por Héctor Ojeda Varela (Reconquista Sta. Fe)
“Ladran Sancho señal que son perros, “Las ratas del Riachuelo”, “ Hablan porque el aire es gratis”, “ Eso no se llama mayoría política sino rejunte político”, “Es increíble, pareciera que votaran con una mano, lo borraran con la otra, decidieran con un hemisferio de su cabeza una cosa y que el otro hemisferio”, “Y yo decía qué lástima este loro tan bonito en extinción, tantos loros que hay por allá, no los de pecho vinoso que le dan tanta belleza al paisaje; esos no están en extinción, a veces parece que se multiplicaran”.
Nadie podría pensar que estas son frases que pertenecen a un Jefe de Estado, presidente de todos los ciudadanos de su país y que además han sido disparadas contra quienes piensan diferente.
Las palabras parecieran pertenecer más bien a una arenga de campaña, lanzadas con la pasión irrefrenable que muchas veces se pone en la campaña y que eleva la temperatura del contexto político que enmarca siempre las contiendas electorales.- Pero formular estas expresiones en el ejercicio del gobierno, en el ejercicio de la importante función de administrador del país, resultan lesivos del espíritu democrático, indicando que vivimos en un país en el que no podemos superar una diferencia irreconciliable entre “nosotros” y “otros”.
El gobierno resulta recurrente en presentar las diferencias de opinión como hechos dramáticos de contenido casi delictual que van erosionando los vínculos entre hermanos argentinos y promoviendo encarnizadas luchas irracionales.
La democracia es un sistema en el que su propia esencia radica en cobijar en su seno ideas diferentes, opuestas, a veces complementarias y a veces contradictorias, pero siempre con la conciencia de compartir un mismo objetivo, un bien común que tiene una significación igual para todos y que es capaz de ser la bandera detrás de la que todos encuentran un sentido de hermandad que les permite trabajar juntos para alcanzar los objetivos.
Así como el gobierno lee la bondad de sus medidas por el impacto que las mismas provocan en la economía, y legitima su proceder porque subieron los bonos por ejemplo, tendría que advertir cual es el impacto social que dichas expresiones provocan.
Cuando de sus alocuciones, resultan ánimos exaltados, argentinos enfrentados, marchas sin sentido, y siembra división y encono en la sociedad, constituyendo el germen de una lucha entre hermanos, entonces no pareciera que el lenguaje oficialista fuera el lenguaje de la democracia.El impacto social del discurso debiera ser para el gobierno más importante que la suba de los bonos, porque las pérdidas que puede generar son mucho mayores que las económicas.
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