miércoles, 10 de marzo de 2010

Mundo, Parque de Diversiones

por Juan C. Starchevich
Esto lo escribí hace muchos años. Es el primer escrito de mi vida, donde comparo al mundo con un parque de diversiones. Quizás pueda servirles a algunos jóvenes que tengan la mente inquieta y un corazón que busque la razón y significado de la vida.

Un parque de diversiones presenta un mundo lleno de misterios que deslumbra a los pequeños, los invita a formar parte de él. El parque solo muestra vida cuando está habitado con la alegría de los niños. En caso contrario, el parque se torna aburrido, ya deja de ser un parque de diversiones y se transforma en un lugar raro que no atrae, no agrada, no entusiasma, no gusta.

Lo más importante de un parque de diversiones es la alegría de los niños.

Un parque de diversiones sin niños es un parque de nostalgias, es un pequeño mundo de dolor. El adulto siente que al parque le falta corazón, le falta vida, no existe el amor.
Los niños representan la vida, la alegría, la fuerza que fortalece a los mayores, la promesa concreta que llena de esperanza a los adultos, la ternura que ablanda la dureza de los grandes, la simpleza que llena de incógnitas a los sabios, la belleza natural que pone en evidencia al mundo de las máscaras.
Los niños son el corazón de la vida, el alma del universo.

Los niños no son adultos en miniatura, son seres en crecimiento que necesitan ser alimentados y cuidados en forma integral por los mayores y, al mismo tiempo, son seres que alimentan a los adultos y los hacen recordar continuamente, que aunque el tiempo pase y marque sus huellas profundas, jamás deben dejar de ser niños.

Cuando un adulto deja de ser niño, ya no vive sino que sobrevive; deja de soñar, improvisa.

Imaginemos la relación que existe entre un papá y su hijo muy pequeño cuando hacen planes y deciden visitar el parque de diversiones.

En primer lugar nace una esperanza mutua, donde de antemano ya se vive una alegría y entusiasmo profundo. El padre y el hijo se transforman en una sola cosa, tienen un mismo espíritu, un mismo proyecto y, aunque las funciones de cada uno serán diferentes, existe un mismo corazón.

Cuando ingresan al parque, el padre lo toma de la mano a su hijo y lo pasea para que disfrute del mismo, para que se divierta, y para que goce de los juegos que se han construido para ellos. Entonces, con la alegría de tener toda esta variedad de entretenimientos, el niño trata de estar en todos ellos, pero como es muy pequeño no se da cuenta de los riesgos, peligros y conveniencias. -¡Quiero estar en todos ellos!-, grita con alegría, -¡y muchas veces!-

El niño ignora el paso del tiempo porque estar de la mano del padre es la eternidad.

¡Qué hermoso es cuando, al disfrutar de los juegos, encuentra la mirada del padre! ¡Esta es la felicidad!

¿Qué ocurre cuando un niño está en la calesita y su padre lo observa desde una distancia prudencial?

El pequeño puede disfrutar su diversión en forma plena porque el padre lo mira con amor y lo observa de un modo muy particular, le transmite su corazón con su mirada, con su saludo, con su sonrisa tan especial, mientras su pequeño le responde con un sonrojo de gozo en común unión con él.
Pero, si el niño lo busca y no lo encuentra, su mirada se torna triste y, si pasa mucho tiempo, la mirada de este pequeño se muestra como vacía y desesperada. -"Este juego ya no me gusta".- A este juego le falta espíritu. A este juego le falta corazón. Solo se pueden disfrutar de los juegos, en plenitud, cuando se está en comunión con el padre.
Padre, si no encuentro tu mirada mi vida se muestra vacía.

El mundo es como un gran parque de diversiones, al cual ingresamos de la mano del Creador, nuestro Padre
No es malo divertirse, sino que, por el contrario, la diversión es buena y necesaria, puesto que la alegría de los hijos es la alegría del padre y esto solo es posible cuando en cada acontecimiento de la vida se busca su mirada.
En esa mirada, todo lo que hacemos cobrará sentido, le encontraremos el gusto a las cosas, nuestros sentimientos serán vividos con mayor plenitud, no habrá vacíos ni soledades, no habrá nostalgias ni dolor.
El Paraíso no es una ilusión, es una realidad concreta y tangible que se manifiesta con la presencia del Padre Creador en nuestra vida cotidiana.

Cuando, caminando de la mano del padre, el niño pide los juegos que quisiera disfrutar, muchas veces elige aquellos que no son adecuados porque presentan riesgos, peligros o simplemente no se adaptan al plan de este gran anfitrión. Entonces, en algunos casos, se pone rebelde y piensa que el padre es un mezquino y que lo trajo al parque de diversiones para no divertirse. Aquí pueden surgir, de parte del niño, desobediencias, enojos, llantos. Pero todas estas cosas el padre las maneja, no son de su agrado pero las puede manejar.
El pequeño puede oír la voz de su padre y sentir su presencia, pero pierde el gozo y la alegría porque, al no comprender, está enojado con Él y no disfruta de los juegos que él le da porque está pensando en los que “no le quiere dar”. Ya no busca su mirada, perdiendo la común unión con él.

¿Cuál será la actitud de un padre en esta situación? ¿Será que mientras el pequeño se siente perturbado el padre ya está pensando, sin enojo y con alguna preocupación, alguna explicación para llegar a hacerle entender la importancia de su elección?

¿Cuál será la actitud del pequeño? ¿Será que su deseo de diversión es mayor que el amor a su padre?

Este es el momento de la apertura del niño. A mayor tiempo de enojo mayor tiempo de incomprensión.

Cuando se termina el enojo comienza la paz y si vuelve su mirada al padre, en sus ojos descubre su error, en el abrazo se siente arrepentido y el padre le transmite su perdón.
Aquí regresa ese espíritu de hijo y nuevamente comienza la comunión.

Padre, que mis ansias de diversión no alteren nuestra relación. Es que hiciste tan hermosa tu obra y con tanta pasión que se te fue la mano en la belleza de las cosas y a tal punto que confunde a tus hijos.

Suele ocurrir muchas veces que nos movemos en el mundo con total autonomía y sin medir las consecuencias. Toda la creación es belleza y hermosura, aunque debemos reconocer que también tienen sus leyes.

Las leyes naturales no son caprichosas, sino que les da autenticidad a cada elemento de la existencia, en forma individual y en forma conjunta.
El ser humano tiene sus leyes de creación, del mismo modo que también las tienen los objetos. El hombre puede y debe interpretar las leyes de carácter individual y conjuntas que están presentes en la creación desde siempre, aunque es muy común que el hombre sienta autonomía y cree o invente sus leyes propias, según criterios que no estén de acuerdo con su autenticidad.
Cuando alguien se aparta de las leyes auténticas, porque aquellas cosas que desea implican transgredirlas, se generan problemas de conciencia, la persona se da cuenta del error, pero aún así ata su corazón a ese objetivo deseado. Esta situación muchas veces hace perder el sentido de la vida, no se disfruta de lo que se tiene; se trata de anular la conciencia por considerarla molesta y entrometida. Aquí el hombre se divorcia de sí mismo y pierde la comunión con el Creador, tal vez piensa que Dios es un ser mezquino o un anticuado, o quizá alguien que hizo la creación para hacerla sufrir y privar a todos de diversiones. Así, con esta mentalidad, la presencia del Padre y su palabra se tornan molestas.

Si esta actitud permanece mucho tiempo, se nota con total claridad que también se profundiza la falta de alegría, se le echa la culpa a Dios por no conceder esos deseos particulares.
Este es el momento de la inteligencia, de la apertura del corazón, de darse cuenta de la inconveniencia de ese deseo particular que no fue permitido.
Es el momento de perdonar a Dios, porque gracias a él no se ha caído en alguna cosa que pueda causar algún daño. También es el momento de pedirle perdón por haberle causado dolor. Aquí vuelve la comunión.

Cualquier cosa puede ser perdonada o manejada por el padre cuando el niño camina de la mano de él. Cualquier desobediencia, cualquier enojo. Con todo esto el padre se arregla con su pequeño porque, según la situación, habrá un consejo, tal vez un reproche y hasta en algunos casos un par de palmadas que duelen un poco pero no producen daño y enseguida pasa. En todos estos casos el enojo del padre es muy leve porque se da cuenta que su hijo no entiende.

Hay una sola cosa que el padre no la puede manejar ni controlar y es cuando este niño se suelta de su mano, se esconde de su presencia y hace de este parque de diversiones su casa y su mundo a tal punto que cuando el padre lo encuentra y lo llama para el regreso a casa, este niño ya comienza a rechazar a su padre y empieza a desconocerlo como tal. Ya no quiere regresar a casa porque le encontró el gusto a una libertad sin control y un crecimiento a su antojo. Esta es la soberbia.

Cuando pasan estas cosas el padre ya no se enoja, sino que siente un dolor tan profundo que va mucho más allá de su enojo. El padre se siente angustiado y muy disminuido porque ese hijito tan amado ya no lo reconoce como padre, ha cambiado su amor, su protección, sus enseñanzas, riquezas, por algunas diversiones.

Padre, perdóname por mis actitudes ante los destellos de este mundo tan hermoso, pero más que todo te pido perdón por valorar más la obra que su creador, perdóname por no verte en ellas. Padre, te pido fundamentalmente que me tengas muy fuerte de tu mano, no sea cosa que por algún tropiezo me desprenda de ella. Mejor ata mi mano a la tuya con alguna cuerda. Pero la cuerda en algún tropiezo puede causarme dolor, entonces más bien en vez de la cuerda que sea el manto de mi madre que es de seda muy suave y no se corta con ninguna fuerza, por las dudas yo mismo tire de ella para cortarla.

Si se cierra el corazón y se anula la inteligencia, entonces se culpa a Dios, no se lo perdona; tampoco se le pide perdón porque se afirma, en forma indeclinable, tener razón. La comunión se ha perdido definitivamente y se comienza a vivir en un mundo sin Dios.

Este enojo del hombre tiene sus consecuencias, se pierde la alegría del encuentro, no existe el amor. Se huye de la presencia del Padre, se lo comienza a desconocer como tal. Se toma al mundo como padre, madre, hermano y amigo por dejar vivir a antojo de cada uno. Se cambia el apellido de hijo de Dios, por hijo del mundo.

Mientras todo le funcione según sus deseos y se sienta fuerte, se esconde de Dios, lo niega como padre, reemplaza los sentimientos verdaderos por placeres y se consuela con ellos.

El Padre lo llama por todos los medios que existen pero el hijo ya se ha cambiado el nombre, se hace el distraído y no lo escucha. El padre siente dolor, pero al hijo no le importa.


El padre quiere que su hijo vuelva a su hogar, pero el hijo ya hizo del mundo su casa.

Esto es lo que se conoce como ateísmo, se niega la existencia de Dios y se le rinde culto a las ideas.

Creen que el sentido último de su existencia es de servirle de abono a la tierra, siendo que ignoran que la tierra y los vegetales se alimentan de la fe y del amor que surge de la comunión entre Dios y el hombre, y el ateo no posee.

El ateo no es un enemigo, sino que es un ser ingrato que causa dolor al Padre Creador y hay que ayudarle, por amor al Padre, a cambiar su actitud y amarlo como hermano.

En el parque de diversiones ha entrado un intruso, que es mayor que el niño y tiene determinadas habilidades que las ha conseguido en el paso del tiempo. Pero es muchísimo más pequeño que el padre y su fuerza es tan pequeña a tal punto de desaparecer ante la fuerza de él, entonces este intruso le tiene un temor espantoso de tal modo que tiene que huir de su presencia. Además de esto le tiene una envidia tan grande, al padre creador, porque este intruso no tiene la creatividad ni la imaginación necesaria como para construir algo semejante y, como la rabia es tan grande, se ha metido en el parque para dañarlo y saltando de escondite en escondite trata de llamar la atención del niño mostrando algunos cartelitos luminosos y atractivos con el fin de atraerlo y generar conflicto entre el hijo y el padre.

En todo momento va arruinando los juegos permitidos, rompiendo algunos elementos para que lo que antes no era peligroso ahora sí lo fuese, le quita algunas luces para disminuir su atractivo, le deja sin música para hacerlo aburrido, arruina algunos movimientos para quitarle el sabor. Seduce con los juegos peligrosos que los ha tomado del mismo parque y los ha modificado agregándoles las luces, músicas y atractivos que les ha sacado a los otros.

Si el niño logra soltarse de la mano del padre y acude al llamado del intruso aquí comienza el verdadero problema. El intruso ingresa al niño en el juego y lo entretiene, no sea cosa que grite o se largue a llorar y su padre lo escuche y venga al rescate. Entonces, mientras lo entretiene lo ata al juego para que no se le escape y lo empieza a adormecer para que no se dé cuenta, lo llena de espejismos y de cosas llamativas para ocupar toda su atención de tal modo que no eche de menos la ausencia del padre, comienza a darle alimentos que le dañan su cerebro para que pierda la memoria y en ella la conciencia del saber de dónde vino y con quién.

El niño, dentro del juego, busca algo "que se le hace estaba en algún lugar fuera del juego" porque su corazón no pudo ser tocado, pero con su mente trastornada y enferma ya no puede acordarse ni darse cuenta quién era.

Dentro de las vueltas de este juego el pequeño ya no puede sonrojarse de gozo ante la mirada que busca, sino que tiene un rostrito pálido y una mirada perdida apuntada al infinito.

Este es el momento del lavado de cerebro porque el intruso le dice que lo que busca es sólo producto de su imaginación, que es una simple ilusión, que realmente no existe, que busque lo concreto en lo que palpa y siente.

Como el niño no puede ocultar su rostro desesperado de tristeza y de una profunda amargura, entonces el intruso le pone una máscara de sonrisa de plástico y de una falsa alegría, de tal modo que no llame la atención a aquellos otros niños que tiene esclavizados y así les pueda presentar con más facilidad la misma confusión.

Comienzan a pasar la noticia de que no tiene sentido sentir ni ser, ahora hay que fingir y parecer.

Llega el momento del cambio de definiciones:
  • Antes, Felicidad era viajar con gozo en la mirada del padre mientras disfruta con alegría cada juego en la búsqueda de su presencia y su saludo en cada vuelta.
    Ahora, felicidad es tan solo un estado de ánimo, disfrutando el juego por el juego mismo.

  • Antes, Gozo significaba contestar con su mirada la mirada del padre con un sonrojo y un corazón que revienta de alegría.
    Hoy, gozo es disfrutar de las cosas por las cosas mismas buscando encontrar en ellas un poco de excitación y placer.

  • Antes, el Sentido de la Vida era buscar al padre durante toda la vuelta del juego para encontrarlo, gozar y ser felices.
    Hoy, el sentido de la vida es disfrutar el juego por el juego mismo y muchas veces haciéndole sufrir a otro para conformarse con un sufrimiento que es menor que de aquel que más sufre, “se hace morir al otro para sentirse vivo”, se esclaviza a otro para sentirse menos esclavo y así uno se cree libre.

  • Antes, Libertad era caminar de la mano del padre teniendo el parque de diversiones en las manos.
    Ahora, libertad es caminar solo y a propio antojo dentro del campo de las esclavitudes y rumbo a la amnesia permanente que conducen a la muerte.

  • Antes, Autenticidad era estar conectado a aquel que lo trajo de su mano, de tal modo que cuando más se parezca al padre más auténtico es el hijo.
    Hoy, autenticidad es lucir esa máscara que le ha puesto el intruso llevando a cuestas una serie de propagandas, distintivos y amuletos que en muchos casos constituyen una burla directa a aquel que realmente lo quiere, lo busca y lo espera con los brazos abiertos y el corazón destrozado. Negando de este modo su propia naturaleza y en ella su autenticidad.

  • Antes, Hablar con el Padre era una pura realidad que daba vida y aseguraba un crecimiento íntegro y pleno.
    Ahora, hablar con el padre es una pérdida de tiempo porque es cosa de locos pues se le habla a una ilusión o fantasía que no existe, entonces aquellos esclavos viejos que tienen la mente ya muy atrofiada fabricaron el eslogan “la oración es el opio de los pueblos”, mientras que para sentir sensaciones verdaderamente consumen opio.

  • Antes, Nuestro Enemigo era aquel intruso que nos separaba del padre.
    Ahora nuestro enemigo es nuestro hermano confundido que tiene la mente alterada por los venenos de la corrupción.

  • Antes, Hermano significaba ser hijos del mismo padre, ser amigos y solidarios, en esto radica la fraternidad.
    Ahora la palabra hermano ha perdido significado y sustento y se ha reemplazado por “el otro”, ser competidores y enemigos. En esto radican el odio y las ideologías.

Nuestras manos son como enchufes que conducen el paso de energía, seguridad, autenticidad, equilibrio, cuando se conecta de la mano del padre que es la fuente de energía y de todas las cosas, de esta manera uno se siente vivo y disfruta de todas las cosas en su verdadera magnitud.

Cuando uno se suelta de ella reclamando autonomía no se da cuenta que su mano es atada a alguna cosa que no tiene vida, y como el pequeño no puede alimentarse de ella entonces ella se alimenta de la vida del niño.

Aquí surge la incoherencia más descabellada: uno se proclama libre cuando es esclavo.

Algunos niños esclavizados ya no se conforman ni encuentran consuelo en esta neo-filosofía de vida vacía, y su corazoncito agonizante comienza a dibujar el rostro del pequeño, lleno de tristeza y amargura, en la máscara de plástico.
Pero como la máscara no tiene vida el corazón no puede calcar en ella el rostro real del niño, entonces solo puede verse un rostro desfigurado y sin vida.
En este caso el intruso le ofrece terminar con su vida mediante una serie de elementos y venenos que tiene guardados en su quiosco, porque como el neo-sentido-de-la-vida es disfrutar las cosas por las cosas mismas entonces, cuando ya no se puede disfrutar, el sentido de la vida desaparece y hay que morir.
Pero el corazón traiciona el plan del intruso porque cuando sus hermanos enmascarados advierten este hecho corren en su auxilio, no saben por qué lo hacen pero hay algo que los empuja. Intentan por muchos medios ponerle una nueva máscara pero el niño suicida ya la conoce y la rechaza porque esa máscara ya no le consuela. Buscan con urgencia la Clínica de las Máscaras, de los Sueños e Ilusiones para que otros esclavos "con credenciales de idóneos" de la neo ciencia experimenten con su pequeño cerebro. Si logran adormecerlo lo atrofian y vuelven a colocarle una máscara que puede usarla por algún tiempo alimentándolo con alguna terapia cerebral en forma permanente. Pero si no pueden adormecerlo ni someterlo, entonces lo encierran en un depósito y le ponen un cartel que dice “Loco”. El que no acepta la máscara se convierte en un obstáculo, entonces por algún método del neo-mundo y “para evitar su sufrimiento”, hay que hacerlo morir.

El corazón es como una caja fuerte en el cual se encuentra el verdadero sentido de la vida que es como un imán que busca por todos los caminos adherirse al corazón del padre para que su vida realmente tenga sentido.

Si uno puede quitarse la máscara y no tiene vergüenza de mostrar su rostro sufriente y resiste mirando al infinito pidiéndole auxilio al padre es muy posible que el corazón dibuje en él el recibo de pago que un hermano mayor, que vino desde el padre, ha pagado con su vida y ha firmado con una cruz, usando como tinta su sangre, el rescate de todos sus hijitos rehenes enmascarados y sufrientes.

Padre, no me dejes elegir lo que no es tuyo. Tómame fuerte de la mano porque este parque de diversiones ha sido adulterado. Muchas de las cosas que tú hiciste han sido malogradas, y si ya he aceptado alguna invitación del intruso te ruego padre que me perdones por haberte desobedecido y por haber faltado tan gravemente a la fidelidad contigo, y en este mismo pedido te ruego con todo mi corazón y con toda mi vida que cortes todas las cadenas y ataduras que me ha puesto el intruso y que me liberes de él definitivamente y para siempre, que rompas cualquier pacto que pude haber firmado con él o que he heredado por otros confundidos esclavos que me han incorporado en sus contratos porque solo tú eres mi padre, solo tú eres mi dueño, solo tú eres mi rey, solo tú eres mi señor.

Me arrepiento profundamente porque abandoné el camino en el cual tú mismo me conducías de tu mano según tu plan de alegría y felicidad y te he cambiado tan tontamente por destellos y espejismos, siendo yo mismo un protagonista de la corrupción.

Padre, te ruego que me guardes en tu Nombre y que me defiendas del intruso. Quiero dejar de considerar y sentir a tu hijo y hermano mío como un enemigo porque él está perdido y no sabe lo que hace. Quisiera amarlo como vos me amas para ayudarte a quitarle todas las cadenas de esclavo y para que junto a Ti le quitemos esa máscara de falsa alegría para que revele ese rostrito de hijo tuyo y hermano mío que tú mismo le has dado, entonces ya tendrás uno más que te ayudará en la búsqueda y rescate de los otros.

Hoy soy el hijo pródigo que ha derrochado tu fortuna y hoy me encuentro sucio y mendigo, comiendo basura y mugre como el último de los pordioseros, pero mi corazón está destrozado y mi amargura es tan grande que supera mi hambre y ahora dentro de este arrepentimiento tan amargo te pido perdón y te ruego que me recibas como el último de tus sirvientes porque ya ni la muerte me consuela. Padre, sin ti solo hay vacío, miseria y llanto. En ti hay felicidad, pero de la tuya, hasta en el último de tus jornaleros.

El padre se ha dado cuenta que en ese parque de diversiones, que ha creado con tanto amor para sus niños, se le ha ido la mano en creatividad y belleza a tal punto que confunde a sus hijos.

Tal vez ha llegado la hora de optar por una decisión, dolorosa pero necesaria.
Para salvar a sus hijos hay que destruir ese parque en forma completa, y al intruso, pero antes de hacerlo, primero hay que apartarlos a todos sus pequeños para que no sean dañados en esta tarea.
Entonces, el padre ata al intruso a un palo central del parque y personalmente sale a la búsqueda de aquellos hijos perdidos y enfermos con la ayuda de aquel hijo fiel que no ha caído en ninguna de las trampas del intruso y con un espíritu de amor tan grande que alumbra mucho más que todas las luces del parque, junto a la madre de su hijo que sabe cómo darle duro al intruso y no se enreda en ninguna de sus trampas.
También lleva el padre consigo todo ese conjunto de ilusiones, esperanzas, gozos, fortalezas, alegrías, que son como Ángeles, Querubines, Serafines, Arcángeles, Tronos y Potestades que están siempre en él.
A medida que los va encontrando los va liberando, consolando y se los entrega a su hijo fiel para que, junto a su madre, continúen la restauración necesaria y los incorpore a su ejército de búsqueda.
El padre no se conforma con buscar él solo y pide a toda su familia que lo ayude porque hay que revisar todos los rincones del parque, no sea cosa que alguno se le pase por alto.
Entonces sale la familia con el padre a la cabeza y todos los suyos van detrás como formando la corte de un rey, reventando con gozo y alegría el grito de victoria proclamando al padre como cabeza con el grito de ¡Aleluya!

Cada vez que no nos entreguen a un hermano esclavizado y víctima del intruso, con la alegría de ser hijos del quien todo lo puede y con la confianza de ser asistidos por el padre y toda su corte gritamos con toda nuestra fuerza ¡Padre ven en nuestra ayuda! Con el grito de ¡Hosanna!

Cada vez que encontremos un hermano perturbado que tiene apariencias de enemigo podemos romper las vendas de sus ojos y las nubes que le impiden ver la luz con la Luz maravillosa que penetra cualquier nube y rompe cualquier venda de los ojos diciéndoles la paz de nuestro padre, de su hijo fiel y de su espíritu de amor esté contigo, con el destellante y victorioso saludo ¡Shalom!

Y así en los dos casos los hijos verán la luz real de aquel que todo lo hizo y que todo lo puede y al recibir con esa luz ese espíritu de amor que viene junto a ella podrán decir con todo gozo y envueltos de lágrimas un balbuceo de bebé que con mucha más profundidad se diría algo como: papito mío, papito de mi vida con la palabra ¡Abba!

Y aquí mismo en las buenas y en las malas llamamos a los primeros auxilios, que tiene ese hijo fiel, y con gran necesidad y urgencia pegamos el grito de amor y esperanza ven hijo fiel de nuestro padre, ven mi señor, ven señor Jesús y quédate con nosotros, con una dulce y profunda invitación ¡Maranatha!

Y así en todo momento contemplando en el padre la realidad de las cosas podamos en conjunto y con el mismo espíritu del padre decirle Padre que se haga tu voluntad y no la mía con el grito de ¡Amén!

Padre, te doy gracias por haberme cerrado todos los caminos que me apartan de ti y por mostrarme el único camino que posee tu luz y como hay muchos caminos que conducen a distintos destinos al tuyo lo llamaste Jesús y lo alfombraste con tu propio Espíritu, que es Santo, para asegurarte que en ti lleguemos hasta tu corazón.

En la convivencia con Cristo dentro de mi arrepentimiento comencé y quise decirte todas las palabras que aquel hijo pródigo había pensado, tú no me dejaste terminar porque tu urgencia de amar y perdonar supera todas las palabras y explicaciones me abrazaste muy fuerte en tu pecho y me diste un beso tan amoroso que ha desbordado mi corazón y ha destrozado en pedazos al hombre viejo que yo tenía.

Padre, me he tirado a tus pies y he caído entre tus brazos. Entonces me sanaste de todas las heridas de la ausencia y me cubriste con tu traje de fiesta, y como tu alegría y gozo te exaltaban, en vez de tomarme como esclavo tuyo me confirmaste como hijo y pusiste en mi dedo tu anillo de hijo y heredero de tus cosas, luego festejaste en mi honor una fiesta extraordinaria con todos los que viven en tu reino.
Editado: 03 marzo 2000

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