jueves, 19 de noviembre de 2009

Democracia, esa vieja dama prostituida

Gentileza: Alberto Colella
por Dr. Jorge Alberto Estrada

Sin pretender entrar en honduras, recordemos la clasificación que hizo Aristóteles de las formas de gobierno, con sus dos criterios de división: el cuantitativo o numérico y el de carácter cualitativo o valorativo. Aplicando esos parámetros a la realidad actual de nuestro país, sin duda alguna llegaremos a la conclusión que no nos hallamos frente a una politeia (democracia) sino a la forma bastarda, impura y destructiva de una demagogia.

Tras el disfraz apolillado de tanta palabrería, detrás del funcionamiento asqueante de las “instituciones”, advertiremos que tal como señalara el filósofo ateniense estamos gobernados por una suma de individuos que lo hacen tan solo en beneficio propio.

Creo que ni siquiera es necesario dar explicaciones: el conjunto de la población sabe que existen agrupaciones perversas, verdaderas mafias, que funcionan como grupos de rapiña. Y que esconden o pretenden esconder ese accionar detrás de palabras, palabras y más palabras. Invocan la institucionalidad, cuando vemos que las instituciones no funcionan. Invocan la legalidad, cuando advertimos que carecen de legitimidad. Invocan la división republicana de poderes, cuando todos sabemos que en su gran mayoría se revuelcan en el mismo chiquero.

¿Es esta manifestación impúdica de ejercicio pervertido de poder una Democracia?. Absolutamente no. Acuerdo con los sostenedores de la teoría del análisis psicológico en la búsqueda de los móviles que impulsan el desarrollo de la vida política, en que el conocimiento y análisis de los rasgos de la personalidad de los miembros de la llamada “clase política” ayudan a aclarar los devenires de ese desarrollo e incluso pueden en algún caso proporcionar la clave funcional del mismo. Aquel que se sienta interesado al respecto puede acudir a autores tales como Hobbes, Bentham, Wallas (con sus más y sus menos), Otto Klineberg, Jean Meynaud, etc.

Pero no es ese el objetivo de estas líneas. Simplemente queremos dejar en negro sobre blanco un aserto: no estamos viviendo en Democracia. Estamos viviendo una cruel farsa. Estamos virtualmente dominados por agrupaciones corruptas de individuos que emplean métodos de organización y acción típicamente mafiosos. Y tal como van las cosas, no hay salida.

Pobre de aquel que en su ilusión crea que toda esta comedia de enredos de “internas” y elecciones servirá para algo. Todo lo que vivimos no hace sino profundizar el drama nacional y en estos tiempos acelerados, en estos tiempos que vivimos en tiempo real acontecimientos que están sucediendo a miles de kilómetros, nos están llevando a un desenlace cruel y sin duda catastrófico a producirse en un tiempo históricamente brevísimo.

Realmente no me importa quienes son los candidatos de la puesta en escena de este circo: detrás de todo, están las mafias. Que compran voluntades, extorsionan, “aprietan”, corrompen, mienten, adulan, y si es necesario, matan.

En la idea que me ocupa, quiero traer una opinión. En la edición del domingo 30 de junio de 1996 el diario La Nación publicó un reportaje a Moustapha Safouan, en aquel entonces el único discípulo destacado y aún vivo de Lacan. Transcribo –en tanto creo que sus palabras tienen que ser leídas y aprehendidas- algunos de sus conceptos: “...Hay un territorio ambiguo donde el gusto por el poder tiene algo de psicótico.

Los locos, precisamente, viven en una estructura dual, como la que antes mencionaba. Y eso mismo sucede en quien actúa como si fuera la Ley...Uno se asombra de que los funcionarios y los mandatarios que infringen las normas establecidas pueden convivir con su conciencia. En realidad, ese tipo de personaje no siente la culpa; hay en ellos un mecanismo muy extraño que de algún modo funciona, en una escala mínima, en todos nosotros. Se produce en ellos una confusión entre sus demandas y su deseo...

La Ley reducida al capricho de una persona o de un grupo no puede de ningún modo estar interesada en la verdad. Pero lo terrible es que, aún muchos de los que despotrican contra las injusticia están de acuerdo con lo que hace posible la existencia de las mafias, es decir, con la eterna persecución de espejismos, con ese mal infinito que busca eludir las limitaciones fundamentales del ser humano...

En el grupo que ejerce el poder se establece entonces un lazo social perverso que, desde arriba, contamina al resto de la sociedad. Al hacer de su voluntad la Ley, la culpa no existe para los poderosos, la verdad tampoco; no tienen ninguna dificultad en seguir infringiendo las leyes antes establecidas, creando otras que satisfagan sus demandas.

Por el contrario, necesitan infringir cada vez más leyes, para alejarse cada vez más de cualquier barrera que les recuerde su condición de mortal. Evidentemente no delinquen por una necesidad material; por el contrario, podríamos decir que lo hacen por razones espirituales: para ganar la tranquilidad de sus conciencias, porque así se sienten impunes”.

Desde el hartazgo, desde el asco y la espantosa lucidez del que advierte el fin, no puedo sino advertir: esos grupos, enquistados en el poder merced a la construcción de organizaciones y aparatos jurídicos que impiden sean desalojados del mismo, nos llevan a la disolución nacional, a la destrucción definitiva del cuerpo social de nuestra Nación, a la desaparición o al menos atomización de nuestra organización territorial.

Por eso termino reiterando un consejo para los patriotas: en silencio, pero en posición.

1 comentario:

  1. Este es el escrito que merece ser leido. Escrito con estilo, conocimiento y buen castizo. Redactado con mucha crudeza pero sin desmerecer la cultura del autor.
    No todos sabemos ni estamos en condiciones de tomar desiciones que modifiquen el oscuro panorama de nuestra política. Hoy no sólo los dirigentes están prostituidos, también nosotros con nuestra actitud aquiecentey sin reacciones, aún viviendo el atropello permanente como ciudadanos. Jueces que juraron en tiempos del proceso militar son enjuiciados por tal motivo ¿cómo juzgaremos a los que no son capaces de ver como se violan las normas establecidas? ¿Es olvido, o subversión ?
    Stella Maris Romaña

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