Buenos Aires, 15 Dic. 09 (AICA)
Jesús y la patria
“Nuestra patria necesita con urgencia que los argentinos le digamos que sí al misterio de Dios que habla en el silencio, que se revela en el recogimiento y que se encuentra en las profundidades del espíritu, para que el niño Dios no sea ‘un muñeco cualquiera’ y podamos encarnar su grandeza, su riqueza y su fortaleza”, dice el presbítero Alberto Bustamante, presidente del Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC).
En el editorial de la publicación educativa, el sacerdote estima que esa necesidad de su presencia viva es todavía más necesaria en “el hoy fragmentado y disuelto de nuestra patria”.
“Nuestra Argentina rica en problemas y en problemas no resueltos, nuestra Argentina no tendrá paz en la superficie si no tiene a Dios en el fondo. Si no tiene a ese Dios que, niño en Belén, siendo rico se hizo pobre, siendo fuerte se hizo débil, siendo grande se hizo pequeño para que nosotros podamos tener su grandeza, experimentar su fortaleza, y participar de su riqueza”, advierte.
El presbítero Bustamante insiste en que una Argentina sin Dios no tendrá “la grandeza del compromiso de entrega al prójimo, al bien común por encima de intereses grupales, parciales o a veces simplemente demagógicos, que asfixian toda posibilidad de fraternidad y realización nacional”.
Tampoco, subraya, “la grandeza de optar por la razón, la serenidad, la paciencia, la humildad y el amor frente al matonaje, la soberbia y la imposición”, ni podrá experimentar la fortaleza que “nos de la perseverancia en el saber que es mas fuerte el paciente que el impaciente, el humilde que el orgulloso, el reconciliado que el rencoroso”.
“La fortaleza -agrega- para permanecer en la verdad y la participación, sabiendo que la verdad tiene más fuerza que la mentira y que la participación tiene más posibilidades que el autoritarismo”.
El presidente del CONSUDEC sostiene que sin Dios tampoco se podrá “participar de la riqueza que nos permita proyectar y vivir familias unidas, estables, fecundas y evangelizadoras en medio de familias desmoronadas, inestables, egoístas y descomprometidas”, o de aquella que “nos permita recrear la profesión cuando el entorno mercantiliza y comercializa”.
“La riqueza que nos permita tener valores personales en medio de una asfixiante masificación, ser morales en una atmósfera de amoralidad, pensar en cristiano cuando la mayoría piensa en pagano, mantenerse firme si el entorno claudica, ser honestos cuando la venalidad parece cubrir la sociedad”, concluyó citando a monseñor Vicente Zazpe.+
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