios como para emprender un nuevo viaje en la vida. Ver si humanamente se está preparando correctamente como hombre con los valores adecuados en esta continua evolución de la madurez personal; Revisar su solvencia económica que lo llevaría a ser totalmente independiente enfrentando las necesidades materiales que exige la vida, para él y para el proyecto futuro que habita en sus ilusiones. Hablo solo del hombre, pues la mujer tiene sus características particulares, algunas semejantes y otras muy diferentes, aunque los dos caminan por sendas diferentes en caminos que se encuentran en algún tiempo de esta casi mágica experiencia del vivir.
Hay que prepararse muy bien en el presente para evitar sufrimientos innecesarios en el futuro, no todos, siendo que algunos sufrimientos solo son avisos de cambios importantes que se los deben tener muy en cuenta. Ocurre cuando están cortando los dientes nuevos, cuando hay que arreglar o extraer una muela, cuando hay golpes en el aprender a caminar, cuando hay que estudiar una materia difícil hasta aprenderla y poderla aprobar, en fin. La vida es un continuo sufrimiento que con la esperanza se transforma en aprendizaje y alegría. Hay que prepararse para ser médico, maestro, ingeniero y en toda área que se pretenda desempeñar, y hay que prepararse muy bien en cualquiera de todas las cosas. Todo esfuerzo lleva en su seno un sufrimiento que se lo debe vencer con una poderosa herramienta que se llama responsabilidad. El hombre verdadero, aquel que en verdad quiere ser un hombre completo debe olvidarse de buscar el placer en sí mismo, por ser el placer el enemigo más mortal de la responsabilidad y por ende de todo aquello que se logra con ella.
Ser soltero no significa ser un hedonista, aquel que solo vive para el placer, sino que es una etapa de preparación para las cosas futuras que se hacen presentes continuamente a lo largo de toda la vida. Es muy cierto que debemos vivir el presente, pero con responsabilidad, a sabiendas que el presente dura solo un instante y se convierte automáticamente en pasado. Debe prepararse para ser novio de una mujer que espera encontrarse con un joven maduro que la lleve hacia ese mundo mágico donde habitan las ilusiones. El joven debe tener presente que toda esa magia debe tener consistencia en realidades, en cosas concretas que les permitan vivir desde allí hacia ese mundo mágico que juntos lo desean.
La magia se fundamenta en realidades, de lo contrario no es magia, es solo ilusión, prestidigitación, engaño. Una mentira.
La magia la uso metafóricamente significando “el milagro”, de convertir el agua en vino, de caminar sobre el agua, de calmar las tempestades, de crear un nuevo día, de sanar un enfermo…, porque el joven necesitará de toda esta magia para hacer oír al sordo, hacer hablar a los mudos, perdonar, hacer caminar al paralítico, cuando el futuro se haga presente y tengas que ser tú el que pongas a andar a tu propia familia. Hay que aprender a amar.
La realidad es lo que existe en el presente, no hay realidades futuras, simplemente porque todavía no ha ocurrido, o sea, no es real, no existe. Solo en el presente se puede observar la realidad en su verdadera magnitud.
El soltero vive dentro de una dimensión de la vida, cuando se casa es otra dimensión, es muy diferente. Cualquier casado lo entiende perfectamente, es como vivir en otro planeta o algo así. Todo cambia, todo es diferente. El que se casa muere a la soltería, y muere para siempre, ya jamás podrá volver a ser soltero, jamás podrá hacer las cosas que hacen los solteros. El soltero ya está muerto. Ha muerto para siempre. En esto no hay resurrección.
El que se separa vive en otra dimensión, diferente al del soltero y al del casado. Sea divorciado o no, vive en un mundo particular del separado. Ya no puede acudir a sus amigos del mismo modo que lo hacía cuando era soltero, pues sus amigos ya están en otra cosa, se encuentran en la dimensión de los casados, otras edades, otras responsabilidades, otras ilusiones, otras realidades. No pueden acompañarlo a los bailes, a pescar alguna chica para el placer, a salir de juergas.
Tampoco le cabe juntarse con los solteros, pues las edades son diferentes, las ilusiones son diferentes, los temas de conversación son diferentes.
Solo puede juntarse con otros separados a exhibir sus inmaduras conversaciones llenas de espejismos y falsas alegrías.
Existe un inmenso abismo entre las dimensiones del soltero, del casado y del separado. No existe un puente de ida y vuelta en ninguno de los tres casos.
¿El que fracasa en el matrimonio fracasa en la vida? Hay que pensarlo bien para poder darle una respuesta certera a esta gran pregunta.
La mujer soltera siempre está lista para ser mujer completa, madura mucho antes que el hombre, por lo tanto necesita un hombre maduro para que pueda caminar con ella en esa empresa del destino, esa empresa que debe durar para siempre. Solo la mujer tiene este don; solo la mujer tiene consciencia de perpetuidad en el caminar con el hombre. Ella es la cabeza en lo perpetuo, en aquello que cuando se inicia ya no debe terminar. Todo esto está en su naturaleza de mujer, aunque no está todo resuelto, debe trabajar mucho para lograr estos objetivos.
El don existe, pero ella está inmersa en un mundo lleno de trampas, lleno de máscaras y disfraces, plagado de mentiras y falsas concepciones. Le hacen creer que es igual al hombre, mientras el hombre la usa y esclaviza cada vez más haciéndole creer que es más libre. El mundo patriarcal que se vivía en la antigüedad no ha desaparecido con el feminismo, sino que usa esta nueva ideología como nuevo disfraz para manejarlas en masa. La mujer, hoy, sigue más dominada que en la antigüedad, aunque ellas creen ser libres. El feminismo es conducido por proxenetas. ¡Qué fácil es mentirle a la mujer y hacerles hacer lo que uno quiere!
Existen hombres bestias y, aunque quizás no abunden, también existen hombres humanos, pero la mujer siempre le cree más al que le miente. Desde el principio de la humanidad. Eva le creyó al demonio disfrazado de serpiente y el hombre bestia acompaña a la mujer engañada cayendo ambos en un abismo de oscuridades, locuras y sufrimientos.
La mujer tiene también el don de la confianza, aunque también carga en sí casi la totalidad de los dones de la vida, casi todos. La mujer es la tierra del hombre, donde el hombre se sustenta, hace su morada, la cuida, la protege, la desmaleza cuando es atacada por todo aquello que le quita belleza y malogra los dones de la vida que desde ella provienen. El hombre humano es solo un agricultor, que ama su tierra y le ayuda a producir sanamente lo que desde su interior proviene, pero el hombre bestia es el que explota la tierra, la hace trabajar al máximo sin piedad, la esteriliza, la maltrata, porque sólo quiere usarla, solo quiere sacar réditos de ella, solo quiere obtener ganancias para fines individuales. La tierra no puede defenderse sola, necesita su agricultor que le ponga frenos a los terratenientes explotadores. La mujer necesita al hombre humano que la defienda de las bestias.
El hombre es la cabeza, guste a quien le guste. La cabeza enferma o defectuosa lleva a todo el cuerpo a la destrucción, pero una cabeza lúcida y sana llena de bondades y bellezas.
Es muy natural que una mujer no esté de acuerdo con esto, y muchas veces he oído decir: —Jamás dejaré que mi marido sea la cabeza, etc., etc. —. Porque esta mujer se casó con un estúpido. ¿Cómo un estúpido podría ser cabeza de familia? Pero este estúpido tiene dinero o le da buen sexo. Muchas mujeres con profesión universitaria buscan como esposo un estúpido que les de buen sexo. Hoy el sexo está muy sobrevalorado y hasta las pobres ignorantes buscan un esposo con estas características. Luego no lo pueden respetar, son impresentables en sociedad, solo son hombres bestias que no pueden ser cabeza ni de sí mismos. Pero si se hubiese casado con un hombre humano, ella misma lo coronará como rey y señor suyo y de su familia.
El problema no radica en que el hombre es o no cabeza, sino que no se puede coronar a un estúpido como rey y señor de la familia.
Si se llegara a descubrir un hombre humano de verdad, hasta la más empedernida feminista se arrojaría a sus pies. Todas las mujeres saben esto, dicen buscarlo, pero se dejan seducir por los estúpidos.
El buen agricultor reza a Dios por su tierra, por sus sembrados y sus frutos. Reza al Señor para que proteja a su tierra de las plagas. Le da gracias por la belleza y fertilidad de su tierra, le da gracias cuando comienza a brotar su sembrado, cuando caen las lluvias, cuando realiza la cosecha. El agricultor es el sacerdote natural de su tierra, aunque también la tierra, por su propia naturaleza, se abre al infinito alabando a Dios, Señor nuestro, exhibiendo todas las bellezas que de ella han brotado como ofrenda agradable a su propio creador. El agricultor toma todo esto, y como sacerdote, se lo ofrece a Dios como signo acción de gracias a aquel que es divinamente providente, como también divinamente misericordioso.
Así debe ser el hombre elegido por la mujer. Mujer verdadera que no se prostituye ni pierde la esperanza. Debe rogar a Dios por ese agricultor que quizás también la busca. Es mejor creer en Dios e interactuar con Él, porque el hombre sin Dios es solo un hombre bestia, un estúpido.
Han pasado un poco más de dos años y Daniel, por razones de trabajo, está transitando en la ciudad donde viven su esposa, su hijo y sus suegros. Están separados pero no divorciados. Transita en un ciclomotor con piso en el medio, donde puede apoyar sus pies e incluso llevar cajas o cosas. Es la mañana de un día de verano donde él pasa con su moto por el frente de la casa de don Osvaldo y ve en la vereda a Emanuel de casi tres años parado al lado de su niñera, quieto, mirando al infinito. Una cara de tristeza en este chico que llenó de dolor el corazón de Daniel que se conmovió hasta las lágrimas viendo este cuadro tan triste de su hijo que parecía no tener esperanza, que sufría en carne propia y en su pequeño corazón la ausencia de su papá que lo quiere tanto y desea estar con él. Griselda y su padre estaban en sus trabajos y solo estaba doña Lúrcia en casa.
Cuando Emanuel ve a su padre se llenó su rostro de alegría y corrió hacia él. Consiguió permiso para llevarlo a pasear, lo puso de pie en el piso intermedio de su ciclomotor y lentamente salieron a dar unas vueltas por la ciudad. Emanuel iba con sus manitos en el tablero de la moto y a sus costados lo protegían las piernas de su padre. ¡Qué linda sensación experimentaba este niño al pasear en la moto con su padre! Miraba con admiración a su alrededor, dieron unas vueltas por la zona céntrica y luego lo llevó a un lugar donde tienen animales de campo. Vieron vacas pastando, cerdos en otro sector y unas cabras en un corral. Tuvieron que bajar e ingresar a ese corral porque Emanuel quería tocarlas, así que Daniel se acercó a algunas de ellas para que su niño pudiera acariciar a las más mansas. Luego se sentaron en el césped bajo unos eucaliptus mientras conversaban, jugaban y se reían. Muy rápido se hizo la hora del regreso, había que devolver al hijo prestado para que pueda almorzar. El padre prestado también debía regresar a su casa prestada en la localidad vecina.
Daniel no podía permitir que su hijo sufra por él. La alegría de su hijo es más importante que su orgullo de hombre, la felicidad de su hijo es mucho más importante que su propia felicidad. La felicidad de un padre está en la felicidad de su hijo, así que debía hacer unos cambios para lograr esto porque no existen padres felices cuando sus hijos están tristes.
Tuvo que hablar con Griselda para ver el modo de resolver esto solos y sin suegros. Acordaron encontrarse los fines de semana en la casa de Daniel desde los viernes por la tarde hasta la tarde de los domingos.
Llega el micro con Griselda y Emanuel en esa tardecita del viernes mientras Daniel los espera en su moto. El niño va de pie en el piso de la moto y Griselda se acomoda en la parte trasera del asiento. Van los tres juntos al supermercado a comprar una gran caja llena de mercaderías y algunas golosinas que su hijo elegía. Pusieron la caja en el piso de la moto, se acomodaron los tres en el asiento y apuntaron rumbo al barrio donde el paso de los camiones deja una nube de polvo de tierra, que en este momento ya no es molestia porque están todos felices.
Entró la mujer en la casa, reordena todo, reubica todo, limpia todo, gasta toda el agua almacenada en la limpieza de los pisos, llena de trapos mojados en todas las puertas para que no entre la tierra. En unos minutos hizo lo que Daniel en tres años no había hecho. ¡Qué alegría la de este niño! ¡Estaba con papá y mamá al mismo tiempo! Jugaba con todo, desordenaba todo, saltaba de alegría porque estaba de fiesta, fiesta que no figura en los calendarios, fiesta que solo acontece en su corazón e ilusiones. Fiesta del amor que exige madurez y responsabilidad de sus padres.
Una y otra vez se repetía esto, todos los fines de semana, era ya una costumbre. Fines de semanas de gran alegría para los tres, hasta incluso logró visitarlos la cigüeña que andaba levantando pedidos poniendo en marcha la existencia de un hermanito para Emanuel.
—Vamos a pedir un crédito en el Banco Hipotecario para hacer nuestra casa —, dice Gabriela, —Juntando los dos recibos de sueldo podemos solicitar treinta mil pesos—, con una mirada calculadora encara a Daniel. Era la época del uno a uno, significan treinta mil dólares. Él no está de acuerdo, porque comprometerse a pagar durante quince años en un país tan cambiante es un riesgo demasiado grande.
—Aquí tengo todas las planillas que yo misma las voy a rellenar y haré todos los trámites necesarios. Vos tendrás que hacer los planos de la vivienda por este monto. También tendrás que hacer todos los elementos del proyecto: el cómputo y presupuesto, el avance de obra y todos los detalles necesarios—. Todo es premeditado y analizado en la mente de Griselda.
— ¿Dónde construiremos la vivienda?— Pregunta Daniel a sabiendas que no tienen un terreno.
—En el terreno que nos regaló mi padre cuando nos casamos, pero vos no lo sabías—. Aclaró Griselda.
Ese terreno es una parcela pegada a la casa de don Osvaldo, significa que se construiría la vivienda familiar pegada a la casa de los suegros.
— ¡Definitivamente no!— Acusa firmemente Daniel —Demasiados problemas hemos tenido por la intromisión de tus padres en nuestro matrimonio. No formaré parte en este proyecto.
—Si no lo vas a hacer, entonces pediré a alguno de tus amigos arquitectos que me lo haga—. Con ánimo de impotencia responde Griselda.
El hombre es ese ser que comete mil veces el mismo error, aun sabiendo que serán los mismos resultados. También sabe que solo con el sueldo de ella puede aspirar a conseguir la mitad de lo que inicialmente pretendía, además debería pagar a otro el proyecto, confiar la edificación a albañiles… No sería posible. No se puede lograr alguna vivienda de ese modo.
Tienen un hijo y viene otro en camino sin tener casa propia. Sabe casi con certeza que esa vivienda no será para él, pero aun así podría ser la única herencia que podría dejar a sus hijos. En este balance de opciones decidió encarar el proyecto.
Diseñó una vivienda para que en el futuro puedan agregar un entrepiso, por lo tanto es una vivienda alta con paredes internas que se suspendían a mitad de altura, para luego agregar el piso correspondiente. Diseñó un dormitorio matrimonial estilo suite, con baño y antebaño, dos dormitorios más con un baño en medio de ellos, para los chicos, Una cocina-comedor en el centro que comunica a todos los dormitorios, dejando previsto la construcción de dos dormitorios más en planta alta, un baño, comedor y terraza abierta hacia el frente.
Construir esta vivienda costaría no menos de cien mil dólares, o pesos en ese momento, pero construyendo sólo en planta baja, jugando con distintos materiales y armando un equipo propio de albañiles conducidos directamente por Daniel, se la haría habitable por treinta mil pesos o dólares. Así se hizo y durante el tiempo de edificación se pudieron agregar elementos que no estaban previstos en el presupuesto, como cerámicas grises para los pisos, completar los baños con los elementos más económicos, aberturas internas; y al construir el cielorraso de machimbre bajo techo de chapas, curiosamente salía más barato hacer el entrepiso de madera, con madera del lugar acordado con un aserradero local, que salía a mucho menor precio que la madera para machimbre que provenía de otra provincia y las vendían en un corralón. Se optó por hacer el contra piso y se dejó para más adelante el cielorraso, etc., etc. La casa estaba habitable y esta nueva familia comenzó a vivir allí, mientras poco a poco se iban agregando elementos para ir completando el proyecto total.
Por primera vez Daniel habita en casa propia, aunque sabe que debe ser un verdadero equilibrista que camina sobre una fina cuerda que tampoco es segura.
Daniel debe trabajar en su profesión así que decidió colocar una placa profesional en el frente, destinó un local de un futuro dormitorio que da hacia el frente de la casa, como su oficina de trabajo. Planeó hacer un emprendimiento de construcciones, proyectos y cálculos estructurales. Se puso en marcha en esta empresa.
—No se te ocurra poner una placa profesional porque arruinaría la fachada de la casa, tampoco uses ese lugar como oficina porque la gente va a ensuciar los pisos. Si querés una oficina andá a alquilar algún local en otra parte. Esta es una casa de familia—. Marcó con firmeza Griselda.
¿Pelear o resignarse? Antes eligió pelear y no les fue bien a ninguno, entonces ahora decidió resignarse para ver hasta dónde llega esta relación conyugal mal concebida.
Griselda tiene completa toda la colección de ollas Essen y todos sus accesorios que los había comprado desde los tiempos que era soltera, además entre los dos habían comprado una multiprocesadora muy completa que a Daniel le gustaba y pensaba usarla en esa mesada de cocina que medía cinco metros de largo con dos bachas en el medio. Jamás encontró esa multiprocesadora porque Griselda la guardó en la casa de su madre, junto con la colección de ollas y tantas otras cosas que incluso fueron regalos de boda.
—Prestame una de tus ollas, quiero cocinar una comida—. Dice Daniel apoyando sobre la mesada carne y verduras que recién había comprado. —No, porque seguro me las vas a rayar. Si querés cocinar comprá tu propia batería de cocina— Responde Griselda.
Resignó su empresa de construcciones, resignó su deseo de cocinar, resignó su vida y sus ilusiones. Se sentía viejo para irse y comenzar de nuevo, aun cuando tiene cuarenta años. Aquí radica el fracaso, vivían juntos pero al mismo tiempo estaban separados. Ya no hay vuelta atrás ni tampoco hay ilusiones futuras por ser la resignación el fracaso de la vida.
ESTA BUENO MUY BIEN CONTADO TODO EL PROCESO DESDE EL PRINCIPIO HASTA LLEGAR A LA SEPARACION.EL DOLOR DE LOS CHICOS .TODO EN GENERAL
ResponderBorrarHola Juan Carlos. Has elegido un tema crucial. Acabo de leer los dos primeros capitulos. Es un Gran Drama de nuestros dias, con el que nos enfrentamos a diario en la Defensoria. Es una realidad de muchos heridos, los mas apremiantes, los niños. Nuestra Experiencia tiene que iluminar el sentido de un desafio tan interesante como el que elegiste
ResponderBorrarLa posibilidad siempre del abrazo y la Misericordia ,frente al eventual rigor de la censura y condena, sin que ello implique desconocer la Verdad que esta en juego. Fuerte abrazo!!!!!!
Me gusta imaginar a las familias conformando una red social..soportando los vientos del tiempo. Al romperse una, empieza a caer la red. Pequeños espacios vacíos aparecen..luego otros mas grandes.El dolor de cada hilo cortado es terrible, porque no puede tomarse con otro nuevamente. Su extremo ha sido amputado emocionalmente.La red, en definitiva, tiene dos caminos: aprende a cuidar cada hilo como si fuese ella misma,o solo se salva si aparece Alguien que la vuelva a coser.
ResponderBorrarINTERESANTE LA VIDA DE RICARDO...Y PAULINA ES MUCHO MAS INTELIGENTE Y ASTUTA QUE CUALQUIER MUJER QUE HAYA CONOCIDO.SE ASEGURO CON ESE HIJO LA CONTINIIDAD DE TENER BUEN PASAR ECONOMICO POR MUCHOS AÑOS....RICARDO AL ESTAR ENTRADO EN AÑOS COMO CUALQUIER SER HUMANO SU BELLEZA SE VA ESFUMANDO.
ResponderBorrarPORQUE LA BELLEZA ES EFIMERA ..NO ASI LA INTELIGENCIA QUE PERDURA CON EL PASAR DE LOS AÑOS.MUY POCOS HOMBRES/ MUJER...MIRAMOS EN UN SER HUMANO LA INTELIGENCIA.QUE ES LO EN VERDAD ENAMORA Y SE MANTIENE CON EL PASAR DE LOS AÑOS...LO DEMAS ES EFIMERO...O NO?
DE LA VIDA DE RICARDO Y PAULINA PADANDO POR SUS HIJOS DEL PRIMER MATRIMONIO Y SU EX MUJER A LA CUAL ODIABA Y DESPUES PERDONO. EL CAPITULO 9 SE VUELCA AL FRACASO MATIMONIAL DE DANIEL Y SU ESPOSA TAMBIEN DEL DOLOR DE SUS HIJOS.DANIEL EL INGENIERO SUFRIO ES DESAMOR Y AUN AHORA SIGUE SUFRIENDO...AMO MUCHO MAS DE LO QUE GRISELDA LO AMO A EL.LLORO EN ESOS VIAJES DONDE NADIE LO ESPERABA Y EL LO SABIA...DEJO HUELLAS INBORRABLES HASTA HOY QUE NO SE ATREVE A COMENSAR UNA RELACION SERIA.DESCREIDO DE TODO EN LA VIDA INMERSO EN UNA PROFUNDA DEPRESION INVOLUNTARIA...EL NO SE DA CUENTA.HACE MUY POCO POR EL.DEBERIA CAMBIAR DE COSTUMBRE..SALIR TODOS LOS DIAS A CAMINAR UN RATO SENTIR EL FRIO O EL CALOR TENER MAS CONTACTO CON LO SIMPLE Y COTIDIANO DE LA VIDA.AL FIN Y AL CABO DE ALGUNA MANERA TODOS TENEMOS ALGUNA TRISTE EXPERIENCIA EN LA VIDA...SOLO ES CUESTION DE SOBREPONERSE Y SEGUIR APOSTANDO... LA VIDA TIENE SU ENCANTO Y MERECE SER VIVIDA .O NO?
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