lunes, 7 de diciembre de 2009

A propósito de una nueva actitud


El docente se distingue porque a su paso siempre encuentra una piedrita para ordenar.

Cuando pequeña, solía oír las conversaciones de mis maestras diciendo que dejarían de enseñar el día de su muerte... eso me asustaba un poco.

Con el correr del tiempo esas palabras quedaron flotando en el aire como pájaros que no dejaban de revolotear y de pronto, joven ya me encuentro en un acto escuchando a un político que decía: "Cada vez que un político ocupa un púlpito se convierte en maestro, como Cristo, debe sembrar enseñanzas de amor, señalando caminos, orientando, trabajando para su prójimo, pues concretar un proyecto para el bienestar común es la mayor victoria y la mejor gratificación".

Me conmovieron esas palabras y en mi hacer docente he tenido la oportunidad de trabajar con proyectos de educación de gremios muy importantes, escritos con sabiduría y conocimiento de la realidad, a la altura de los mejores másteres en educación.

No obstante los mejores expertos nos decían que el entretejido social, más complejo a medida que pasaban los años camino al nuevo siglo, estaba roto.

Sin duda que, la Argentina de nuestros héroes del siglo anterior había llegado a su punto.

La dinámica de la humanidad necesitaba remozar nuevos hechos con nuevos personajes representativos de esta sociedad del nuevo siglo.

Tan ocupados en investigar y descubrir, verificar y crear estábamos todos en mayor o menor envergadura de proyecto, que quizás no nos dimos cuenta que había una población mayor, que avanzaba con grandes y mayores necesidades, dada la complejidad de la nueva época con tantas cosas nuevas para aprender, con nuevos espacios para recrear y diseñar nuevos paradigmas y resolverlos con mentalidad de nuevo siglo, a como dar y hacer. Y en un siglo donde la tecnología se crea para la igualdad de los hombres según los derechos humanos, la equidad se disfraza de pródigas promesas que no alcanzan y comienza la equiparación deshonesta que beneficia a quien no se esfuerza y ajusta a quien desconoce la nueva impronta del no hacer ni saber, para merecer.

¿Y qué hacemos los maestros, quiénes somos, y cómo y dónde nos formamos?

Mirando el Portal de Belén repaso las figuras y si bien el niño Jesús es el centro, en realidad, las imágenes centrales son adultas, interpreto desde este nuevo enfoque, una vuelta a mirarnos como adultos para fijar nuestro hacer en los niños, nuestros herederos.

Y vuelvo a pensar en la inequidad, desde este enfoque, endilgándoles responsabilidades de adultos a los niños, retaceándoles horas de calidad en familia, en pos de una vida de calidad, ¿cuál sería el eje de calidad para el docente?

Los roles no cambiaron, ¿cambiaron las funciones?

La calidad ¿es la misma? Si tenemos en cuenta que el sistema educativo tiene valor tridimensional pues su diseño debe ser horizontal, vertical y en profundidad ¿donde ponderamos la calidad, como la evaluamos? Y desde el punto de vista de su profesionalidad, ¿cómo retribuimos al docente?

Todos los ámbitos de un estado son importantes, cada uno tiene su propia especificidad, pero todos tienen un escalón inicial basado en la educación.

Y esta no tiene carácter masivo, pues cada ser es único en sí mismo.

Meditemos en este tiempo de adviento, y merezcamos la tierra que nos fue dada, no para su destrucción sino para nuestro goce. AMEN

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